Por Leopoldo González
El asesinato de Carlos Manzo, ocurrido en el Festival de las Velas en Uruapan, el pasado 1 de noviembre, reveló algunas cosas que no siempre se dicen ni se asumen.
México, a lo largo de su historia, se ha caracterizado por un temperamento ladino y simulador, lo que ha hecho de él el país del cuchicheo, del murmullo y el hablar entre dientes. Juan Rulfo lo captó y lo plasmó, casi pictóricamente, en esas dos obras magníficas que son El llano en llamas y Pedro Páramo.
En la primera obra, El llano en llamas, pone una pregunta sabrosa y muy profunda en boca de uno de sus personajes: -“¿En qué país estamos, Agripina?” Y Agripina contesta del modo más estruendoso que le es posible, únicamente alzando los hombros. En la segunda, Pedro Páramo, Rulfo suelta una afirmación que parece el retrato hablado de todo un país: “No decimos lo que pensamos”.
México no es el país de cualquier forma de silencio, sino el país de un silencio significativo, porque dice más cosas cuando calla que cuando habla. Si se averigua en lo profundo del alma colectiva, quizá se pueda concluir que el que no habla con palabras, un día podría sorprender a todos hablando con acciones.
El lamentable y condenable asesinato de Carlos Manzo, reveló y demostró algunas cosas que ya forman parte del imaginario colectivo.
Una de ellas, abordada por analistas serios en todo el país, son los presuntos vínculos inconfesables entre la banda del poder político y ciertas bandas delincuenciales: Carlos Manzo desafió a los dos, desde el decoro y la dignidad de un hombre valiente, y los intereses turbios no podían permitírselo sin poner en jaque su propio contubernio.
Lo otro que vino a exhibir el alcalde asesinado, es que a la inquilina de Palacio le importa mucho proteger a quien la puso ahí y salvaguardar los territorios guindas, aunque al resto de la población le vaya mal y viva a expensas de malandros de barrio y de rancho en todo el territorio nacional.
Algo más, es el hecho de que la 4T funciona hacia dentro, no hacia fuera. En la función de rumiar, las vacas y los camellos pueden masticar su propio alimento y digerir su propia agua durante horas o días, o incluso semanas, independientemente de la frescura y la promesa del entorno. En este aspecto, menos mal que los rumiantes son vegetarianos.
La sensación de que el actual gobierno, por sí mismo o por otros medios, está acabando con los lideres naturales y los activistas sociales en el país, es algo que ha permeado el ambiente social desde la muerte de Hipólito Mora, pasando por la de su sobrino y la del líder limonero Bernardo Bravo Manríquez, hasta llegar al crimen incalificable de Carlos Manzo en Uruapan.
La muerte de Carlos Manzo tiene sobre el país el efecto de la gota que derramó el vaso, porque en su causa y la del sombrero se reconocen y aglutinan la mayoría de las causas insatisfechas de México.
La señora Sheinbaum, tras el crecimiento exponencial del sombrerismo social y popular, ha hecho de todo para contener y apagar a uno de los movimientos cívicos más puros y congruentes del México reciente.
El “toqueteo” a inmediaciones de Palacio Nacional, para generar un distractor mediático y robarle atención al fenómeno Manzo, no funcionó.
Sobreexponer a Calderón y endilgarle a la derecha carroñera todos los males del país, como fórmula para desviar la atención y el mal humor social, tampoco fue funcional para el primer círculo del poder.
La detención del segundo tirador, Jorge Antonio Sánchez Ortega, en el asesinato de Luis Donaldo Colosio, tampoco surtió el efecto de un cambio de narrativa.
Presentar a México como “sede” del Mundial 2026, inflando un protagonismo deportivo que el país no tiene, también fue un acto fallido.
Presentar a Ricardo Salinas Pliego como un rico sin escrúpulos, un avaro incorregible y un perro del mal, tampoco le ha funcionado a quienes quisieron apagar el tema de Carlos Manzo y generar otro enfoque y otra percepción.
Por supuesto, el Plan por la paz y la justicia en Michoacán, presentado en la comodidad de una atmósfera palaciega, fue otra pifia.
La señora Sheinbaum y su gobierno se han visto muy inferiores para sortear y procesar una coyuntura de crisis como la que hoy vivimos. Lo peor no es el hoy: lo peor es lo que el hoy puede hacer en el mañana.
Pisapapeles
Se ocupan un gobierno y un plan para forjar una atmósfera de genuina y verdadera reconciliación nacional, pero nada se aquieta y todo se desacomoda.
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