Luis Alfonso Martínez Montaño
La parte más importante de tu equipo eres tú mismo. Tu cuerpo
móvil, tu mente imaginativa, y tu libertad de usar ambos.[1]
Maya Deren
Una buena manera de comprender lo necesario e irreductible de la palabra resistencia estriba en el cine. Dicha revelación llega cuando miras a ese quehacer como un acto creativo que trasciende el mero construir con base en imágenes acompañadas de sonido y que incide en la sociedad de forma significativa. Curiosamente, las primeras propuestas fílmicas, hace más de un siglo, surgieron de algo “simple”: captar la realidad cotidiana sin ninguna clase de artificios, como si se tratase de documentales ajenos a temas complejos que no descolocaban al espectador.
Aun el vocablo “resistencia” implica rebeldía, fuerza, oposición, conceptos ligados de forma irreductible al arte. En relación con éste expresa Camus:
El arte también es ese movimiento que exalta y niega al mismo tiempo. “Ningún artista tolera lo real”, dice Nietzsche. Es cierto; pero ningún artista puede prescindir de lo real. La creación es exigencia de unidad y rechazo del mundo. Pero rechaza al mundo a causa de lo que le falta y en nombre de lo que es a veces. La rebelión se deja observar aquí fuera de la historia, en estado puro, en su complicación primitiva. Por lo tanto, el arte nos deberá ofrecer una última perspectiva con respecto al contenido de la rebelión. (1982, p. 235)
La rebelión deviene en resistencia, ésta adquiere un nuevo significado con la película experimental ¡Aoquic iez in Mexico! / Ya México no existirá más! (2024), de Annalisa D. Quagliata Blanco[2]. Creadora cuya obra se centra en el uso de dos herramientas: el montaje y la reapropiación; ambas le sirven, de acuerdo a la artista, para exponer y cuestionar conceptos o nociones (Peña, 2020).
Sobre el filme en cuestión[3] se destaca su vínculo con un gran tema de la expresión artística del país, es decir, la cultura índigena; misma que origina dualidades interesantes, por ejemplo, ira-serenidad, fascinación-indiferencia, mito-historia, etcétera. Cultura que constituye el alimento de una identidad que se define como híbrida, una mezcla, en un intento vano por ocultar su génesis y que subestima su capacidad de aguante durante siglos o los embates de la modernidad.
No obstante, el filme de Quagliata[4] se centra en una postura contraria al pesimismo o a una fatalidad inexorable desde el nombre que representa una “vía de develación” muy intencional de la resistencia. En realidad la plenitud de ésta, ya que al gritar una afirmación catastrofista es posible reconocer la intención de infringir, a la menor oportunidad, lo enunciado.
La idea anterior surge a partir de lo que se dice sobre Neptólemo y su relación con Filoctetes en la tragedia sofocliana con este último nombre, a saber, aquél busca que el segundo junto con su arco contribuyan a la victoria contra Troya, para ello declara que no le importa fracasar en su empresa obrando de manera honesta en lugar de engañar: “Lo que reclama al proferir altisonantemente sus principios es una coartada suficiente para poder transgredirlos sin escrúpulos mayores” (Savater, 2000, p. 42).
En este sentido, la película misma, que carece de trama, sólo es posible vincularla a lo heterodoxo; el espectador que espere mirar un filme tradicional y complaciente terminará decepcionado. Cualidad que destaca por el género al que pertenece; Quagliata precisó en su momento que el cine experimental es el género cinematográfico con mayor libertad (Cine experimental, 2020).
La ausencia de atadura alguna se lleva al límite en los cinco apartados que constituyen la propuesta. Aquellos podrían funcionar de manera independiente, pero se mantienen cohesionados por medio de la alusión incesante a la cultura indígena. Referencia omnipresente desde la sección y que plantea las siguientes preguntas: ¿Cómo el pasado es relevante en la modernidad? ¿Qué define nuestra identidad?
