Carlos Higuera, Escaso y amargo material para hacer una fogata. Secretaria de Cultura, México 2021, 76 pp.
Unir de algún modo dos continentes a través del Mar Mediterráneo y el Océano; el mar mediterráneo no llega propiamente a Florencia, si no a través del río Arno. Que desemboca en aquella parte del Mediterraneo y que es el mar Tirreno. Pero los italianos cuando quieren pueden ser muy fantasiosos. Giorgio La pira, alcalde Apasionado de Florencia, se inventó, por sus dibujos de paz y por una visión altísima que tenia de la ciudad que Florencia estaba sobre un monte, mientras todos saben que se extiende en una planicie, entorno a una montaña artificial que es el Domo, la Catedral de Santa María de las Flores a la sombra de la cual he podido encontrar a Carlos higuera.
No soy un académico, soy un periodista de la provincia italiana y un escritor -pero conozco diferentes autores de América Latina. Soy deudor de un traductor elegante como Emilio Coco a una poeta y docente de gran valor como Martha Canfield, y a un grupo de poetas que se habían unido entorno al Colectivo R , como Luca Rosi, de origen Venezolano.
Sin embargo, he percibido en los autores que he leído en el curso de los años, sobre todo en los más actuales, o un gran sentido del amor y de la belleza en todas sus manifestaciones o un fuerte sentido de fragmentación, a veces tristeza desesperante como una monotonía de la cual siempre se tiene miedo de ser preso y de ser arrastrados por una tensión que nos lleva al espasmo. Tengo presente a Isaac Goldenberg peruano, judío y estadunidense, y el salvadoreño Jorge Galán. En la introducción al nuevo libro de Higuera intenté identificar el fondo histórico político y existencial que creo da origen a esta doble modalidad expresiva que se manifiesta sin gradaciones, en una suerte de todo o nada:
Le pregunté que era cultura
y me señaló a un vagabundo
en harapos
Sentado afuera de un Mac’Donalds.
En Carlos Higuera, en cambio, estos dos aspectos coexisten como un mismo canto, a veces dulce, no pocas veces doloroso. Para explicarme mejor intento utilizar una de sus imágenes: aquella de la separación de la fragmentación de los espejos o de los vidrios hechos añicos que sin embargo reciben luz del sol que surge de nuevo sobre la ciudad y sobre los niños que buscan un espacio de juego en la periferia. En esta irradiación se siente la posibilidad de una vida reconstruida, no entregada a los sepulcros:
Era la nube alta en el cielo de asfalto
eran un par de tacones en el piso
y una boca sin boca
y un calendario lleno de manchas de aceite
en un taller mecánico.
Este hilo mantiene unido el camino de Higuera, desde La última arquitectura del viento (2015) a El paraíso te nombra de 2019 hasta el Canto de las ciudades rotas (2020) y ahora en esta Escaso y amargo material para hacer una fogata. Higuera toma las partes de las víctimas, parece a los aparecidos, reconoce a la cultura como un vagabundo que sentado se pregunta la caridad delante de un MacDonlad´s. Mientras preparaba esta reseña pensaba en la victimas sin fronteras, como los niños muertos de frío en la ciudad turca de Pasakoy, que nos acusan; para ellos como para los otros que podemos decir “si hubiese sabido, habría actuado” habría bastado un chaleco, pantalones, zapatos como los que tiramos. Quizá no basta decir: ¿contra quién protesto? Cuando juzgamos el mundo, los otros, lo hacemos frecuentemente por no acusarnos a nosotros mismos.
La reconstrucción de las ciudades, de las ciudades despedazadas, necesitan también de la pausa y la reflexión, sentimiento y razón que nos ofrece el lenguaje poético que lo advierto siempre, es una forma profunda de lógica, que puede alcanzar el corazón de quién lee, diría con Borges, que es una “rosa profunda”. A veces la mirada de Higuera intuye esto de Dios. Me llega a la mente un pensamiento de Romero, con el cual saludo a todos “hay criterio para saber si Dios esta cerca o lejos de nosotros cualquiera que se preocupe del hambriento, del desnudo, del pobre, del desaparecido, del torturado, del prisionero, de toda esta carne que sufre, está cerca de Dios.”
Michele Brancale (1966), vive en Florencia, Italia. Escritor y periodista entre sus libros se encuentran: La fuente de acero, Salmos metropolitanos (Prefacio de A. Tabucchi), El apócrifo en el baúl, las novelas Éxodo en la sombra y El brazalete de Toledo; escribe para el periódico La Nazione. Ha participado en diversas antologías. Además su poesía ha sido traducida al español.