12th

febrero
12 febrero, 2025

El síndrome de Rambo

Los Estados Unidos son una nación y un imperio que, en el devenir de su historia, se han convertido en un crisol de nacionalidades, de civilizaciones y culturas.

Es un hecho conocido que, a partir de las 13 colonias y luego de su declaración de independencia frente al Imperio Británico, el pueblo norteamericano se ha convertido en lo que hoy es por los escurrimientos raciales y los flujos migratorios venidos de todas partes: visigodos, vikingos, asiáticos, europeos, árabes, africanos y en el más reciente soplo de la historia latinoamericanos.

Los Estados Unidos es, pues, una mezcla de sangre y espíritu guerrero curtida por el sol y las batallas de muchos siglos, pero también un bálsamo para el arte, la poesía y la vida intelectual.

Los artistas e intelectuales que son cifra y suma del lado noble y cordial de Estados Unidos son Henri David Thoureau, Walt Witman, Mark Twain, Edgar Alan Poe, Charles Bukowski y otros, que hicieron de su dolor y sus padecimientos un acicate y un signo de grandeza.

El pueblo de sangre y estirpe guerrera que es Estados Unidos tiene su más rica esencia cinematográfica en Burt Lancaster, Clint Eastwood, Chuc Norris y Bruce Wllys, aunque quien mejor encarna y simboliza el temple del guerrero es Rambo.

Donald Trump es, quizá, de todos los presidentes recientes de aquel país, quien mejor compendia en su persona el ser y el modo de ser, la adrenalina y la prestancia para el riesgo y el desafío que caracterizan el sueño americano.

Tal vez no hay mejor paráfrasis para retratar el temor, el temblor y la quijada endurecida del gobierno mexicano, hoy, frente al Rambo presidencial que firma órdenes ejecutivas en la Casa Blanca, que la que hoy podríamos retomar de El Quijote: “Con Donald J. Trump hemos topado, Andrés Manuel”.

Al parecer, Trump no desea desatar ningún infierno ni entrar en conflicto con países amigos y vecinos, sino simplemente marcar y blindar su territorio, dar un puñetazo en la mesa, proteger a su población y poner límites al desorden de los países vecinos que ya tiene consecuencias en la vida social, política y económica del pueblo estadounidense.

En un país como EU, en el que ya han muerto 200 mil personas por consumo de fentanilo, lo natural y válido es que el gobierno despliegue una política de seguridad para impedir el paso de capos y drogas a su territorio, para evitar que esa intoxicación colectiva haga peores estragos entre su población.

Lo mismo debe hacer en México la señora Sheinbaum, ante la evidencia de que casi 200 mil mexicanos fueron asesinados por la delincuencia organizada en el sexenio pasado, sin contar las docenas de miles de desaparecidos y desplazados por la misma causa, que no han encontrado paz, consuelo ni justicia bajo un gobierno que dice promover y encarnar los valores del humanismo mexicano. Lo peor que puede ocurrirle al lenguaje es que alguien sin idea del significado de las palabras lo ensucie afirmando lo que no es.

Trump por lo menos intenta proteger a su población y blindar el sueño americano frente a amenazas reales, al margen de que los modos y las formas sean discutibles. México, en cambio, no sólo ha dejado solas a las víctimas para proteger a los victimarios, sino que ha vuelto a airear un falso nacionalismo para aparentar que el dolor de México es su punzada y su dolor. México necesita políticos apolíticos: es decir, políticos sin piel de oveja.

El gobierno federal, presa de narcisismo ideológico y engolosinamiento político, no está dimensionando de forma adecuada sus decisiones de hoy, ni está previendo el rudo impacto que tendría la radicalización del Rambo americano sobre México.

Por un lado, un sonambulismo histórico palpita en el aire de México; por otro, un portentoso peligro hace suyo el viento del norte y merodea con vuelos rasantes y a 70 mil pies sobre mares y cordilleras en los que un día hubo paz, armonía, calidez humana, ganas auténticas de jugársela por el país.

Del 20 de enero a la fecha, 18 vuelos con misiones de inteligencia militar han surcado los aires de México, cerca del Suroeste de Estados Unidos, para mapear las rutas fronterizas y las huellas de la gobernanza criminal, en aviones espía que no traen saludos del Tío Sam, sino torpedos y censores de gran alcance para detectar amenazas y enviar información a bases militares especializadas en Estados Unidos.

Independientemente de que Trump no es un campeón de la forma y el fondo del quehacer político, lo que hace por su país es plenamente justificado, válido y oportuno. Ya quisieran varios millones de mexicanos ser vistos y atendidos así por su propio gobierno.


Pisapapeles

Sobre Villa, Zapata y Chucho “El Roto” ya se ha escrito mucho. Ahora, hace falta un estudio detallado y profundo sobre la fenomenología del Rambo americano.

leglezquin@yahoo.com