22 enero, 2023

Leopoldo González: Jóvenes sin esperanza

Aunque los jóvenes en México son mayoría y su peso en la matrícula educativa y en la economía son determinantes, son un sector en el abandono y al que no se le brindan oportunidades suficientes para su desarrollo.

Las taras de nuestra cultura, en las que tampoco se valora la experiencia laboral y de vida de los mayores de 40 o 50 años, indican que algo o mucho anda mal en nuestra sociedad, pues no se aprecia a quien se encuentra en plena edad productiva ni se aprovecha el potencial del que tiene el talento y la experiencia para dar rumbo a la industria y a la empresa en el mercado productivo y al gobierno en la vida pública.

Una sociedad puede ser ejemplo para sí misma y desembocar en la construcción de una patria sin gente frustrada o ninguneada, de una patria feliz, en la medida que brinde a todos la oportunidad de educarse y formarse, de ser productivos y de realizarse integralmente como personas.

Muchos jóvenes que no tienen oportunidades de educación ni de empleo, porque el sistema está mal o porque el gobierno no funciona como debe, sólo tienen tres opciones en su horizonte de vida: ir en busca de un pedazo del sueño americano, esperar la oferta tentadora del cártel o resignarse a una vida de pobreza y frustración, de amargura y desconsuelo, porque aquí “no sabemos ni dónde se alza el porvenir”. 

No hay respuestas de Estado para el hambre de desarrollo y de futuro de los jóvenes, en parte, porque se ha puesto en la cima del poder a alguien que no sabe de economía e ignora qué es el desarrollo y para qué sirve y, en parte también, porque a través de un programa clientelar como “Jóvenes construyendo el futuro” se pretende resolver con una aspirina el grave problema de una enfermedad crónico-degenerativa.

Por otra parte, poner en bandeja de plata la posibilidad de una educación balín en manos de los jóvenes, sin evaluaciones parciales ni verdaderos exámenes de competencias, no producirá en el corto y el mediano plazo a una sociedad alineada con el mérito y la excelencia, sino a una sociedad comodina y de bajo perfil como la quieren Delfina Gómez y la ministra Esquivel. Una mediocracia, pues.

Se ocupa ver a la educación como genuino motor del desarrollo y la excelencia, y lo que ahora tenemos, con las normales y la CNTE a la cabeza, es un modelo de subdesarrollo sostenible en materia educativa.    

El que en México el 44 por ciento de la población viva por debajo de la línea de la pobreza, lo que indica es que somos un país torpe, que no invierte en formación de capital humano y que pronto agudizará las problemáticas propias de una sociedad disfuncional.

Lenin escribió sobre los jóvenes algunas cosas atendibles, pero, ante todo, urgió a la sociedad y al sistema a brindarles atención y a asumir una tarea de corresponsabilidad en su felicidad. De los estudiantes, dijo antes de morir, en 1924, que eran “la parte más sensible de la intelectualidad”. Sin embargo, desde el punto de vista de nuestra cepa cultural dominante, Franz Kafka es más mexicano que Vladimir Ilich Ulianov Lenin.

Ha llegado la hora de volver la vista a nuestros jóvenes, que son el 53 por ciento de la población total del país, pero no con cataplasmas y paliativos, sino con políticas de Estado que respeten su dignidad y los empoderen: sólo así podremos ver con cierta esperanza el futuro.

La gran tragedia de muchas ideologías es que el inmediatismo de “tomar el cielo por asalto” les ha hecho perder de vista que el objeto de su reflexión es el ser humano; y lo mismo ocurre con el político clientelar y logrero: ve votos donde no debería ver sino a seres humanos.

En 2021 el desempleo juvenil se elevó a 21.6% (3.6% más que en 2019) y la crisis sanitaria profundizó la desigualdad en el acceso de hombres y mujeres a oportunidades de trabajo. Si en el caso de México el desempleo juvenil sigue sin abatirse a los niveles que debiera, el desempleo de los jóvenes en Latinoamérica será del 20% en 2023.

Por ello, las causas y caldos de cultivo de la metástasis criminal y la diáspora migratoria que hoy se agravan en nuestro hemisferio, de los que México es una oveja negra, no hay que buscarlos en el viento del norte o el neoliberalismo, sino en los tóxicos de las ideologías locales, en la incompetencia gubernamental y en el terror que les produce a ciertos políticos el ejercicio de la racionalidad.

Los jóvenes son la gracia del instante que pasa y el nervio del futuro, pero eso que son podría malograrse si no se les brinda atención y visión de Estado seria y suficiente; es decir, son nuestro capital del mañana, pero dejarán de serlo si se los toma y sólo se los usa como pieza experimental del ajedrez del poder.

Un país que no invierte en sus jóvenes es un país que descuida su propio futuro: hacerlos sentir útiles, hacerlos sentir valiosos, hacerlos sentir dueños de su propio destino, parecen ser las claves para rescatarlos de la confusión existencial, el ocio improductivo, la tentación de idealizar lo aparentemente fácil y la mediocridad. Y desde luego, también son las claves para empoderarlos.


Pisapapeles

La juventud sin guía es como un pájaro sin rumbo: sólo cuando halla la dirección adecuada es capaz de sorprendernos con la poesía que encuentra en las alas del aire.

leglezquin@yahoo.com

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