24 marzo, 2016

Los árabes y Occidente

Los árabes y Occidente

Por Ikram Antaki

La relación de los árabes con la libertad es uno de los problemas más serios a los cuales se enfrentan. Mientras que la libertad en el sentido social –primero como no-poseído y luego, en el contexto moderno, como libre de la opresión extranjera- es preciada y aun sagrada. La libertad en el sentido individual no existe ni siquiera como concepto y la sociedad hace todo para que no se permita su surgimiento.

La sociedad árabe es totalitaria. Ni es la mayoría que impone su voluntad a la minoría, ni las minorías tienen derecho a existir. No existen estas divisiones. Existe un todo, la totalidad de la comunidad que consagra su voluntad gracias a la institución de la regla del Ijma’ = la unanimidad. Por eso, los 99.99% que las dictaduras “logran” en sus escrutinios nacionales parecen menos chocantes allá que acá: en una sociedad donde rige la voluntad unánime, el voto no es más que una formalidad.

El Islam surgió como estado y el Corán como Constitución de este estado. Desde el primer día de su triunfo todo se institucionalizó. La importancia del Poder: al Sulta, es enorme. Aquí no caben ni los movimientos anarquistas ni las grandes individualidades. ¿Qué pasó entonces con el universo del individualismo que es el arte, la creación literaria, el pensamiento?

Se desarrolló un mundo hecho de esquizofrenia elaborada y de vidas destruidas. Mientras que el estado era lo suficientemente fuerte para soportar a sus artistas y sus pensadores, les sirvió de mecenas y cuidó de ellos, permitiéndoles libertades de niños malcriados que no ponen en peligro al conjunto social. Es así como un Abu Nawäs pudo ser un homosexual, alcohólico y libre pensador, aun viviendo en los aposentos del poder. Pero cuando este poder –debilitado por alguna u otra razón- agregó a la terrible cadena que representa la imposición del Ijma’, las prohibiciones de todo tipo –prohibición de la pintura, de la escultura, de la música, del baile y del amor…-, aquellas individualidades hinchadas: poetas, escritores, creadores de todo tipo, se encontraron como gatos arrinconados, obligados a hacer cultura sin ninguna de las condiciones que permiten hacerla. Y la hicieron enfrentándose al poder y a las instituciones. La historia de la literatura árabe en ese sentido es aleccionadora. El número de creadores que vivieron en la miseria o acabaron en la desgracia y que hoy se estudian abundantemente en nuestras escuelas es abrumador.

Ellos son nuestra cultura, ganándoles de lejos a los que se acomodaron a la represión, intelectuales de pie pequeño que hicieron su fortuna en épocas de mediocridad institucionalizada, mientras que los genios de la nación padecían toda suerte de sevicias.

La sociedad árabe, es bien sabido, es manca. Su mitad está expulsada de la vida, mantenida en estado de eterna infancia.

Pero el machismo árabe es muy diferente del machismo mexicano. Mientras que este último agrega a sus innumerables gracias la sorprendente particularidad biopsicológica de crear hombres que nunca crecen, al punto de transformarse en hijos de sus propias mujeres, las consecuencias del machismo árabe son, al revés, mujeres que no maduran, y que tanto la sociedad como las leyes mantienen fuera de la responsabilidad. Los hijos son responsabilidad de los hombres (aun cuando la crianza en la primera infancia es asunto de mujeres). No existen hijos abandonados ni hombres que bromeen sobre su responsabilidad respecto de sus muchos hijos.

Protegiéndose a sí misma, la sociedad árabe hace del machismo un asunto real de crecimiento de una sola de sus mitades con todos los derechos y deberes que esto significa (en este sentido, y si caben aquí las preferencias, el machismo árabe resulta menos dañino que el de México, donde el hombre tiene todos los derechos, sin los deberes que deberían acompañarlos).

La esquizofrenia árabe es tan total que difícilmente alguien puede escapar de ella. Existe el universo mental y existe el universo real. Muchas veces se enfrentan. El primero es sumamente atractivo. El segundo aterrador. Por esta razón decidí dividir La cultura de los árabes según estos dos mundos. Solamente así se puede llegar a entender a los árabes.

Los encuentros y desencuentros entre las dos partes del mundo de los árabes llegan a crear verdaderas monstruosidades: cuando el mundo cerebral y el real son ambos débiles, se da una cierta armonía; no así cuando el primero tira por delante y el segundo por atrás. El resultado es una sociedad que solamente funciona a costa del ser humano.

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