16 abril, 2018

CRÓNICA DE LA ELECCION PRESIDENCIAL DE 2006

La derrota de Andrés Manuel López Obrador

CRÓNICA DE LA ELECCION PRESIDENCIAL DE 2006

Por Leopoldo González
Politólogo/Director de Letra Franca.

Las elecciones del 2 de julio de 2006, fueron las más reñidas en la historia reciente de México. Por haber sido una contienda tan competida, el entonces Instituto Federal Electoral (IFE) determinó contratar a un grupo de expertos, con experiencia profesional en el ramo y de gran reconocimiento internacional, para que integraran el llamado Comité Técnico del Conteo Rápido. Fueron 5 los científicos convocados, quienes durante 6 meses trabajaron en el diseño de una metodología que les permitiera determinar la tendencia y distinguir claramente a un ganador de la elección presidencial, una vez concluida la votación en todo el país.

En el mes de marzo de 2006, Andrés Manuel López Obrador parecía tener una ventaja cómoda sobre sus principales adversarios. Según las encuestas, eran aproximadamente 7 puntos los que lo separaban de Felipe Calderón Hinojosa, quien entonces ocupaba el segundo lugar.

Con el trascurrir de los días, esa tendencia se fue reduciendo y a finales del mes de abril algunas encuestas le daban una ligera ventaja a Felipe Calderón. Sin embargo, al término de las campañas AMLO volvió a repuntar, pero con una mínima diferencia, lo que hizo que la Coalición de partidos que lo postuló y el propio López Obrador se confiaran. “Ya ganamos”, lo decían varios de sus colaboradores.

Semanas antes de la elección se suscribieron varios acuerdos en las oficinas del Instituto Federal Electoral entre los consejeros electorales, los consejeros legislativos y los representantes de los partidos políticos, todos ellos integrantes del Consejo General del IFE.

Con esos acuerdos el proceso electoral fue validado en todas sus fases. Los firmantes reconocieron que había condiciones para asistir a una jornada electoral equitativa y legal y que el resultado de la elección sería aceptado y respetado por todos, pues afirmaban que no había razón para ponerlo en duda.

Además, acordaron que no se difundiría el resultado de la elección para presidente de la República, si el Comité Técnico del Conteo Rápido había observado que la diferencia entre el primero y el segundo lugar en la votación era menor al 1%, ya que esto no permitiría distinguir con certeza a un claro ganador. Incluso Horacio Duarte, quien fuera el representante de la “Coalición Por el Bien de Todos” ante el IFE, por la mañana del día de la elección hizo un llamado a candidatos y partidos a no “dar albazos” (anuncios anticipados de triunfo), y pidió que se respetaran el proceso electoral y sus resultados.

Por su parte, Andrés Manuel López Obrador había declarado a varios medios de comunicación, tanto nacionales como extranjeros, que “la competencia era limpia y el proceso legal”, razón por la cual no tendría por qué haber conflicto postelectoral y mucho menos que la elección pudiera ser anulada. Esto lo declaró el 20 de junio de 2006.

Con todos esos acuerdos y declaraciones, se llegó a la jornada del 2 de julio. La apertura de casillas trascurrió sin incidentes, únicamente no pudieron ser instaladas 11 de las 173 mil 488 casillas que se abrieron en todo el país.

Conforme iba trascurriendo la jornada electoral ese 2 de julio, los encuestadores no se atrevían a dar tendencias por lo cerrada que estaba la elección. Cuando los integrantes de la “Coalición Por el Bien de Todos” supieron que el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) le daba una ligera ventaja a Felipe Calderón, empezaron a ponerse nerviosos y a cuestionar el programa.

A las 11 de la noche del 2 de julio, el Consejero Presidente del Instituto Federal Electoral, Dr. Luis Carlos Ugalde Ramírez, se dirigió a la Nación con un mensaje que cimbró al país. Informó que el Comité Técnico del Conteo Rápido manifestaba que la diferencia entre el primero y el segundo lugar para presidente de la República era tan estrecha, que no se podía anunciar a un ganador, ni adelantar rangos de votación para nadie. Lo que hizo Luis Carlos Ugalde en ese momento, fue acatar el acuerdo que con anterioridad habían suscrito todos los integrantes del Consejo General del IFE y tomar en cuenta las recomendaciones que hacían los 5 científicos del Comité Técnico del Conteo Rápido. No había ninguna intención dolosa por parte del Consejero Presidente, como lo llegó a denunciar la “Coalición Por el Bien de Todos” después de escuchar el mensaje.

