Sinrazones en la 4T
Por Leopoldo González
México, desde hace veinte meses, es un país sin gobierno ni rumbo, porque a eso le apostó uno de los gajos menores de la naranja electoral del país.
Ante el hecho de que la silla presidencial y la realidad nacional le han quedado grandes, López Obrador ha optado por refugiarse en el rol tradicional de “cabeza de manada” y en el de gobierno de “su” propia realidad, sin decidirse a asumir la postura de jefe de Estado para la que lo contrataron 29.2 millones de mexicanos.
Los cuadros de crisis que vive el país surgen y se multiplican por doquier, avivados por la ignorancia y en ocasiones por la inacción o la omisión gubernamental, mientras se carece de un liderazgo institucional sólido y de horizonte para sortear la inestabilidad y detener la descomposición nacional.
Muy dado a compararse con los grandes y a delirar en grande, como un acto-reflejo de su propia pequeñez (Nietszche, dixit), es altamente probable que al presidente López Obrador, de acuerdo con las cifras y resultados de su propia gestión, le queden “grandes” los verdaderamente “grandes” (Juárez, Lincoln, Rossevelt, Truman) y le sienten mejor los personajes históricos de estatura más bien corta, menuda, (“tzapichu”, como dicen los purépechas).
Está más que claro que la realidad lo desborda y que ni él ni su gabinete dan una: ni en salud, ni en seguridad, ni en economía, ni en relación bilateral México-EU, ni en inserción de México en el mundo, ni en cultura.
El pasado fin de semana, un cártel y algunas bandas delincuenciales lanzaron un desafío terminante al Estado, creyendo que aún hay Estado en México y que encontrarían respuesta. “El mal no se combate con el mal” y, además, más valen los “abrazos” de conversión que los “balazos” de apaciguamiento. Es una tristeza. El elegido para ser cabeza de un Estado democrático no conoce al Estado ni idea tiene del monopolio de la violencia legítima.
Se está dejando crecer un monstruo en México, y ese monstruo es el de los cárteles y las bandas del delito, que podrían terminar por engullirse a la sociedad y lo que queda del Estado en un solo bocado. A ellos, un día el presidente podría “acusarlos con sus mamacitas”. Lo dicho: no hay el más elemental conocimiento de los temas, ni clase ni nivel. “La estrategia contra el crimen organizado no variará”, aseveró el lunes el vocero de sí mismo.
En el norte del país la feroz resequedad clama al cielo y la crisis del agua podría desembocar en una escalada de mayores conflictos entre las comunidades y la GN. Pero el presidente no quiere que lo distraigan con “asuntos menores”. Él anda en lo suyo, en lo de él.
En el país repuntaron los feminicidios 7.7 por ciento entre enero y junio. Pero ese no es tema importante. El inquilino de Palacio anda en lo suyo: haciendo creer que en “su” realidad todo está bien, mientras la realidad verdadera se deteriora y descompone en cada rincón de nuestra patria.
250 mil MiPymes quebradas en el segundo trimestre del año, que agregaron un 41 por ciento de su desempleo al mercado laboral deprimido, significan miles de familias que perdieron su ingreso y cientos de miles de mexicanos que se agregan a la economía del hambre.
Lo que al presidente le fascina, en realidad, son sus propios temas, los que él juzga prioritarios e importantes. Los demás no tienen peso en su humor ni en su estado de ánimo.
Por eso se alista, desde ya, y al margen de que son asunto de la exclusiva competencia de la FGR, a convertir los casos Lozoya, Duarte, García Luna y Tomás Zerón de Lucio, en vendettas políticas al gusto para crucificar el pasado, en jabón y bióxido de cloro para lavar el sucio rostro de la 4T, en argumento de poder para enderezar el camino de Morena rumbo a los comicios de 2021.
Rebasado por la realidad de un país en descomposición, el presidente prefiere “su” realidad, en la que todo -o casi todo- es perfecto, en lugar de abrazar la audacia de los grandes para hacer, además de verdadera historia, historia significativa
Colocado en la cima de una estructura de poder que le queda grande, él ha optado por la fácil arenga de huestes y el liderazgo de rebaño en el que ha hecho surco y escuela, pensando que, quizás, la solución a los grandes problemas nacionales puede esperar.
Todo esto da pie para afirmar, con sobrada evidencia, que el presidente de la República hace meses no hace lo debido ni anda en sus cabales. Se queda a deber a sí mismo y sigue en deuda con el país.
Pisapapeles
No hay decoro. Después de casi una vida queriendo la silla presidencial, comprobamos que López Obrador quería ser presidente de la República para una sola cosa: para no serlo.
leglezquin@yahoo.com