El 24 de abril de1834 reasume el poder Antonio López de Santa Anna recrudeciendo la división de grupos políticos en nuestro país. Era el pan de cada día: las pugnas enre los federalistas y los centralistas fueron durante mucho tiempo las divisiones sociales políticas y culturales que establecieron las bases del primer gobierno democrático en nuestro país. Bajo el tenor de los grupos masones y los grupos centralistas conservadores, hubo una decisión marcada que fragmentó al país llevando con ello a uno de los gobiernos más débiles de la historia de nuestro país. México, desde entonces, no había visto una situación tan singular como la que tenemos hoy en día. El gobierno de Claudia Sheinbaum que celebró sus 100 días de presencia política, es en este momento, la presidencia más débil de la historia de México. Y no digo esto con el afán de revivir la vieja pugna de 1834, es que de forma fantasiosa, el exPresidente Andrés Manuel López Obrador recreó la supuesta lucha entre el movimiento de Morena y los mal llamados Conservadores; dando a entender que su ínclito partido, Morena, representaba la gran Revolución liberal del siglo XXI. Ese invento, que más bien fue propaganda, puede justamente volverse una trampa terrible.
El primer aspecto de dicha trampa, obviamente, es la desintegración de los cuerpos políticos adversos al gobierno de Morena, llevando a cabo la vuelta al monopartidismo político que inició en el pasado siglo XX. Un peligro que ya vemos de cerca con la llegada del gobierno de Claudia Sheinbaum y con su mandato asumido desde la consonancia de una vieja práctica priísta: el dedazo artero. Bajo el cobijo de una opinión pública obtusa y nulificada por la gran masa de voces, aunque ingenua; poco preparada por parte de la izquierda. Como dichas voces son múltiples, apenas permiten que la oposición emita un punto de vista claro, un mensaje que llegase a las mayorías sin disolviese en el griterío de las multitudes. no lo quisiera decir de esta forma, pero un tanto analfabetas de la situación y de la Historia de México. Caso curioso es el de Andrés Manuel, tratando de ilustrar a las masas desde la perspectiva de los liberales del siglo XIX y etiquetando a las clases políticas vigentes como los Conservadores y resumiendo la historia en una simple analogía entre buenos y malos.
El proceso intelectual del cuerpo político de este país, aglutinado a través de las masas que ha convocado el mismo ex Presidente, es incapaz de ver algo distinto a una guerra entre buenos y malos; entre la pureza y lo impuro; entre las dualidades condicionadas de sistemas binarios y que no resuelven en absoluto un problema mucho más profundo, tejido muy fino desde el desarrollo político, económico y social del país.
La inteligencia colectiva no tiene la capacidad de abstracción para analizar un proceso político fuera de la dualidad que se ha dicho. Obviamente la única manera de asumirlo es a través de algo que se parece mucho a una telenovela, o una serie, donde hay un malo absoluto y un bueno puro e ingenuo que al final triunfa dentro de este sistema político. No conforme, las limitantes de un ejercicio intelectual como ese, que nos han llevado a no ver con claridad, una situación que apareció a la vuelta de la esquina; la reelección de Trump (que va a traer un problema grave en un futuro inmediato). El gobierno de Claudia Sheinbaum, construido desde una arquitectura política inestable, colocada a través de un andamiaje débil y sin un fundamento en el cuerpo político, debido a que todo el poder fue conferido como una especie de transmisión directa del gobierno anterior a la Presidenta. El problema de heredar un poder político es que puede reemplazarse por cualquier variable, es decir, si no hubiera sido Sheinbaum podría haber sido también Marcelo Ebrard o , finalmente, Ricardo Monreal. Sin duda, solamente se ocupó un espacio en un rol político preestablecido por el gobierno de AMLO. Prueba de ello es el hecho de que la misma Presidenta no le ha dado un tono personal a su gobierno, ha tenido que imitar todos los procesos políticos y los rituales enajenándolos para sí misma. Ya no se sabe dónde está el gobierno de Claudia Sheinbaum y dónde termina la influencia de Andrés Manuel López Obrador. Como evidencia tenemos la reforma al Poder Judicial que se atribuyó de forma inminente al gobierno de Sheinbaum aunque la propuesta vino directamente de la administración anterior.
Cabe señalar, actualmente, que los eslogans y spots que integran la continuidad del proyecto político no aportan absolutamente nada nuevo a las ideas, hablando de un segundo piso de la Cuarta Transformación. Reza el proverbio de la Eclesiastés: “Nada nuevo existe debajo del sol”, así el gobierno de Sheinbaum emplea y dirime los problemas con el único giro del supuesto feminismo integrado a su gobierno.
La brutal copia solo ha servido para tratar de mimetizar su cuerpo político, pero en realidad sin resultados claros. Pensemos esto: si Trump toma una decisión de intervenir en el país con respecto a los narcos calificándolos de terroristas, no hay en realidad una posición profunda, por parte del gobierno de México: con un cuerpo militar débil, con mandos poco leales a un personaje como la Presidenta, pero sí a un partido.
Lo que tendría una posibilidad de suceder aquí, en caso de una guerra entre México y Estados Unidos, Claudia Sheinbaum estaría sola con un puñado de allegados que formaron parte de su gabinete, pero el cuerpo político, cuya naturaleza le es leal a Andrés Manuel López Obrador, dejarían sola al actual Presidenta ante la adversidad y la toma de decisiones diplomáticas que se aproximan. La debilidad de los 100 días es la fortaleza de Donald Trump. México no puede ofrecer resistencia alguna a una fuerza que no se detiene como es la fuerza de un gobierno Republicano con un fuerte acento racial y, por supuesto, con una dura agenda política internacional, de intervención y de detención de los carteles. Un problema grave para México resulta ahora ya Estados Unidos.
Por otro lado, no podríamos distinguir en qué momento el gobierno de Trump pudiera decidir una intervención directa con sus fuerzas de seguridad sobre México. También hay una posibilidad clara de usar la presión política para doblegar al gobierno mexicano ( recreando el escenario de una intervención suave en términos de política moderna). Dicho así, mantendríamos una soberanía vulnerable como se sabe, poniendo en evidencia el estado actual de nuestra casi nula capacidad bélica para defender las fronteras.