Al verse en desventaja, la “Coalición por el Bien de Todos” no solo desconoció el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), también puso bajo sospecha el Conteo Rápido, por lo que a través de su representante en el IFE pidió a los científicos de este ejercicio le proporcionaran la base de datos para verificar sus afirmaciones. Cuando los cinco expertos accedieron a darle esta información y la “Coalición Por el Bien de Todos” comprobó que Felipe Calderón aventajaba a Andrés Manuel López Obrador por una mínima diferencia, entonces la Coalición de AMLO buscó otros motivos para desconocer los resultados de la elección y cuestionar todo el proceso electoral, contrario a lo que semanas antes y durante la mañana del 2 de julio había declarado.

A las 11 de la noche con 17 minutos de ese día, Andrés Manuel López Obrador, violando todos los acuerdos suscritos por los integrantes del Consejo General del IFE y haciendo caso omiso de las recomendaciones del Comité Técnico del Conteo Rápido, se declaró ganador de la contienda electoral para presidente de la República argumentando que aventajaba a Felipe Calderón por medio millón de votos. Tiempo después se supo que había mentido deliberadamente, pues su encuestadora oficial, Ana Cristina Covarrubias, le había informado minutos antes de las 11 de la noche que Felipe Calderón lo rebasaba, aproximadamente, por 400 mil votos. Esto lo declaró Ana Cristina el 20 de noviembre de 2006, y precisó que personalmente le había entregado esos datos a López Obrador en sus propias manos.

Luego de una serie de declaraciones y amenazas, la “Coalición Por el Bien de Todos” empezó a idear varios “argumentos”, algunos falsos y otros tramposos, sobre un supuesto fraude electoral.

Se alegó, entre otras cosas, que durante la campaña la “guerra sucia” contra López Obrador había sido implacable; lo que no se dijo es que él también denostaba y se burlaba de sus adversarios. En realidad, todos se descalificaban entre sí: la guerra de declaraciones y de spots negativos lo mismo golpeaba a unos que a los otros. Se señaló que los gastos millonarios en las campañas de los otros contendientes fueron excesivos, pero se comprobó que AMLO y la “Coalición Por el Bien de Todos” fueron los que más spots televisivos trasmitieron, y respecto a los gastos en general, se supo que la Coalición erogó alrededor de 616 millones de pesos para su campaña, mientras que la de Felipe Calderón había costado aproximadamente 584 millones. Realmente, Roberto Madrazo y el frente que lo postuló fueron quienes más dinero gastaron y, sin embargo, no les alcanzó para posicionarlo en los dos primeros lugares. De este modo, se comprueba que el dinero no fue el que hizo la diferencia, por lo cual, con este argumento la Coalición pro AMLO no logró probar nada, y entonces se enfocó en otras tretas y acusaciones.

Andrés Manuel López Obrador habló de un supuesto algoritmo que, según él, había manipulado los votos para perjudicarlo, pero nunca pudo explicar la base científica para demostrar su dicho.

También se argumentó que en muchas casillas se había expulsado a los representantes del PRD. Cuando el IFE demostró que en los paquetes de las casillas electorales no había ningún recurso de impugnación, ni queja alguna de los representantes, y que además las actas de casilla tenían estampada la firma de todos los representantes de partido, López Obrador reviró afirmando que los representantes de la “Coalición Por el Bien de Todos” ante las casillas electorales no habían “actuado con rectitud”. ¡Era el colmo!

¿COMO SE DEMOSTRO QUE ERA IMPROBABLE UN FRAUDE ELECTORAL EL DIA DE LA ELECCION?

Desde 1997 la posibilidad de cometer fraude electoral en México es nula, por razones de organización electoral, de presencia ciudadana y de supervisión partidista del proceso, de logística y de seguridad cibernética en los cómputos electorales; el máximo órgano electoral del país (IFE y después INE) ha hecho un esfuerzo consistente, elección tras elección, para perfeccionar sus procedimientos y garantizar que sean respetados los principios de objetividad, imparcialidad, confiabilidad y certeza del proceso electoral. Dichos métodos y procedimientos para inhibir la más mínima probabilidad de fraude electoral, tuvieron una de sus mejores expresiones en la elección federal de 2006, con las siguientes decisiones y medidas adoptadas por el Consejo General del IFE:

  • Las boletas electorales contaron con siete dispositivos de seguridad que las hacían infalsificables.