Las respuestas a ambas cuestiones deben estimar la perspectiva transgresora de la autora y deben entresacarse del torrente de primeras imágenes que circula vertiginosamente ante la mirada: el mapa de la antigua Tenochtitlán y el de la Ciudad de México (en el siglo XVI); los diversos íconos de las estaciones del metro; cuyos nombres provienen del náhuatl. Por otro lado, la voz en off que recita fragmentos de La visión de los vencidos,[5] recubre de una pátina de dramatismo lo observado y hace evocar a la resistencia.
Ésta se liga con lo ritual, aspecto presente en el segundo apartado donde el loop de un acorde guitarrístico enmarca a unos jóvenes que bailan; imágenes en blanco y negro que develan una ceremonia plena de goce y ajena a un sacrificio sangriento. Jóvenes que ostentan su sentido de pertenencia a través de los tatuajes (colocados en brazos) compuestos de motivos y figuras indígenas, mismos que integran el cierre de la sección a través de una sucesión de tomas breves.
Lo ritual permanece, más adelante, pues la parte central del filme se centra en el vínculo con la tierra por medio de lo culinario. Las imágenes iniciales muestran a un grupo de mujeres que preparan tamales que luego consumen. Asimismo, resalta otro elemento muy sugerente: los sonidos, por ejemplo, hay instantes donde el borboteo del agua y una lluvia incesante enmarcan lo que se mira.
En este punto, el espectador es capaz de admitir que la autora lleva a cabo una reactualización posmoderna que devela cómo reconocer nuestro ascendiente indígena y cómo asimilar el mestizaje; claro está que las respuestas no son fáciles, aun este último tema se contamina de una perspectiva particular: mira la mexicanidad como un mito.
Quagliata desborda audacia y anticonformismo; vale la pena reiterar que su obra cuestiona al espectador.[6] Y me parece que la sección admite verse desde la perspectiva de los siguientes versos: “voy entre galerías de sonidos / fluyo entre las presencias resonantes, / voy por las transparencias como un ciego”. (Paz, 1983, p. 238).
De hecho, en esa parte del filme existe lo poético, pues la autora usa motivos, tales como la serpiente o el maíz. Aun es reconocible un universo femenino que tiene un vínculo profundo con al tierra (origen del maíz), un universo donde el sexo es una fuente de placer genuino y es génesis de la vida. Aspectos que se revelan en una breve escena en tonalidades grises, acorde con el estilo del cineasta David Lynch, donde una joven mujer se contorsiona sobre una mesa cuya superficie tiene una gran cantidad de barro; ella simula una especie de parto doloroso. Las imágenes expuestas son capaces de generar miedo o repulsión, pero resultan muy atractivas.
En el penúltimo apartado se presenta un collage multicolor en cada toma. En las imágenes convergen lo femenino y la naturaleza a través de otro motivo: flores. La aparición breve de la deidad Coatlicue funge como una oposición lúcida a la falsa romantización de la mujer.
El motivo señalado y la muerte se conectan con la alusión al juego de la lotería, ésta provoca la evocación, en nuestra cultura, del azar que abarca lo lúdico y lo festivo. Ambos aspectos están presentes en las imágenes de danzantes con rifles que van en procesión durante una festividad.
El cierre de la propuesta redondea la misma porque incide en el uso del montaje y la reapropiación de conceptos. Al respecto, la fiesta es un ritual vital, necesario y abarcador. Por un lado, la dialéctica tradición-modernidad se mantiene intacta y tiene una representación en apariencia simple, pero muy relevante: una máquina de hacer tortillas en pleno funcionamiento. Por otro lado, la alusión a la marcha por los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, refleja el clamor ante las injusticias en el microcosmos degradado en que se ha convertido este país y su conexión con lo político.
