“No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que más responde a los cambios.” (Charles Darwin)
DECENAS, CENTENAS O MILES DE PALABRAS.
Ante esta euforia de medios de comunicación, no faltan excusas para manifestarse de cualquier manera y en cualquier forma.
Aún cuando existen palabras, letras, escritura, en fin; surgen símbolos, vocablos, expresiones físicas, señales hasta llegar a ciertos ruidos.
Realmente no hay excusa para evitar compartir nuestras formas de pensar o sentir; sin embargo, cada vez nos aislamos más de los demás.
La ironía que nos muestra la vida es que a pesar de los miles de caminos que se nos presentan, pocos quieren andarlos; de hecho, a muchos ni siquiera les interesa intentarlo, toda vez que no pretenden salir de su burbuja.
El pensamiento crítico con el que antes nos ilusionábamos, ha desaparecido frente a un sentimiento de lejanía y simple indiferencia en lo que pasa o nos rodea.
“Déjame en el internet y no pretendas que viva como tú lo hacías” es una de las variantes de las expresiones de los jóvenes, con el común denominador “no me interesa tu mundo”; desafortunadamente, este escenario que niegan es parte del que se les va a presentar total o parcialmente más adelante en sus vidas.
Entender lo que les atrae es la pretensión, satisfacer su pragmatismo es el imperativo.
Y si eso lo vemos en los que próximamente serán adultos, los niños no son distantes de ese comportamiento.
El diálogo sugerido que pretendían los padres, los maestros y en general, los educadores, con los educandos se va distorsionando hasta consolidar barreras aún en sitios físicos próximos.
¿De qué les sirve a los padres vivir en casas o departamentos junto a sus hijos, si éstos se encuentran a años luz?
Los juegos que de pequeños nos entusiasmaban a ser como los adultos cuando creciéramos; se han extraviado junto con esos ideales.
Tal pareciera que la premisa actual es “tan lejos de nuestros hijos o de nuestros padres, tan cerca ellos del universo virtual”.
¿Alguna vez has sentido a tus hijos ausentes, sabiendo que están presentes?
LOS MENSAJES VACÍOS.
No fue necesario que se confirmarán las premisas que Ray Bradbury establecía en su novela “Fahrenheit 451” para llegar al momento en que las palabras se sustituyeran por símbolos.
Hoy, en cualquier mensaje de texto entre dispositivos de comunicación, los arrobas, emoticones y demás dibujos, notamos que las letras han sido desplazadas total o parcialmente.
De hecho, pretender entender lo que nos quieren decir, en ocasiones puede convertirse en una auténtica odisea. Pareciera que el ejercicio de razonar cada vez más se pierde en el desánimo y la comodidad.
“Qué tiempos aquellos” dirían los abuelos al recordar la exigencia que se tenía al trabajar poniendo todos los sentidos, es decir, aplicando el ánimo y demás esfuerzos necesarios para rendir frutos adecuados. No obstante, al pensar que son otras épocas y analizar lo que vivimos actualmente, encontramos cambios y como consecuencia de ellos, requerimos hacer los ajustes correspondientes, en el entendido que esto no significa que perdamos nuestra esencia de quienes somos y a donde vamos.
Si hoy tenemos esos instantes para analizar nuestra realidad, entendámoslo como una gran oportunidad para mostrar nuestros principios y porque no, su ausencia.
Si bien todo crecimiento puede implicar cierto dolor, debemos estar convencidos de que no hay mayor duelo que el que corresponde a la pérdida de un ser querido y, en ese caso, podemos soportar todo menos el perdernos a nosotros mismos por no haber encajado en la actualidad.
Prescindir de nuestra esencia en un afán por lograr ese encaje no será una solución y si, muy probablemente, el origen de otro conflicto.
Si nos comunicamos para darnos a entender, no perdamos esa finalidad. ¿Estás consciente del valor de tu individualidad?
LAS PISTAS.
