Letra Franca, una apuesta por la libertad
La literatura como Cicerone
Consideración en el segundo cumpleaños de Letra Franca
Muchas más cosas de las que pensamos dependen en buena medida del azar. Azar para encontrar a las personas propicias, azar para coincidir en el tiempo y en el espacio (o mejor dicho, para que diferentes tiempos puedan coincidir, así sea un instante, en el mismo espacio), además de una serie de azares para que haya quórum en torno a aquella idea directriz alrededor de la cual gira un proyecto editorial de la especie de una revista. Una rara avis .
Generalmente, cuando se quiere desperdiciar alguna pequeña herencia de familia o se busca cambiar al mundo, uno comienza una empresa editorial, pero también sucede —como indica Mijaíl Bajtín— que las revistas de corte literario surgen cuando los suplementos de arte, cultura y política no abundan precisamente; cuando no existen vías suficientes en tal línea. Entonces las revistas surgen como iniciativas para paliar lo que natura no da y Salamanca tampoco pone, por decirlo de una manera rebuscada.
Claro que en la revista literaria se conjuga a partes iguales el tratar de abrir el mundo (quizá no cambiarlo, aunque sí entenderlo y “entrar en Su sentido”), y el espíritu aventurero y franciscano, en tanto que uno no va a hacerse rico editando una publicación mensual; al contrario, uno va a esparcir aquí y allá esa eventual y breve fortuna. Por ello, que se reúna un grupo de sujetos y coincidan en que llevar a cabo la edición de una revista es algo deseable, e inclusive, necesario, es uno de los azares más incomprensibles.
Sin embargo, esto revela una cuestión interesante: el azar no lo es todo. También es indispensable que haya voluntad para oponerse al sinsentido que nos rodea por doquier y que amenaza en cada esquina, en cada escritorio y detrás de cada poste de luz, con sumir en el absurdo el transcurrir de los días; voluntad para no permitir que en el silencio caiga de pronto ese acuerdo implícito que han alcanzado quienes por principio de cuentas se han reunido. Rara suma de voluntad y azares, que no simple azar.
Así podría resumirse la historia de una revista que llega a sus dos primeros años de existencia, en cuyas páginas hay por igual textos y artículos de política, filosofía, economía, o de cualesquier tópico que concierna a la sociedad; no obstante, afirmo que se trata de una revista de literatura, pues la literatura (es una apreciación personal y no significa, forzosamente, la opinión del resto del equipo que hace posible Letra Franca ) lleva la voz cantante en este esfuerzo y guiados por ella, cual Virgilio en los infiernos, la publicación que dirige Leopoldo González ha encontrado su propia senda, su propio lenguaje.
Cuando mi amigo Víctor Rodríguez me invitó a participar en Letra Franca pensé que se trataba de una labor de amistad, pero bien pronto esta labor se manifestó como algo que iba más allá y que apelaba más bien a la tiranía del texto, por encima de las afinidades fortuitas o del gusto compartido. Por igual, la revista daba voz a quienes se mostraban a favor de un tal argumento o de una tal situación, que a aquellos que denostaban la postura primera y se decían partidarios de lo opuesto que los otros propugnaban.
En tal sentido, la publicación ha sido múltiple y crítica consigo misma (que no contradictoria), y ha escuchado y editado a las voces más disonantes con semejante esmero, tanto como a aquéllas que se solazan con el manejo y la liturgia de la lengua española. Ése ha sido quizá el único pecado de Letra Franca : ser fiel a sus principios y perseguir sus inclinaciones naturales con denuedo, afirmándose ahí donde habría podido condescender; pero en el trabajo crítico la condescendencia, un mal menor, una virtud en otros aspectos, resulta a la larga sumamente difícil de extirpar.
Hablo por mí cuando digo que me siento satisfecho por los primeros dos años de este foro que, sin lugar a dudas, por lo ya dicho y por otras varias razones, hacía falta en nuestro bucólico paisaje de piedra volcánica. No quiero loar de más a quienes integran el equipo de la revista y a quienes escriben en ella en cada número, a los que en realidad se debe el que Letra Franca siga apareciendo mes a mes, y se haya posicionado como una publicación sui generis en Michoacán, puesto que los halagos en propia boca se convierten en injurias que el orgullo lleva de la mano, mientras que los encomios ajenos desarman a aquellos a quienes van dirigidos y les hacen bajar la guardia.
Siguiendo la ductilidad y riqueza de voces de nuestra lengua, ojalá (es decir, “así lo quiera el Dios Alá”) Letra Franca siga siendo por muchos más años, escenario por el que desfilan los temas y los asuntos más relevantes de la vida que vivimos cada día en este pedazo de mundo que nos tocó habitar. Hacer habitable el mundo es, a fin de cuentas, el único asunto de la literatura y, como escribió el dramaturgo Terencio hace casi dos mil años, con una interpretación bastante libre, por supuesto: “soy un ser humano, ningún asunto humano me es ajeno”. Enhorabuena.
Omar Arriaga Garcés
Poeta y periodista cultural, ganador del Premio Estatal de Ensayo “María Zambrano” 2013.