AMLO cae de la gracia de muchos
Por Leopoldo González
Los que votaron por AMLO, poco más de 29 millones de mexicanos, en realidad votaron por alguien sin preparación; alguien que sólo sabe hacer grilla y se ha revelado como un extraordinario embaucador de masas, pero hasta ahí.
Desde luego, quienes sufragaron por este Mesías del populacho estaban en su derecho a hacerlo. Por muy errados o equivocados -y la realidad demuestra que lo estaban- los que votaron por este señor ejercieron su derecho a creer y a confiar en él. Esto, por supuesto que es muy respetable y no está a discusión.
El que México haya optado, en 2018, por la peor alternativa de gobierno, significa que los síntomas del deterioro y el empobrecimiento de la democracia mexicana tocaban fondo, y que, si no había más y mejores alternativas que “lo peor”, ello indica que, por primera vez en muchas décadas, México se colocó en los filos de la más grave crisis de alternativas de su historia, de la cual sufrimos hoy las consecuencias. Es lo que podríamos llamar la cultura política del ´mal de Parkinson´, en la que cualquier expectativa de mejoría es inversamente proporcional al tamaño del mal y el deterioro que tocan a nuestra puerta.
Las “razones” que aducen los que votaron por Andrés López, y las pongo entrecomillas, esas sí que deben revisarse cuidadosamente y sí que son discutibles.
En una franja están los votantes del hartazgo hacia el viejo régimen, que no es que hayan votado a favor del Mesías de Macuspana -dicen ellos-, sino a favor del cambio y de un nuevo régimen. Se equivocaron, porque no colocaron lo “nuevo” ni lo “mejor” en el vértice del poder, sino un remedo de democracia cavernícola.
En otra franja hacen fila los que se decían “hartos” del hurto, la corrupción y la impunidad, y cuya desesperación los condujo a la fórmula elemental y al argumento “harto” pobre, consistente en decir: “Ya mejor que nos roben otros”. El General Belgrano, de Argentina, puntilloso y con su característico sentido del humor, habría atajado ese sentir ciudadano con una fórmula no tan pobre ni tan elemental: “Lo importante no es cambiar de amo, sino dejar de ser perro”.
En una franja más están los votantes psicológicos, investidos de una emocionalidad militante a toda prueba, que en su angustiosa búsqueda de un héroe o “superhéroe” de consumo popular, llegaron a creer que López Obrador sería algo así como “el camino, la verdad y la vida” y, en el peor de los casos, el Fantomas de la liberación de México, el Chanoc de los pobres y necesitados sometiendo al enorme cocodrilo de la vieja clase política o, ya de perdida, el Zorro justiciero golpeando al mercado y a los ricos para dar unas migajas de “dignidad clientelar” a la pobre gente. Se equivocaron también, pues la imagen que más se asocia en redes sociales con Andrés López, sobre todo después de la treta de carpa de la rifa del avión, es la de un vitriolo o un personaje de parodia.
En la última franja, que no es la menos importante, figura el votante por conveniencia y toda la variedad de “ninis” de distinta edad que usted guste, que no votaron por López Obrador como tal, sino a favor del cheque y el suspiro clientelar que fluirían religiosamente mes tras mes, o bimestre tras bimestre, para asegurar así la compra de dignidades y conciencias del “México dolido”, que ya con el cheque del Estado (entendido como pieza y aceitado engranaje de beneficencia pública), pasaría a ser el “México de la obediencia asegurada”. La equivocación y el terrible error de endiosar a un Estado Unipersonal y Asistencial, radican en la anestesia colectiva que produce.
En el balance, después de todo lo que se esperaba del encantador de pobres, lo que hay es que no hay nada: en lugar de obras, carpa y circo; en lugar de tino y visión de Estado para gobernar, crisis y conflicto. Un México polarizado que no resistirá indefinidamente la burla y la frivolización que diaria y mañaneramente se hacen de su vida pública.
Por eso, según el reporte más reciente de “México elige”, López Obrador ha caído al 53 por ciento en aprobación y respaldo popular.
Por eso mismo, de acuerdo con el seguimiento semanal de Mitofsky, el presidente tiene siete semanas consecutivas cayendo en los estudios de opinión.
Se ocupaba, y aún se ocupa, un proyecto político de época y de gran visión, para resolver y superar la crisis profunda que agobia al país.
Pisapapeles
Se necesitó una sola elección para institucionalizar el deterioro de México. ¿Cuántas elecciones o lustros serán necesarios para revertir la institucionalización y profundización del deterioro?
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