Por Leopoldo González
No es casual que cuando las cosas les salen mal y la realidad se desmorona frente a sus pies, los populistas saquen del cajón de sus tretas la acusación falsa de boicot o sabotaje, para afirmar que si esto o aquello no sale bien es porque sus enemigos -reales o imaginarios- conspiran en las sombras para que les vaya mal.
La técnica de un manejo verbal y propagandístico del sabotaje, para acusar a otros de lo que sea, es un invento de los fascismos que precipitaron la Segunda Guerra Mundial, y es hoy un artilugio aprobado en los manuales de cabecera de Sao Paulo, con el que se busca -y frecuentemente se consigue- burlar la realidad.
Esa técnica es usual en políticos y gobernantes sin escrúpulos ni valores, que así eluden hacerse cargo de las consecuencias de sus actos y acusar a otros por lo que no hicieron.
La treta del sabotaje aconseja: “Si algo sale mal o no funciona, hay que responsabilizar siempre a la oposición o a los enemigos del pueblo, porque al fin los seguidores lo creerán y lo repetirán hasta que sea una verdad social innegable”.
Así, pase lo que pase con una estrategia de seguridad equivocada, un mal manejo de la economía, la falta de mantenimiento a los trenes y no invertir en capacitar a los empleados y operadores del Metro, los culpables de todo esto siempre serán los demás, los otros, pues si algo no pinta en estos tiempos es la mínima decencia y honradez para reconocer que el gobierno se ejerce con horarios y recursos de hoy, y que es el verdadero responsable de lo que ocurre en el país.
¿Qué lógica se usa para responsabilizar a los demás de los propios fracasos, o de lo que sea, con tal de salir bien librado en la ecuación histórica? ¿Qué sentido tiene la lógica a la hora de hacer de los otros, por maldad y narcisismo, seres malignos o perros del mal? Aristóteles concibió las dos, la lógica inductiva y la deductiva, pero no alcanzó a prever al homo neobarbarus como categoría aparte, que haría de la lógica un invento del demonio.
López Obrador viene de perder el grueso de las batallas de 2022, entre ellas la de la permanencia del INE, y ya acumula las primeras batallas perdidas de 2023: no logró imponer como presidente a una ministra servil en la Suprema Corte, sufrió un revés en la elección de magistrado presidente del Tribunal Electoral, ha caído sobre el tramo cinco del Tren Maya otra suspensión provisional y, para colmo, Mejía Berdeja le descuadra el “arreglo” en Coahuila y en Edomex las cosas no se ponen fáciles para Morena.
Hay quienes creen que la lógica no es nada lógica, porque no obedece a los imperativos del poder o porque -como ciencia- termina imponiendo sus fueros y saliéndose con la suya. ¡Bendita lógica!
Si la ministra Esquivel no ha salido bien librada de las batallas de opinión pública, ni del tribunal de su conciencia, y esto condujo a que no fuera elegida presidenta de la Corte, esto no pudo sino ser obra de una maquinación perversa de los sacrílegos neoliberales.
Si desde la jefatura de Gobierno se escamotea el dinero para el mantenimiento de la vigilancia y los trenes del Metro, y esto provoca tragedias y accidentes que afectan a los usuarios, la culpa es de la señora que lanzó con saña unas aspas de lavadora en las vías o de los malditos conservadores a los que no les acomodan los éxitos rotundos de la 4T.
Para una mentalidad que se planta en abierto y claro desafío frente a la realidad, es seguro que haya nacido ya entre nosotros la Liga Profana del Boicot o una Legión del Sabotaje, prestas para desviar y ensuciar el sacrosanto camino de una patria feliz.
Si el periodista Ciro Gómez Leyva salió ileso de un atentado que -según todas las circunstancias- debió costarle la vida, y al final no pasó de un gran susto, esto deben haberlo armado como fabricación de un “autoatentado” las fuerzas más viles que hay en México, o quizás lo urdieron en conciliábulo neoliberales y conservadores para afectar al inquilino de Palacio y perjudicar la marcha del país.
Incluso, si la actual cuesta de enero es la peor que hayamos vivido en los últimos 20 años, esto prueba -según cierta megalomanía- que los elementos ingobernables no pueden depender sino del plan maestro del saboteador.
Hace falta que alguien explique, sin cantinflismos ni palabreos, cómo es que la realidad que no se deja gobernar resulta ilógica e incomprensible para el gobierno, y por qué un atentado contra un comunicador es indicio de que un plan de desestabilización avanza sobre el país.
Llama la atención que ahora, cuando más inteligencia y talento se ocupan para gobernar, se carezca de liderazgos e intelectuales de verdadero peso para darle articulación y rumbo a la sociedad y a la vida pública.
Normalizar desde el poder un discurso de odio contra el crítico y el disidente, es el temple de personalismos inflamados a los que no les preocupa el bienestar del país sino el triunfo de su propia causa.
Por eso a la lógica, a veces, no le queda más opción que enmudecer, escoger como sitio de libertad el remanso de un libro o replegarse al espacio cerrado de un aula de clases.
Pisapapeles
Aquel que ve “moros con tranchete” y los hace palabra, debe mandar hacer una auditoría urgente a su propia conciencia.
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