21 febrero, 2018

José Antonio Meade y el gasolinazo

José Antonio Meade y el gasolinazo

Es una pérdida de tiempo discutir con un fanático
al que no le importan la verdad o la realidad,
sino sólo la victoria de su fanatismo.

Por Leopoldo González

  1. Incrementar el precio de la gasolina no es asunto que decida o apruebe un secretario de Estado. La política económica para un ejercicio fiscal es política de Estado, y su aprobación final corre a cargo de un solo poder: el Poder Legislativo, del que forman parte casi todos los partidos en México. Por tanto, si alguien miente hoy en relación con un asunto tan delicado como el aumento al precio de la gasolina, es previsible que el día de mañana también mienta sobre otros asuntos más delicados y relevantes de la vida nacional.

  1. En todo el mundo, al margen del país de que se trate, se incrementa regular o periódicamente el precio de la gasolina y de los combustibles en general. México, con todo y que sea un país petrolero, no es ni puede ser la excepción única a la lógica que rige a la economía mundial.

  1. Países petroleros y países no petroleros elevan con regular frecuencia el precio de su gasolina y de sus combustibles; esto, de acuerdo con los costos de extracción y de procesamiento de los productos del subsuelo. Llenar un tanque promedio de gasolina en México cuesta entre 500 y 700 pesos; llenar ese mismo tanque en Venezuela, país petrolero, cuesta entre 8 mil y 12 mil bolívares.

  1. Es mejor que el mercado de los combustibles se desenvuelva a precios reales y no a precios subsidiados, porque el subsidio facilita procesos de corrupción no siempre visibles y denunciables, y además, el costo del subsidio termina pagándolo toda la población, incluidos los no consumidores directos del petróleo crudo y sus derivados.

  1. Es impreciso y perverso llamar “gasolinazo” a un incremento lógico al precio de la gasolina. Ese término no refleja con rigor y verdad la seriedad con que fue tomada una decisión de política económica. Calificar con sesgo ideológico negativo una elevación de precios e inducir en redes sociales una situación de “psicosis” colectiva, es un recurso propio de políticos populistas, que lo único que buscan es confundir más a los electores, desinformar a la población y llevar agua a su “molino” electoral.

  1. Por incómodo que sea o parezca (lo que no siempre se comprende), es mejor un incremento realista y a tiempo en el precio de algún bien o servicio como la gasolina, que no aprobarlo con oportunidad y generar con ello un ciclo de desequilibrio en la economía social y de desajuste en las finanzas públicas. Esto, un populista y demagogo no tendría capacidad para entenderlo y, si lo entendiese, no hallaría cómo explicarlo a la masa aturdida de sus seguidores, porque se quedaría él mismo “sin argumentos de choque”.

  1. Como ciencia fría, la economía no se rige por los “supuestos del corazón” -según quisieran algunos- ni de acuerdo con la conveniencia de cada individuo. Si la economía existe y es como es, es mejor tenerla como aliada que contradecirla, porque así nos acercamos con realismo a mejores estándares de crecimiento productivo y de desarrollo social.

  1. Ciertos políticos de izquierda, sobre todo los de corte populista y autoritario, le venden a la sociedad desastres que no ocurren y estampas de catástrofes que sólo suceden en su imaginación, para generar en las masas la necesidad de un líder providencial, de un “salvador de la patria”, de un “mesías tropical”. El problema con estos políticos es que cuando toman el poder, los “sueños” que prometían terminan en auténticas “pesadillas” colectivas. La historia de Latinoamérica abunda en estos ejemplos y, muy particularmente, ahí está el caso de Venezuela para ilustrar nuestro argumento.

  1. Un populista convierte el error de sus adversarios en su propia virtud imaginaria, y hace del desperfecto ajeno el centro de su propia perfección. Lo que esto prueba es que el populista puede ser bueno criticando lo que no se ajusta a su propia visión o capricho, pero resultar malo para proponer ideas y más pésimo aún para gobernar una nación.

  1. Los precios de los combustibles no los fija un sentimiento nacionalista ni el capricho irresponsable de los gobiernos, sino los costos de producción y la ´brecha tecnológica´ que separan a las economías fuertes de las economías débiles. Por tanto, es explicable que los combustibles tengan un costo de consumo en una economía de punta o de vanguardia, y que tengan un costo de consumo totalmente diferente en una economía emergente o subdesarrollada.

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3 COMENTARIOS
  • MÉXICO: Elecciones 2018

  • gerhard

    Toda a gasolina produzida no Brasil é formulada”, reforçou Antônio Cardoso Sales, presidente do Sindipostos-RN (Sindicato do Comércio Varejista de Derivados de Petróleo). Sales contou que toda a gasolina que sai da refinaria Clara Camarão, por exemplo, precisa receber adição de nafta craqueada (composta por moléculas mais simples de hidrocarbonetos) para alcançar a qualidade exigida pela ANP. No Brasil, apenas a Petrobras produz o nafta, mas a gasolina formulada também pode ser fabricada com nafta importado – desde que autorizado pela ANP. O presidente do Sindipostos-RN assegurou que não sabe dizer se há diferença de preço entre os dois tipos de gasolina (formulada e refinada): “Quando fazemos um pedido de combustível, só sabemos se é gasolina comum (ou aditivada), etanol ou diesel, e não qual foi o processo de fabricação do produto”. Motor FlexA gasolina que impulsiona a frota de veículos leves no Brasil, desde 1977, passou a ser uma mistura do combustível derivado do petróleo com o álcool (etanol) obtido da cana-de-açúcar.

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