El agua sí la queríamos…
Por Jaime López Rivera
Un servidor era un chamaco cuando se construyó una pequeña presa en el rancho Los Laureles, de donde era originario mi padre. Recuerdo que los ejidatarios dejaron de otear el firmamento en espera de las primeras nubes de mayo.
Fue aquel año de 1960, uno singularmente escaso de lluvias, así que los campesinos decidieron abrir, por primera vez, la compuerta de la presa. Pero era necesario tener antes la aprobación de la autoridad ejidal, por lo que se organizó una asamblea en la que, por unanimidad, decidieron que a la mañana siguiente abrirían la presa. Mirarían, por vez primera, salir de su prisión aquellos borbollones de un agua que parecía negarles el cielo.
Lo que nadie imaginaba es lo que después vendría. No pasaron más de cuatro horas cuando empezó un clamor que circuló por todos los rincones: cundió por las laderas, pasó entre los breñales, retumbó en los cerros vecinos y penetró a las casas a través de sus divisiones de bajareque. Todo el pequeño mundo de Los Laureles pedía que volvieran a cerrar la presa.
El presidente del Comisariado Ejidal, un señor de nombre José Valdez, convocó a una nueva reunión con carácter urgente. Allí se escucharían los reclamos de los lugareños.
—Habla tú, Anselmo —dijo uno de los campesinos.
El aludido se limpió el sudor con la manga de la camisa, y dijo:
—Mira, Pepe (así trataban, con esa sencillez, a su presidente del Comisariado Ejidal), ya tú te habrás dado cuenta de lo que está pasando, porque tú tamién recibites el agua de la presa pa’ tu parcela.
—El agua trai, —prosiguió Anselmo, al tiempo que iba estirando uno a uno los dedos de la mano, como si estuviera contando algo— desde ratas muertas, bolsas de plástico, palos, cucarachas vivas, latas de sardina, pedazos de alambre, bueno… con dicirte que hasta un zorrillo muerto le salió a Vicente.
—Sííí —se escuchó en el salón de clases que servía de recinto.
—Dile al gobierno —continuó Anselmo— que no la chifle, que’s cantada. Dile que ‘lagua sí la queríamos, pero no todo lo que trujo.
Querida lectora, respetado lector: Las pasadas elecciones trajeron a mi mente ese lejanísimo recuerdo, porque en mucho se parecen. Queríamos a López Obrador, pero no a todo lo que con él arrastró.