LA LENGUA COMO INSTRUMENTO IDEOLÓGICO
Sonia Iglesias y Cabrera
El concepto de signo verbal
El llamado signo verbal forma parte del sistema semiótico que denominamos lenguaje fónico. Se encuentra constituido por una parte material que se expresa por medio de ondas sonoras (o por su reproducción en signos gráficos), y una parte que llamamos significado, producto de un determinado proceso cognitivo. A diferencia de otro tipo de signos en los que la captación de la parte material es imprescindible para llegar a conocer el significado del mismo, el SV posee lo que se conoce como “transparencia al significado”, que nos permite percibir de él sólo su significado sin que seamos conscientes de su parte material o fónica, salvo en momentos de reflexión metalingüística.
Lenguaje y pensamiento
La anterior característica se produce por el hecho de que el pensamiento y el lenguaje forman un todo único e indivisible. No hay pensamiento independiente del lenguaje, como no es concebible el lenguaje humano independiente del pensamiento, sino que debemos hablar de una unidad dual integrada por pensamiento/lenguaje. Precisemos el concepto de pensamiento con las palabras del filósofo D.P. Gorski expresadas en su libro Pensamiento y lenguaje:
El pensamiento en virtud del cual se refleja la realidad de una manera generalizada e inmediata, surgió históricamente con la aparición del hombre en el proceso de su actividad de trabajo.
Cualquier pensamiento que surja en la mente del hombre, tanto por su contenido como por su forma, no es más que un reflejo del mundo material. Pueden ser objeto de nuestro estudio no sólo los objetos los fenómenos del mundo material, sino además los fenómenos espirituales… pero incluso en este último caso, reflejamos de forma mediata la realidad material…
El pensamiento existe, se produce, se trasmite de un individuo a otro en forma de su envoltura material, en forma de palabras y de combinación de palabras.
La teoría de la reflexión
En cuanto a su génesis, el SV es el resultado de un proceso de abstracción y, dialécticamente, es, a la vez que producto, un instrumento que permite llevar a cabo dicho proceso, ya que, según un principio de selección, refleja un segmento de la realidad, al mismo tiempo que la refracta en un proceso de capacidad modificadora y creadora. Ahora bien, es necesario que entendamos que el reflejo de dicha realidad no se produce como un calco pictórico de ella, ni por una analogía estructural, sino merced a un proceso semántico, que coincide con lo que conocemos como contenido del proceso de pensamiento. La teoría de la reflexión toma en cuanta la dialéctica de las relaciones entre pensamiento y lenguaje y el conocimiento de la realidad, y otorga a los dos primeros calidad de instrumentos que dan forma al modo de comprender y aprehender la realidad objetiva. O dicho de otra manera, el hombre no refleja pasivamente el mundo que lo rodea, sino que en cierto sentido recrea y elabora un segundo mundo. El pensamiento-lenguaje adquiere un carácter activo que le permite “trasponer” el reflejo y poder realizar la actividad transformadora del mundo material. Así, la conciencia humana es la forma más compleja y superior del reflejo.
El concepto de lengua y de conciencia
Separar el pensamiento-lenguaje del ámbito social, implicaría negar tanto su origen como su evolución, y, lo que es más grave, sería despojarlo de que constituye su primordial y básica función: la comunicación. Sociedad y lenguaje constituyen dos elementos que se contienen uno al otro inseparablemente; no podemos concebir una sociedad sin lenguaje, como tampoco podríamos pensar en un lenguaje cuya existencia prescindiera de la sociedad. Como dice Émil Benveniste en su obra Problemas de lingüística general:
El lenguaje es para el hombre un medio –de hecho, el solo medio de llegar al otro hombre, de transmitirle y recibir de él un mensaje. Por consiguiente, el lenguaje pone y supone al otro. Inmediatamente la sociedad es dada con el lenguaje. La sociedad a su vez, sólo se mantiene por el uso común de signos de comunicación, Inmediatamente el lenguaje es dado por la sociedad.
Aquí nos encontramos ya en el terreno de la realización del lenguaje; es decir, en el terreno de la lengua. Siguiendo a Benveniste:
La lengua es la conciencia práctica que existe para los otros y para sí mismo… así la conciencia es desde el comienzo mismo un producto social y seguirá siéndolo mientras existan hombres. (Idem)
Si nos detenemos un poco en la anterior cita, podemos inferir que la lengua, en tanto que conciencia social práctica, es capaz de reflejar un determinado tipo de organización económica y política. Asimismo, la conciencia que posee un carácter social por naturaleza, se forma y se desarrolla como parte integrante de la actividad práctica social del hombre y comprende, no sólo el reflejo del mundo objetico, sino también la comprensión por parte del hombre de su actividad psíquica. La conciencia posee un carácter dinámico, puesto que permite al hombre modificar el mundo que lo rodea, y ser parte activa de él. Ahora bien, los contenidos específicos de la conciencia se encuentran determinados por la situación social que los hombres ocupan en el proceso de la producción en una etapa histórica determinada. Esto es, por la posición de clase que ocupan en las relaciones sociales de producción. Luego entonces podemos decir, que la lengua y el trabajo constituyen lo específico del mundo cultural humano.