Para terminar, me parece que la obra de Quagliata es consistente y fiel a una poética (manera de proceder) muy significativa: derribar los presupuestos del espectador, exigirle que busque respuestas en medio del vértigo de múltiples imágenes, mismas que detonan diversas ideas y reflexiones, y que acepte la alteración premeditada de conceptos.
Por una parte, aun el receptor puede hallar una conexión, que entreveo, con una canción del grupo Café Tacuba denominada “El fin de la infancia” (pieza del camaleónico y disfrutable álbum Re) que alude a la resistencia y que cuestiona también a la identidad mexicana. Como ejemplo los siguientes versos: “[…] Como todos los mestizos también me maleducaron / porque ya estoy grandecito para decidir mi vida. / Quinientos años frustrados creo que ya fue gran medida”; parece ser que el largometraje intenta explicar esa frustración.
Por otra parte, una manera de acercamiento “sensato”[7] a la propuesta de la cineasta reside en lo que ella estima sobre el mirar una película: “Una sala de cine es como un útero. Sales de ella renacida. Por unos momentos regresas al mundo y lo ves distinto. Se siente todo real y presente” (Peña, 2020). La cineasta sin escrúpulo alguno propone esa dinámica a todo espectador de su obra.
Bibliografía:
Camus, A. (1982). El hombre rebelde. Alianza editorial.
Paz, O. (1983). Libertad bajo palabra. Fondo de Cultura Económica; Secretaría de Educación Pública.
Savater, F. (2000). “La obstinación de Filoctetes”. Humanismo impenitente (2a. edición). Anagrama.
Cibergrafía:
Annalisa Quagliata. (2016). https://filux.info/cdmx17_art_annalisa.html
Cine experimental, género cinematográfico que tiene mayor libertad. (2020, 7 de noviembre). https://www.diarioevolucion.com.mx/cine-experimental-genero-cinematografico-que-tiene-mayor-libertad/
El cineasta amateur, por Maya Deren. (2013, 14 de noviembre). https://intermediodvd.wordpress.com/2013/11/14/el-cineasta-amateur-por-maya-deren/
Peña Caroca, V. (2020, 9 de diciembre). Entrevista. Annalisa D. Quagliata: “Una sala de cine es como un útero”. https://artishockrevista.com/2020/12/09/annalisa-d-quagliata-entrevista
[1] Véase “El cineasta amateur, por Maya Deren”, disponible en https://intermediodvd.wordpress.com/2013/11/14/el-cineasta-amateur-por-maya-deren/
[2] Artista visual mexicana (Veracruz, 1990) egresada de Massachusetts College of Art and Design, cuya obra se ha presentado en Argentina, Suiza y España. Además, ha dirigido los siguientes cortometrajes: A nuestro tiempo, Fin es una película mexicana, Ñores (sin señalar), entre otros.
[3] La propuesta obtuvo el premio UMBRALES a mejor película en la decimocuarta edición del Festival Internacional de Cine UNAM (celebrado en el 2024).
[4] La misma cineasta disecciona su película de manera desenfadada en el texto, titulado “¡Ya México no existirá más!: Entrevista a Annalisa D. Quagliata”, de Ofelia Ladrón de Guevara para la revista Icónica (junio de 2024).
[5] La mención de Tezcatlipoca es representativa del caos que permea durante la circulación de diversas imágenes en la película.
[6] Vale la pena revisar la lectura muy lúcida que hace del largometraje el crítico Nicolás Ruiz Berruecos en su ensayo, publicado en la revista Nexos (abril de 2025), “Un diálogo sobre ¡Aoquic iez in Mexico! /¡Ya México no existirá más!”, texto que incluye una conversación con Quagliata acerca de sus influencias, el manejo del tiempo, el uso del collage y demás elementos presentes en la película..
[7] Un acercamiento por demás interesante a la obra de Quagliata, desde la óptica de cómo se elaboran los mitos, reside en el ensayo “Mitopoiesis de Tenochtitlán: ¡Aoquic iez in Mexico! / ¡Ya México no existirá más!”, de Byron Davies.