Así como “la cabra tira al monte”, el inquilino de Palacio habla de tigres siempre que una obsesión lo domina, en el momento en que siente los respingos de la oposición y la sociedad cerca de Palacio o cuando las redes sociales y la opinión pública lo acorralan.
No siempre es así, pues no siempre habla de tigres; pero es un hecho que hay espectros que desatan la ira presidencial.
El presidente tiene la piel muy delgada frente a Claudio X. González, empresarios que no se le someten, intelectuales que hacen de la crítica una vocación de libertad, comunicadores y analistas insumisos y una sociedad rebelde que marcha y exhibe a cada paso las trampas y las triquiñuelas del gobierno; estos son sólo algunos de los espectros que le quitan el sueño.
Entre los idus de marzo y las iras de abril la distancia es muy corta.
El inquilino de Palacio es hábil para el chantaje político: vive de sembrarle miedo a los apocados y a los que se dejan, pero no siempre tiene éxito.
El tigre de que habla es la organización de turbas clientelares, para impedir que se cumplan el protocolo electoral y el respeto a la constitución y, así, dar forma a alegatos sin sustento sobre fraudes y golpes “técnicos” de Estado inexistentes.
En 2018, aunque la preferencia electoral lo favorecía, volvió a invocar a los tigres. Dijo: “Si hay fraude alguien va a soltar al tigre; yo me puedo ir a mi finca (de nombre conocido), pero quiero ver quién va a poder amarrar al tigre”. Luego salió el experto en lisonjas, John M. Ackerman, a decir: “Si nos hacen fraude, esto lo vamos a arreglar a chingadazos”.
Hace unos días, el presidente -irresponsablemente, como acostumbra- volvió a mencionar el riesgo de “soltar al tigre” en 2024.
En una primera lectura, hay que reconocer que el hijo de Macuspana al que muchos mexicanos apodan Don Berrinches, es un artista del chantaje: si algo no se le da por la buena, tiene que dársele -según él- por la mala.
En una segunda lectura, es claro que el titular del Ejecutivo está echando mano de una amenaza, según la cual sus candidatos deben ganar la elección a como dé lugar, porque si no, ¡arde Troya!
En una tercera lectura, el anuncio presidencial de “soltar al tigre” si no se hace y se cumple su voluntad y capricho, es lo mismo que intentar acalambrar y amedrentar timoratos, o algo parecido a “la técnica del asustamiento de persona” que invocaba el alumno Mascote en sus clases de la Facultad de Leyes.
El inquilino de Palacio se equivoca rotundamente cuando habla de fraude, porque fraude electoral no se puede hacer en México desde 1997, pero -chantajista como es- prefiere asustar con el petate del muerto, por si acaso pega.
Desde una lectura más fina y aguda, el amago de “soltar al tigre” si no triunfa su candidata equivale a una coacción psicológica sobre los electores y a la aceptación anticipada de que su candidata no lleva la delantera y puede perder.
Si ligamos el amago de “soltar al tigre” con el hecho de que la candidata calca no tiene luz propia, no prende, no emociona ni levanta, esto hace prever que se arma una estrategia artificial de caos y conflicto poselectoral, para disfrazar la derrota y negarse a entregar el poder a los legítimos vencedores.
Sé que a Morena no sólo le preocupa el tema electoral, por la sonada derrota que puede incluir, sino incluso otros temas en los que el Clan prefiere no pensar: las auditorías que exhibirían la cloaca que es la 4T, los asuntos penales de gran calado, los delitos contra la función pública y los temas penitenciarios a que tendría que hacer frente la pandilla que tiene al país hecho añicos.
El que anuncia que podría “soltar al tigre” si pasa esto o aquello, solamente está publicando su miedo frente al desenlace de la elección. Bajo este supuesto, ni está hoy ni estará mañana en posición ni en condiciones de amedrentar a nadie.
Una forma de medir el miedo latente del inquilino de Palacio, es contabilizar la cantidad de ocasiones en que inmoral e ilegalmente se mete a una contienda electoral en la que no es candidato, no figura su nombre ni es fórmula de ningún partido.
Y casi siempre, por los síntomas, se puede medir la gravedad y el tamaño de una enfermedad.
Lo de “soltar tigres” no es asunto que asuste ni deba asustar a nadie, por la naturaleza profunda del refrán mexicano que dice: “P´a los toros del jaral, los caballos de allá mesmo”. En este sentido, creo que la oposición tiene tigres en grado de suficiencia.
Además, hay que tener en cuenta que -en materia de felinos- a veces los tigres tampoco son como los pintan, pues los hay de toda clase: artesanales, de peluche, de estambre y de gelatina.
Pisapapeles
Cuando se gobierna bien a un país, nadie tiene necesidad de invocar zoológicos verbales ni de chantajear con bestiarios de humo.
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