29 enero, 2025

Viktor E. Frankl

A Dante Alighieri, el celebrado y reconocido autor de La divina comedia, llegaron a apedrearlo en la calle porque creían que en verdad había estado en el Infierno.

Puede intuirse, por medio de la imaginación literaria, que el Infierno es una construcción a gran escala dividido en secciones, bloques y salas según la gravedad del mal que se haya hecho. Literariamente hablando, es posible creer que el Infierno no existe, aunque para otros también es posible que el infierno tenga sucursales en la tierra.

Sería bueno que alguien escriba un día un “Tratado sobre el Infierno”, sólo por una razón: las biografías sobre el Diablo y sus seudónimos llenan una lista inmensa, pero de la casa de Mefistófeles casi nadie ha escrito nada.

El lunes 27 de enero de 2025 no fue un día de festejo o conmemoración, sino un día de aniversario, porque en esa fecha se cumplieron 80 años del cierre del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, donde fueron liberados miles y miles de judíos, intelectuales y académicos de varios países, presos políticos y disidentes del régimen nazi.

El campo de concentración y exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau, establecido en 1940 en los terrenos de un antiguo colegio militar, se hallaba en la frontera de la Polonia ocupada por Adolf Hitler, el caudillo del mal, donde funcionó durante cinco años.

Por tanto, el 27 de enero se cumple un aniversario más de la liberación del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, al margen de que la Alemania nazi operó, de 1933 a 1945, más de mil campos de concentración en su territorio y en las naciones sometidas.

Al campo de Auschwitz-Birkenau llegó un día, luego de haber estado en otros campos, el filósofo y psiquiatra vienés Viktor E. Frankl.

Viktor Frankl llegó a ese campo de concentración y exterminio nazi por su condición judía, junto con toda su familia, tras haberse graduado como psicólogo en Viena, su ciudad natal. De Viena eran, también, Sigmund Freud y Alfred Adler, otros dos grandes estudiosos de la personalidad y el temperamento neurótico.

Viktor Frankl perdió todo, o casi todo, entre un campo de concentración y otro, en sólo cinco años: padres, un hermano, su esposa, parientes y amigos, salvo una hermana.

La vida en situaciones límite y en condiciones extremas puede preparar al hombre para sucumbir o para rehacerse y renacer. Viktor E. Frankl, que en el encierro forzado padeció las carencias más tristes y los más crueles tormentos que pueda imaginar un ser humano, sobrevivió a la ruda experiencia del campo de concentración con entereza, fuerza espiritual, carácter y sabiduría.

Fue Lessing quien escribió: “Hay cosas que deben hacer al hombre perder la razón, o entonces es que no tiene ninguna razón que perder”.

En la angustiante soledad del campo de concentración de Auschwitz, Viktor E. Frankl leyó un libro deshojado de Nietszche del que hizo suya una frase: “Quien tiene un porqué para vivir, encontrará casi siempre el cómo”. Esta frase y encontrarle sentido a las cosas y sucesos más insignificantes que ocurrían en el campo, dieron a Frankl las primeras semillas y herramientas de su análisis existencial y su logoterapia.

Si para el existencialismo de Sartre vivir es sufrir, para la logoterapia de Frankl vivir y sobrevivir es hallarle sentido al sufrimiento.

Hay que reconocerle a cada quien lo suyo: cada estudioso del hombre y el comportamiento humano ha hecho avanzar el conocimiento de lo que somos un milímetro o un centímetro, y en esto radica el valor de cada hallazgo científico y de cada filosofía. Por ello, debemos aprovechar sin “ismos” lo que ha producido el ingenio y el espíritu humano, sin hacer de un investigador un Mesías ni de un pensador un profeta.

Frankl descubrió que al ser humano lo mueve un “inconsciente espiritual”, y que ahí, en la presencia ignorada de Dios, es donde radica la voluntad de trascender. También descubrió la “neurosis noógena” y que las patologías del ser tienen como raíz, por decirlo así, una insuficiencia o una incompletitud espiritual.

Luego de salir del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, el 27 de enero de 1945, hace 80 años, Viktor E. Frankl publicó un libro estrujante e iluminador: Un psicólogo en un campo de concentración, que ahora es conocido con el título de El hombre en busca de sentido, al que le siguieron casi cuarenta títulos más.

Viktor Frankl creó la logoterapia, la tercera escuela vienesa de psicología, que es la terapia humanista de nuestro tiempo, después de haber sobrevivido al totalitarismo nazi, a la brutalidad de la bestia interior que hay en el hombre, a la adrenalina del miedo, al edema del hambre, a las guadañas del frío… Pero, sobre todo, después de haber sobrevivido a su propia muerte en vida.


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Ninguna vida y ningún sueño está roto sobre la tierra, pues cada vida y cada sueño hacen la diferencia en el universo.

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