Asimismo, la lengua es dialéctica, contiene en sí misma la ley de la contradicción. Sus diferentes connotaciones, o bien se ponen al servicio de los intereses de los grupos dominantes, o bien adquieren un carácter eminentemente revolucionario que permite adquirir una conciencia modificadora. De ello podemos deducir que la lengua permite la formación de la conciencia, misma que puede estar enajenada o en proceso de emancipación. Por ende, afirmamos que la lengua, a la manera de una unidad analítica, nos permite estudiar y comprender las manifestaciones ideológicas que tienen lugar en la sociedad. Es el detector de las contradicciones sociales. Su “uso” es general y colectivo en una sociedad, pero su contenido ideológico está determinado por el grupo social que lo utiliza.
Es necesario hacer hincapié en la capacidad que tiene la lengua de interpretar, directa o indirectamente, a otros sistemas semióticos, en base a su relación de intérprete a interpretado; esto significa que cualquier signo social puede ser traducido a signos verbales. A más de este carácter de interpretador, la lengua puede asumir las funciones de otros sistemas de signos; como diría Émil Benveniste: De suerte que la lengua será el intérprete de la sociedad. (Idem)
En síntesis, diremos que la lengua es un sistema de signos sui generis compuesto de una parte material fónica y de un significado resultado de una abstracción ligada al proceso cognitivo; ambos elementos no pueden separarse so pena de alterar su esencia sígnica. Su función principal es la de ser canal de la comunicación humana. La lengua posee una connotación dialéctica por lo cual su carga semiótica adquiere características enajenantes o revolucionarias. Asimismo, es un instrumento de análisis ideológico, ya que es empleado por los diferentes grupos que componen la sociedad de cuya formación y conciencia es responsable. La lengua es la expresión del pensamiento y, a diferencia de otros sistemas de signos, tiene la capacidad de ser intérprete de ellos. Permítasenos citarnos:
En nuestra sociedad formada por clases antagónicas, la lengua está investida de carácter clasista. Aun cuando es patrimonio de toda la sociedad, puesto que todos sus miembros hacen uso de ella, este uso y apropiación varía en atención a las clases y grupos sociales que integran dicha sociedad. Este hecho nos autoriza a hablar de una propiedad privada lingüística que permite a la lengua ponerse al servicio de los intereses de la clase dominante y actuar como un instrumento de alienación para las clases dominadas, instrumento por medio del cual se efectúa la transmisión ideológica –entendida ésta como falsa conciencia– que el sistema requiere para su sostenimiento.
La alienación lingüística se produce en el momento en que la clase dominante, por medio del control de los diferentes canales o medios de comunicación, impone su propia connotación del significado lingüístico a la clase dominada, y convierte al individuo en un repetidor semipasivo y en un portavoz de la ideología dominante, mera víctima del proceso social. Consume productos lingüísticos y los reproduce inconscientemente, perpetuando de esta manera la alienación lingüística.
…El cuerpo de ideas que comprende la ideología dominante; esto es la producción espiritual de la clase en el poder, no es un hecho fortuito, cuya existencia se deba a la casualidad, por el contrario, surge como una necesidad de justificación de las relaciones de producción y de la detección del poder en manos de una clase privilegiada. Así, la ideología está estrechamente ligada al modo de producción de una etapa histórica dada. Este modo de producción, o sea la manera como se producen los bienes materiales, está definido por la combinación entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción que se establecen entre los individuos. Las relaciones de producción, llamadas también estructuras, son aquellas relaciones necesarias que permiten la realización del proceso productivo en un determinado estadio de las fuerzas productivas. El reflejo de las condiciones de existencia de los hombres, forman lo que conocemos como superestructura, misma que descansa sobre la estructura económica, y a la cual corresponden determinadas formas de conciencia social que le son necesarias a la clase dominante, para justificar el poder que ejerce sobre las clases explotadas, y para dotar al sistema social de una consistencia y unidad que permita la realización del proceso productivo, sin que los trabajadores se percaten de que en dicho proceso, de su propia explotación se trata.
La ideología se manifiesta básicamente en dos formas: o bien como sistemas instituidos, como podrían ser la moral, la religión, la educación y el aparato jurídico; o como un sistema de costumbres y hábitos que tienen una realización cotidiana, como pueden ser los patrones de conducta familiares o los amistosos. Toda ideología nos es transmitida desde el momento de nacer, por medio de los diferentes sistemas semióticos que conforman nuestra sociedad, desde los códigos morales, por ejemplo, hasta el código lingüístico.