  • Antes de la elección, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Unión Europea (UE), la Organización de Estados Americanos (OEA), miles de observadores nacionales y extranjeros y organizaciones de la sociedad civil, destacaron la fortaleza técnica del IFE; certificaron la confiabilidad del Padrón Electoral; verificaron los mecanismos de seguridad de las boletas electorales y auditaron la capacidad técnica del PREP y del Conteo Rápido. Además, comprobaron que las mesas directivas de casilla estaban integradas por ciudadanos que vigilarían que el proceso fuera legal, independientemente del candidato o partido de su preferencia, pues ese día, su deber era actuar conforme a la ley.

  • Otro aspecto que daría confiabilidad al proceso electoral el día de la elección, era que se habían inscrito para ser observadores 25 mil ciudadanos mexicanos y 693 extranjeros, los cuales serían distribuidos por todo el territorio nacional. Además, se registraron 1 millón 240 mil representantes de los partidos políticos ante las casillas electorales, más los ciudadanos que vigilarían que su voto fuera respetado. Es decir, iba a ser -y fue- una de las elecciones más vigiladas en la historia de nuestro país.

Una cosa era cierta: durante la campaña hubo declaraciones y posturas sumamente polarizadas. El presidente Fox hacía declaraciones imprudentes; algunos miembros de la iniciativa privada tomaron partido de manera abierta; candidatos y partidos se descalificaban entre sí; en este contexto, era muy complejo medir el efecto que las opiniones y promocionales positivos o negativos de cada candidato tendrían sobre los electores. Por tanto, el Instituto Federal Electoral no tenía elementos jurídicos suficientes para frenar a todos. Lo hizo con el presidente Fox y con los miembros del Consejo Coordinador Empresarial, pero nada más.

Sin lugar a dudas, hubo votos que fueron producto del corporativismo, otros más que se emitieron por miedo o por intereses de los propios ciudadanos; pero esto sucedió con todos los candidatos, lo cual no quiere decir que se justifique y mucho menos que sea sano para la democracia. Efectivamente, fueron prácticas deshonestas, pero no fraudulentas.

Recordemos que el SNTE, a través de Elba Esther Gordillo, dio instrucciones a sus huestes y a algunos gobernadores y funcionarios para que votaran por Felipe Calderón; pero tampoco hay que olvidar que el extinto Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), abiertamente dio su respaldo a Andrés Manuel López Obrador.

Sin embargo, después de la elección ninguna explicación -por científica que fuera- satisfacía a Andrés Manuel López Obrador y a la Coalición de partidos que lo postuló. Pedían anular la elección, pero las pruebas que presentaban no tenían un verdadero soporte jurídico; en la mayoría de los casos sus argumentos eran débiles e incluso irrisorios, como por ejemplo, el pedir que se anulara la votación de la casilla número 4450 de la ciudad de México, solo porque en el acta el secretario de casilla, por un error (quizás debido al cansancio), había invertido el número de la calle donde se encontraba ubicada, pues en lugar de 64 había puesto 46, pero esto en nada alteraba la votación emitida en ese lugar. Sin embargo, la Coalición pro AMLO insistía que deberían ser anulados esos votos.

Cuando la Coalición declaró que se había expulsado de muchas casillas a sus representantes, el IFE les comprobó con las actas en las manos, que en los 300 distritos electorales funcionarios de casilla y representantes de los partidos políticos certificaron la validez de la elección estampando sus firmas en las actas de escrutinio y cómputo, sin ninguna impugnación de por medio; además, en el portal de Internet del IFE, de manera ininterrumpida, estuvieron permanentemente a la vista las actas de votación que iban fluyendo de las casi 173 mil 500 casillas electorales que se instalaron en todo el país. Con esto, el IFE les demostró que esa acusación era falsa.

Andrés Manuel manifestó que había alrededor de 3 millones de votos perdidos, porque con ello querían ocultar el fraude; era falso: lo que pasó es que el Instituto Federal Electoral separó las actas que presentaban alguna irregularidad y las había reservado en el archivo de inconsistencias para hacer la revisión correspondiente, pero los votos no estaban escondidos como aseguraba López Obrador.

Argumentaron que la Coalición contaba con 40 mil actas de casilla que presentaban inconsistencias. Cuando el IFE les pidió que le proporcionaran las listas con los señalamientos precisos, para instruir a los Consejos Distritales a hacer la revisión correspondiente, la Coalición le fue dando largas al asunto y al final no pudo entregar las pruebas que demostraran sus acusaciones.