A falta de una adecuada comunicación o bien, el interés de compartir entre las personas, surge el cuestionamiento: ¿Cómo hacer que el diálogo fluya?
Desde luego, pudiera ser la premisa básica el pretender “tratar a los demás como nos gusta que nos traten”; sin embargo, para llegar a ello, primero debiera haber un interés de los otros por lograr ese vínculo; es decir, esperar que ellos quieran ser tratados y a la par, que quieran tratarnos.
Es difícil encontrar entendimiento cuando los puentes están rotos; de no ser el caso, buscar enderezar el rumbo con la humildad que se requiera y atendiendo a las formas que se necesiten para tal efecto.
La falla habitual en este tipo de situaciones atiende principalmente a la presencia de la soberbia como protagonista; toda vez que cuando ésta se presenta, olvidamos a la otra persona y nos concentramos en nosotros.
En casa nos enseñaron que las palabras que surgen de nuestro corazón, con veracidad y precisión siempre alcanzan su objetivo y tienden a provocar en la persona una escucha serena y como consecuencia de ella, una reflexión.
Las palabras no son ambivalentes, es decir, no alivian ni dañan; eso lo hacen las personas con sus intenciones.
Si a las palabras sumamos el análisis del momento y de la persona, es probable que provoquemos magia y tal vez, un resultado consensuado para quienes ahí intervienen.
Quizás no siempre encontremos en las palabras los sonidos o las letras adecuadas ni mucho menos el concepto o la idea precisa; sin embargo, si éstas salen del alma es probable que sean captadas en su esencia por otra alma.
En tu vida, ¿qué tanto juego le das a las manifestaciones de tu alma?
MOMENTOS PARA COINCIDIR.
Recuerdo que la mayoría de las personas que me han orientado para arreglar una situación difícil con alguien, ya sea una leve diferencia o un gran conflicto, siempre me han aconsejado algo básico: mantener la calma, entender la existencia del conflicto y generar una comunicación respetuosa y propositiva.
Desde luego, hay más puntos que son importantes como el generar una lluvia de ideas para alcanzar una adecuada solución, escuchar el consejo de un tercero imparcial, evitar presiones y aclarar confusiones.
No hay lugar para la culpa ni para vivir en el pasado; necesitamos enfrentar el problema con la razón, sensatez y sensibilidad pertinentes; siempre con la voluntad de construir hacia el futuro.
El sentido común juega un papel muy importante para encontrar la oportunidad óptima para dialogar; entendiendo que no hay cabida a pretextos cuando se invoca a la buena fe de las personas.
Hemos hablado de diferencias en la comunicación con jóvenes o niños; sin embargo, la vida siempre nos presenta obstáculos inesperados que nos ponen a prueba.
Si bien es importante tener presente que al terminar el túnel siempre habrá una luz, la fortaleza emocional que mostremos y la capacidad para adaptarnos y recuperarnos de los tropiezos, nos llevarán a concretar un resultado más favorable a nuestras necesidades. Veamos en la resiliencia una virtud a desarrollar y un elemento para ser nuestra mejor versión de ser humano.
Adicionalmente, habrá que tener presente que sólo está sólo quien quiere estarlo. Saberse objeto de afecto de parte de personas que nos conocen, nos dará motivos suficientes para sentirnos acompañados.
El diálogo estará roto cuando no haya más interés por mantenerlo, razón por la cual, dependerá de cada uno de nosotros sepultarlo o bien, llenarlo de esperanza con nuestra actitud y aptitud para desarrollarlo.
Buscar la cercanía con quien nos importa y generar su interés en tender puentes para una comunicación eficaz y efectiva es el reto.
Realmente … ¿TE HAS PERCATADO DEL VALOR DE LA COMUNICACIÓN EN TU VIDA?
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Posdata: Agradezco al periodista Rolando Díaz Cervantes la entrevista que me fue realizada para la radio del Perú.
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