Poeta y escritora italiana, Paola Lucarini (1942-2024) colaboró en revistas como «Hellas», «Firme nostri», «Città di vita», también participó activamente en el teatro. Sus libros de poesía (Seme di ulivo, 1981; Dei massimo la neve ardente, 1983; Fiori dalle pond d’ink, 1985) obtuvo importantes premios y reconocimientos, entre ellos el Tarquinia-Cardarelli, el Barbi Colombini, también destaca su libro San Miniato al Monte (2019), premio Camposampiero, entre otros.
Sobresale en su poesía un fuerte rastro místico; su experimentación poética que toma rasgos de viaje espiritual cercano a la gran tradición de nuestros mexicanos, Carlos Pellicer, Concha Urquiza y Elsa Cross. Tal como lo señala el escritor Carmelo Mezzasalma: “Paola Lucarini vivió siempre esta pasión por el conocimiento, aquí más que en otro lugar, en su San Miniato al Monte, pronuncia, con la fuerza de lo inevitable, el nombre feliz de aquello que custodia el tiempo, su profunda e intensa búsqueda poética: el respiro de Dios en el mundo”. Esta búsqueda incesante del soplo divino en los lugares cotidianos a través de la palabra, deja sin duda, un legado importante a la genuina tradición poética. Descanse en paz esta trascendente poeta de la bella provincia de Ancona, y cuyo funeral se llevo a cabo este día en la Certosa di Firenze; hoy, de luto.
Paola Lucarini
(tres poemas)
Comunidad del corazón de María La extraordinaria extraña emoción del verte arrodillado en oración blanca figura en el huerto de los olivos, dice que un tiempo ya habíamos visto esta hora juntos quizá era una hoja plateada, una pequeña piedra, un hielo de hierba, una mariposa o el perro que pasa a un lado en su movimiento fugaz mientras tú la eternidad contemplas pero esta poca memoria es también eterna, como nosotros, en gracia tuya estamos. Como es fácil fatigarse Como es fácil fatigarse -y fatigarse en vano- más bien de recoger el regalo de la vida en simple corazón que reconoce así el hombre se niega a horizontes de gratitud presume de ser en sí y para sí ciego de estima vidente Al fin qué una mano la aferra La clava al salvífico parto, rompe lo cerrado de las valvas flotando la luz cualquiera pare con sufrimiento de amor su perla de cielo. Una mujer mortal Una mujer mortal te acompaña aquí, esclava y dueña dentro de la casa donde vive tu cuerpo Yo soy otra, dimensión invocada del eterno sueño Mientras desde el pasado se prolonga Mírame en el brillo de la fuente, inocente sapiente, y reconóceme: yo soy tú, tu secreto brota.
Versiones de Carlos Higuera