Solicitaron que se abrieran los paquetes electorales para dar certeza a la elección, pero este resultó ser un “argumento tramposo”, pues sabían que, al hacerlo, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación podía tener elementos para anular la elección, si se rebasaba el porcentaje de “casillas con inconsistencias” que contemplaba la Ley Electoral.

Hablaron de que se habían “falsificado actas” y “embarazado urnas”, pero no entregaron las pruebas ni señalaron las supuestas urnas embarazadas. Ante esto, el IFE les demostró que en los paquetes electorales no había escritos de impugnación, ni algún otro documento que comprobara sus dichos.

Manifestaron que se habían violado las bodegas para alterar los votos; cuando se les pidió que hicieran los señalamientos concretos, se les demostró que en los pocos casos donde hubo lugar a alguna revisión, habían estado presentes los representantes de los partidos políticos, incluidos los de la Coalición, y solo se había hecho para cotejar algunas actas que ellos mismos habían impugnado.

En el juicio de inconformidad que presentaron, al que se le llamó “recurso madre”, la “Coalición Por el Bien de Todos” solo pidió el recuento del 16.6% de la totalidad de las casillas electorales, contrario a lo que Andrés Manuel López Obrador proclamaba en el zócalo capitalino, donde pedía el recuento total bajo la consiga “voto por voto, casilla por casilla”. De esta manera engañaba a sus seguidores y a la gente más desinformada del país, asegurando que la elección del 2 de julio había sido “un cochinero”. Esta era una demanda política, no jurídica, en la que usaba un doble discurso, pues él y sus más cercanos colaboradores sabían que por la vía legal no podrían probar, como no pudieron, el supuesto fraude electoral.

De esta manera fue como los argumentos de la “Coalición Por el Bien de Todos” se fueron desvaneciendo, pues tanto el IFE como los Magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación les fueron probando, con datos y argumentos irrefutables, que sus señalamientos eran falsos y dolosos.

Sin embargo, la Coalición continuó en su misma postura de que se abrieran todos los paquetes electorales para “limpiar la elección”, y al no obtener respuesta, sus representantes y voceros arremetieron contra todos: desconocieron el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), se manifestaron contra los 5 científicos que integraron el Comité Técnico del Conteo Rápido, descalificaron a los Magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), desconocieron a los observadores nacionales y extranjeros y a los representantes de la ONU y la Unión Europea, así como a otras organizaciones de la sociedad civil que le habían dado seguimiento a la elección. Pero quienes recibieron los peores calificativos y denostaciones fueron los consejeros electorales, y en especial el consejero presidente Luis Carlos Ugalde. Al Consejo Electoral lo llamaron “árbitro cómplice”, y a Luis Carlos Ugalde “ratero y delincuente”.

Cuando los Magistrados del Tribunal Electoral resolvieron que era improcedente el recuento total de votos, entre otros motivos porque la Coalición únicamente lo había solicitado en 24 mil 786 casillas, y una vez desvanecida esta solicitud emitieron el dictamen final declarando ganador de la contienda por la Presidencia de la República al C. Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, López Obrador enloqueció y en un zócalo repleto de seguidores convencidos de un supuesto fraude electoral, se declaró “presidente legítimo de México” y se le impuso una banda tricolor.

¿POR QUE PERDIO AMLO EN 2006?

Según algunos expertos en materia electoral, así como analistas y estudiosos de los fenómenos sociales y políticos, además de la percepción de muchos mexicanos, el que López Obrador haya perdido la elección del 2 de julio de 2006 se debió, entre otros factores y motivos, a los siguientes:

1.- Al inicio de la campaña, la opinión pública y en especial la de la Ciudad de México hablaban de que su gestión como Jefe de Gobierno del DF había sido exitosa en varios aspectos. Esto lo llevó a creer que tendría el apoyo y la simpatía de un porcentaje importante de electores en todo el país, si se presentaba como candidato a la Presidencia de la República.

2.- Con las encuestas a su favor y una opinión pública condescendiente con él, en la Coalición de partidos que lo postuló llegaron a pensar que la elección del 2 de julio sería un mero trámite, porque la presidencia -según ellos- ya la tenían ganada; sin embargo, no solo se confiaron, sino que se volvieron arrogantes y desdeñosos, empezando por López Obrador.

3.- Cuando se llevó a cabo el primer debate, al que fueron invitados todos los candidatos presidenciales, López Obrador decidió no asistir, a pesar de que sus asesores y amigos más cercanos le insistieron que eso sería un error. No los escuchó. Con esto, en la opinión de muchos mexicanos quedó la impresión de que se trataba de un político altanero, necio y soberbio.

