29th

diciembre
29 diciembre, 2023

El asunto es el respeto

El tema del respeto es general y transversal, pues además de ser un valor y un principio aplicable a todos los aspectos de la vida, puede ser analizado desde la religión, las normas de urbanidad, la política, la educación, la filosofía existencial y cualquier otra disciplina que tenga estricta relación con la dinámica de lo humano.

Al margen del sólido edificio conceptual que, desde casi cualquier disciplina (menos la entomología), podría abordar el respeto y el lugar que el tema ocupa en nuestra sociedad, creo que tratarlo como un valor y una rama de la Bioética podría resultar muy interesante.

Si “dar es recibir”, de acuerdo con Francisco de Asís, todo aquel que da respeto lo recibirá en correspondencia, por ese Karma que indica que todo lo que damos lo recibiremos como un guiño o un eco del universo.

El respeto es básico en un círculo de amigos, tanto para conservarlos como para multiplicarlos y hacer que la amistad tenga el valor agregado de la calidad.

El respeto es esencial en un centro de trabajo, no sólo porque es la base de la confianza y la armonía en las relaciones interpersonales, sino porque todos los valores alrededor del respeto se traducen en un buen ambiente de trabajo y en productividad.

De todas las frases que dijo o que se atribuyen a Benito Juárez, la mejor es la más conocida y que lo recibe a uno desde el cerro más alto de la capital oaxaqueña, en un anuncio luminoso que inunda de neón el paisaje: “El respeto al derecho ajeno es la paz”.

Con estricto rigor, habría que decir que la frase fuente no es propiamente de Juárez, sino del teólogo Santo Tomás de Aquino, aquel doctor de la Iglesia que escribió la magna “Summa Teológica”, en la que aparece la frase completa: “Entre los hombres como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.  

No es un pecado de herejía ni de blasfemia que a Benito Juárez, quien leyó en el seminario a Santo Tomás, le haya gustado la frase y la haya hecho suya ipso facto. Fue útil para su discurso y para la cultura política de su tiempo, lo cual no es pecado venial ni majadería ni cosa por el estilo.

La cuestión es el respeto al otro cuando hablamos, cuando escribimos, cuando pronunciamos un discurso y cuando manejamos una estadística como si fuese un grano de la piedra filosofal o una pieza de dogma.

Aquí es, según creo, donde le falla al presidente López Obrador su compromiso con la verdad (“no mentir”), su adhesión a lo que él llama “valores y principios” (sólo de dientes para afuera) y su falso apego a lo que se presenta como un producto teórico de la 4T: ese galimatías que llaman “humanismo mexicano”, y que nadie ahí sabe cómo explicar.

Las sociedades que pierden el respeto a la verdad, como parece ocurrir con México, en realidad se pierden el respeto a sí mismas y están listas para que cualquier criatura de laboratorio, cualquier engendro o antivalor haga con ellas la monstruosidad que se le antoje.

Los manuales de comunicación política diseñados por Goebbels, como ministro de propaganda de Hitler, “el caudillo del mal”, no sólo apuntaban a la banalización del mal (Eichmann), sino a suplir la realidad-real por la del dirigente o gobernante y a colocar la mentira fantasiosa en boca de todos para convertirla en verdad. Y no es por alarmar a nadie, pero esos niveles de fanatismo popular y callejero ya comienzan a verse y a sentirse en nuestro país.  

La mentira como sistema no le hace bien a nadie, y menos a quien se supone debe conducirse con la verdad mientras dirige los destinos de todo un país.

Si al presidente no le dan bien los datos o miente deliberadamente sobre cada especto de la vida nacional, los mexicanos tenemos tres problemas por resolver: acabar con la normalización de la mentira, establecer la primacía de la verdad en nuestra vida pública e impedir que un experimento dictatorial avance sobre México para empinarlo aún más.

Cuando la mentira ocupa el centro del cuadrante ideológico y es el núcleo de la comunicación política de un gobierno, lo menos que puede pensarse es que ese gobierno nos está faltando al respeto a todos. ¿Alguien lo duda?

La Bioética no es una filosofía de marcianos o para seres astrales, sino una filosofía de normas y principios de vida aplicables a gobernantes y ciudadanos. Yo diría que no es una filosofía metafísica, sino una filosofía patafísica por excelencia.

Por eso, hay que insistir con reiteración y exigir hasta el cansancio, que tenemos derecho a la verdad sobre lo que ocurre, del mismo modo en que tenemos derecho a ser respetados.


Pisapapeles

El respeto nunca pasa de moda, porque jamás ha sido ni es una moda: su problema es que como atributo educativo de época es un bien perecedero. Y, además, ni siquiera es su problema: es el nuestro.

leglezquin@yahoo.com

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