Por Leopoldo González
El asesinato de Carlos Manzo, en el país de las tragedias sin sentido ni respuesta, ha marcado un punto de inflexión en el hartazgo de México hacia el actual gobierno.
El alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, era el hombre que México buscaba y en el que podía confiar, porque tenía las características del símbolo heroico dispuesto a encabezar y liberar a un pueblo, cansado de tanta burla e injusticia.
La inconformidad y la impugnación hacia la 4T, por los motivos que todo mundo conoce o intuye, han venido creciendo en el país hasta configurar una espiral del estruendo. No obstante, la inconformidad y la impugnación social sin un liderazgo claro y visionario, tienen sus asegunes y sus limitantes.
Se percibía, pues, la falta de un liderazgo a ras de tierra para unir tanta inconformidad dispersa y cohesionar a los millones de ciudadanos que exigen punto final a la situación infernal a que ha llevado la oligarquía de Morena al país.
Carlos Manzo, al margen de su personalidad y sus desplantes sui géneris, fue un personaje perturbador que le estorbaba a muchos intereses, incluidos el CO y el vértice del poder. Según la Scotland Yard de Gran Bretaña, al culpable de un asesinato hay que buscarlo entre sus posibles beneficiarios y, en el caso del alcalde asesinado, no hay que ir muy lejos por las respuestas.
Osvaldo Gutiérrez Vázquez, (a) “El Cuate”, el malhechor que cegó la vida de Carlos Manzo, había sido denunciado en redes por el edil, apenas en julio pasado, por los delitos de extorsión, secuestro, lesiones y homicidio en Uruapan. Fue detenido, eso sí, y puesto a disposición del Ministerio Público. Pero unos días después fue liberado. Quién estuvo o está detrás del asesinato, se sabrá el día del Juicio Final. Lo que ocurrió posteriormente es del dominio público.
Alguien a quien la voz y las verdades de Carlos Manzo irritaba, seguramente quería quitárselo de en medio y lo logró, por 50 o 100 mil pesos.
Lo cierto es que, después del asesinato de Carlos Manzo, la señora Sheinbaum acudió al mismo cajón de siempre, para reiterar -ad nauseam- el mismo libreto, la misma narrativa y la misma cantaleta de siempre.
La retórica plana y enfadosa de disco rayado, que se deleita en ignorar la realidad y la verdad, no le sienta bien a quien -se supone- trae credenciales científicas de impecable manufactura.
El pobre fantasma verbal de Calderón, que concluyó su encargo constitucional en 2012, ahora resulta que es el culpable de cuanta masacre y asesinato ocurren en el país. El argumento, a fuer de ser veraces, es de manufactura penosamente barata.
La derecha reaccionaria hija del averno, es también responsable de todos los crímenes que han ocurrido y ocurren bajo el cielo limpio de la 4T. Los científicos que realmente lo son se avergonzarían de semejante profundidad analítica y reflexiva.
Los comentócratas, claro que sí, ellos también son responsables del México inhóspito y nublado que Morena le ha recetado a la República de Morelos, porque en lugar de hablar del México rosa bajo el cual vivimos, no se tientan el corazón para hablar del México rojo, como si esto fuera una gracia.
Los empresarios, ¡y no se diga Ricardo Salinas Pliego!, por supuesto que son culpables de lo que haga y le salga mal a Morena, pues son tan malos que ni siquiera deberían llamarse mexicanos.
El colmo de tan sesuda argumentación, con la que buscan sacudirse el alud de acusaciones por el crimen del alcalde, es que EU y Trump quieren aprovechar la crisis por el asesinato de Carlos Manzo para conspirar contra México y, en una de esas, de plano invadir a nuestro país.
Si uno ve bien, la inquilina de Palacio no enjuicia en ninguna forma a los criminales, ni anuncia una embestida ejemplar del gobierno para reivindicar la memoria de Manzo y de México, quizás porque algo o alguien se lo impide.
Es decir, tras un escándalo o un asesinato político que sacude al país, el gobierno activa el distractor, la cortina de humo, el montaje, o de plano el circo mediático, o todo eso junto, como táctica para desviar la atención ciudadana o estrategia de control de daños…
… Y, como casi todo en el país remite al escándalo o a la adrenalina de la sangre, México sigue ejercitándose, día a día, en la farsa como género teatral menor.
Pisapapeles
Carlos Manzo no merece el olvido; tampoco que se abarate o se “venda” su sueño de construir un México diferente al que tenemos. Ojalá lo entiendan quienes deben entenderlo.
leglezquin@yahoo.com

