2 diciembre, 2016

La atipicidad en la obra de Dante Medina: Leopoldo González

La atipicidad en la obra de Dante Medina

Por Leopoldo González

letra_franca_dante_medinaEl escritor atípico y lúdicamente provocador que es Dante Medina, publicó en 2014 otra más de sus obras atípicas, bajo el título feliz, juguetón y afortunado de: SONETOS: QUÉ SON… ETOS? El soneto atípico en la literatura, en el que se abordan y estudian todas las formas y tradiciones, los cánones y las reglas de la elaboración del soneto, desde su forma y metro clásicos hasta su forma –diríamos- posmoderna.

Muchos han sido –quizá cientos- los filólogos, estudiosos del quehacer poético, sonetistas, críticos literarios, ensayistas y demás investigadores del arte e ingenio del soneto, los que se han ocupado de establecer su historia en las distintas literaturas nacionales, de situar los diferentes cánones y reglas que ha seguido su desarrollo en la península europea y fuera de ella y, desde luego, de mostrarnos los temas y los móviles interiores en que se asienta el soneto, en primer término para decirse a sí mismo y en segundo para decirnos su verdad o mentira.

En otras palabras, son tantos y tan buenos los académicos y escritores que han dedicado parte importante de su tiempo, de su formación y de su vida al estudio del soneto, que hasta podría decirse que todos ellos forman un solo cuerpo de noctámbulos, una familia dispareja unida por el soneto, o bien, una legión atípica: la legión de los sonetólogos.

Sin embargo, quienes conozcan el estilo atípico, juguetón y desenfadado de Dante Medina y de su escritura, estarán de acuerdo conmigo en que había un enorme vacío en la investigación y estudio del soneto, y que ese vacío fue subsanado (lo sabrán, lo sabrán ustedes cuando lean el libro) en el momento en que un escritor sin rigidez mental ni tiesuras emocionales, como Dante Medina, se fijó el propósito de estudiar por años los ecos y recovecos del soneto, para llegar a publicar una obra como la presente, que es de las mejores en su género.

El propio autor define en las páginas iniciales de esta obra: “El soneto es una forma fija con mucho prestigio en la lengua española. Catorce versos endecasílabos (…) (de once sílabas cada uno), divididos en dos cuartetos y dos tercetos, con rimas entrelazadas, son un canon. El uso clásico prefiere las rimas ABBA-ABBA, CDC-DCD. Aunque la tradición admite varias combinaciones (…) en los cuartetos y en los tercetos. La regla mayor pide –sigue diciendo Dante Medina- rimas entrelazadas entre los cuartetos, y rimas entrelazadas entre los tercetos”. Pero en cuanto al tono y la temática, “baste apuntar que lo lírico y la poesía cortés están en los orígenes del soneto”.

El soneto, esa forma condensada de expresión que trata de todos los temas: desde los más aparentemente simples hasta los más intrincados, con la gracia del ingenio y el ingenio de la gracia; esa estructura poética que es la de mayor prestigio en todas las lenguas, nace con el poeta cortesano Giacomo da Lentini (ca. 1210-1260), quien le diera la armadura y medidas que conserva hasta nuestros días. Dante Medina, en este libro que todos deberíamos tener en nuestra biblioteca, recuerda el dato de que “gracias a los sonetos fechos al itálico modo” del Marqués de Santillana (1398-1458), y a la gran aceptación en la España del Renacimiento de este sistema discursivo de hacer poesía, seguimos escribiendo sonetos típicos…”.

Un ejemplo de soneto típico es el que escribe Diego de Mendoza a la reina, en el que se emplea, como bien asienta Dante Medina, “una acrobacia retórica que en matemáticas se llama hoy en día recursividad”, en la cual la definición contiene lo definido. El soneto se titula “PEDÍS, REINA, UN SONETO. YO LO HAGO”. Dice así:

Pedís, reina, un soneto. Yo lo hago.
El primer verso y el segundo he hecho:
si el tercero me sale de provecho,
con otro verso en un cuarteto os pago.

Ya llego al quinto. ¡España! ¡Santiago!
¡Fuera, que entro en el sexto! ¡Sus, buen pecho!
Si del séptimo salgo, gran derecho
tengo a salir con vida de este trago.

Ya tenemos a un cabo los cuartetos:
¿Qué me decís, señora? ¿No ando bravo?
Mas sabe Dios si temo los tercetos.

Y si bien con este soneto acabo,
nunca en toda mi vida más sonetos.
Ya de éste, ¡gloria a Dios!, he visto el cabo.

Sin embargo, así como en literatura las formas verbales y los temas tienden a repetirse, también es una tendencia universalmente aceptada el que se busque generar renovaciones y metamorfosis a partir del modelo “original”. Y es por aquí, precisamente, por donde cobra carta de naturaleza toda tentativa de innovación, o de transgresión y ruptura, en el arte y en la literatura.

Las primeras manifestaciones atípicas del soneto, que lo que buscan es superar su forma clásica, establecer variaciones en su estructura o crear otro molde sobre el original, fueron introducidas por movimientos literarios como el Barroco y el Modernismo, que en su momento le dieron al soneto otras combinaciones y otros metros: el alejandrino de catorce sílabas, o bien, el verso de nueve sílabas. A este respecto, consigna Dante Medina que “ya desde tiempos de Miguel de Cervantes se jugaba a usar el estrambote, es decir, a agregarle algunos versos extras al soneto”.

En esta obra, que contiene el más completo muestrario del soneto a través de la historia, no sólo hay sonetos célebres que tienen más de catorce versos, sino sonetos que se solazan en la impudicia de la falta de gracia y de la demasiada economía verbal, e incluso sonetos tan sin lógica interna, tan sin discurso, como el de José Juan Tablada, titulado “A un Lémur” (que se presenta a sí mismo como un “soneto sin ripios”, es decir, sin palabras de relleno), que en mi opinión podría llegar a ser el más raro ejemplo, el más terrible engendro del soneto atípico, lo cual no es culpa de Dante Medina sino de un Juan de la literatura mexicana.

En fin, yo diría que la mejor manera de asomarse a la feliz erudición y a las divertidas complejidades de esta obra, es tomarse la tentación de leerla con una actitud relajada y un gran sentido del humor, ampliamente recomendables como antídoto existencial frente a los tiempos que vivimos.  

Leopoldo González
Coloquio de Pensamiento y Letras 2016

 

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