4.- Por el poder unipersonal que llegó a tener dentro de su partido, el PRD, no solo se impuso a sí mismo como candidato a la Presidencia de la República (recordemos que no surgió de una elección interna) sino que también se sintió con la facultad para nombrar a quienes serían los candidatos a diferentes puestos de elección popular. Ello, en la opinión de muchos mexicanos, e incluso de integrantes de su propio partido, generó la idea de que se trataba de un personaje controlador y autoritario.

5.- Le llamó “chachalaca” al presidente Vicente Fox, lo que para muchos era inadmisible, no porque se tratara de Fox, sino porque se había agraviado a la institución presidencial, lo cual se consideró una afrenta para los mexicanos.

6.- Ninguneó a los medios de comunicación y se burló de las casas encuestadoras cuando los números y porcentajes de intención de voto no le favorecían, lo cual volvió a refrendar la percepción de que se trataba de un hombre de personalidad arrogante y autoritaria.

7.- La “Honestidad valiente” de que se ufanaba, se fue desmoronando cuando se le demostró que estaba rodeado de pillos, corruptos y malandrines, del estilo de Gustavo Ponce (ExSecretario de Finanzas del GDF), Carlos Imaz (ExDelegado político en la capital del país), Ramón Sosamontes y René Bejarano (su ExSecretario Particular, más conocido como “el señor de las ligas”), entre otros. Aunque hizo el intento por deslindarse de ellos, a los ojos de muchos mexicanos no era creíble que un hombre que ejercía tanto control sobre sus subordinados, no supiera en qué pasos andaban. Realmente, existía la creencia de que Andrés Manuel también era cómplice. Es decir, tenía su lado oscuro.

Hoy, a 12 años de aquella contienda electoral, López Obrador vuelve a competir como candidato a la Presidencia de la República, ahora bajo las siglas de la Coalición “Juntos Haremos Historia”.

Aunque aparenta ser distinto y un poco más moderado, la personalidad de López Obrador es realmente inquietante y sigue inalterable.

Tiene el control absoluto del Partido Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), donde nada se hace ni se mueve sin su consentimiento. Con su arrogancia impide que otros puedan externar un punto de vista distinto al de él. Esto no habla precisamente de un demócrata, pues su poder unipersonal dice lo contrario.

AMLO ha manifestado que el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) es un “referente moral” en un país de simulación e hipocresía. Si así fuera, por qué entre sus filas caben personajes como Elba Esther Gordillo, que por décadas no solo saqueó las arcas del SNTE, sino que con sus acciones le hizo tanto daño a la educación y al país; o Leonel Godoy Rangel, el peor estafador financiero en la historia de Michoacán; o Albero Anaya Gutiérrez, dueño del PT y uno de los políticos más corruptos y cínicos de la izquierda; o René Bejarano, Rafael Ochoa y últimamente Napoleón Gómez Urrutia, por sólo mencionar a unos cuantos.

No solamente eso: en su afán por reciclar a la “mafia del poder” está haciendo candidatos de su partido a personajes que en el año 2006 fueron sus más furibundos críticos, como un Germán Martínez Cázares o una Gabriela Cuevas. Lo que realmente sucede es que a Andrés Manuel, en su obsesión por obtener la Presidencia de la República, no le importa sumar a su movimiento a personajes de la peor ralea; y hacer esto en alguien que se dice puro, que no miente, que no roba ni traiciona -según él- es absolutamente inmoral. Su doble discurso es una verdadera traición a sus seguidores y al país.

¿Qué urge un cambio en México? Claro que es urgente un cambio, pero no cualquier cambio, pues nuestro país ha sido lastimado durante años por tanta violencia, corrupción e impunidad. Sin embargo, no basta sólo un cambio de gobierno en nuestro país, cuando el cambio que verdaderamente se necesita es estructural, de abajo hacia arriba, y los mexicanos tenemos que volver la vista a las realidades que nosotros mismos generamos: vernos de cuerpo entero en el espejo y reconocer que, en este terreno, aún tenemos mucho por hacer. En este sentido, más vale una advertencia a tiempo y una invitación a que tengamos cuidado. México necesita un cambio para mejorar, no una regresión histórica que nos conduzca a empeorar. México necesita un cambio, pero no cualquier cambio: si hoy nos dejamos llevar por el canto de las sirenas, el sueño en que cada uno estamos pensando podría convertirse en pesadilla. No olvidemos el 2006. No olvidemos el 2012.

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