Las cosas que son
Por Raúl Casamadrid
Cuando llegué a radicar en Cancún, a fines de la década de los 70, en aquella muy pequeña ciudad a la que llamábamos El Pueblo (para diferenciarlo de la Zona Hotelera, que es donde se desarrollaban la mayor parte de las actividades productivas del entonces muy joven desarrollo turístico), conocí al Licenciado.
El Lic., como lo llamábamos cariñosamente quienes lo tratábamos con frecuencia, era un hombre entrado en sus sesenta años, alegre, simpático, jovial, de buen vestir y de mejores maneras. Se dedicaba a todo lo que tuviera que ver con asuntos jurídicos, negocios y política. Asesoraba también a inversionistas, empresarios y a sus amigos (que los tenía por docenas). Yo lo acompañaba por todas partes como su amanuense y meritorio. A donde llegábamos la gente se ponía de pie para saludarlo y pasarlo a las mejores mesas, en caso de que se tratara de un restaurante o un centro de negocios. A veces, cuando la plática se extendía hasta la medianoche y menudeaban las copas y el ambiente se volvía de tertulia, el Lic. sacaba siempre su frase de lujo, un verdadero compendio de sabiduría filosófica y buen tino; cuando algo era inevitable o la discusión llegaba a un callejón sin salida, el Lic. señalaba: “Amigos: las cosas son como son; duran hasta que se acaban y hay cosas que ni pa’ qué”.
En efecto, el tiempo me demostraría lo acertado de aquel pensamiento exacto. Hoy, que es año de elecciones federales, que el sexenio del presidente Peña Nieto ha sido como ha sido; que los desplantes de toda la clase política del país entero (desde el más paupérrimo presidente municipal hasta el más encumbrado magistrado) han durado hasta acabar con todo lo prácticamente terminable (las arcas gubernamentales incluidas, por supuesto) y nos topamos de frente con tres candidatos a la máxima investidura, caemos en la cuenta de que no hay ni pa’ dónde hacerse.
Yendo por orden, del partido más antiguo al menos viejo, aparece un PAN irreconocible: don José Ángel Conchello y don Manuel Clouthier “Maquío” brincarían de sus tumbas si se enteraran del despiporre cínico y oportunista, de baja estofa, con que se placean sus candidatos y ciertos dirigentes partidarios. No se trata solo de intentar mezclar el agua con el aceite, lo que pretenden es como intentar llevar al Papa y al líder de los Rolling Stones ante un juez civil para que los una en santo matrimonio y, además, esperar que tengan hijitos. Desgraciadamente, estos dos políticos de verdadera altura fueron aplastados por sendos tráilers en distintos accidentes. En México, lo que no se puede acallar con palabras se tritura con un doble remolque.
La anticarismática exazafata Barrales, recién llegada de Miami con escala en las Lomas de Chapultepec y el buenazo de Dante Delgado, experto émulo del Chapulín y quien ha brincado feliz de partido en partido (cayendo a veces de pie y a veces de costado) se veían embriagados de alegría cuando le alzaron los brazos a Ricardo Anaya Cortés, en la obra cumbre de la alianza Por México al Frente, al ungirlo como precandidato presidencial (lo de pre-candidato es un eufemismo inventado en alguno de los círculos del infierno y significa textualmente, “por dedazo divino”). Del brillante joven Anaya lo mejor que se puede decir es que “no tiene la culpa el indio, sino el que lo hace compadre”; aparecer como candidato por el PAN, el PRD y el partido anaranjado que pone a bailar a los niñitos huicholes con una canción pegajosa, no habla tanto de una alianza sino del muy triste ser insuficiente del mexicano. Un caso clínico de estudio, sin duda.
El PRI, vamos a ver: ¿Qué es el PRI? ¿De dónde viene? ¿Cómo surgió? ¿Estuvo desde la época de los dinosaurios pero con otro nombre? ¿Lo trajeron los alienígenas ancestrales? El PRI es quizá la única broma de mal gusto que, a fuerza de repetirse, a veces logra mover a la risa. Es una entelequia completa y eficaz; pero irreal. Lo dijo y dijo bien en 1990 el ahora premio Nobel de Literatura, don Mario Vargas Llosa: “México es la dictadura perfecta”. Se refería, y así lo señaló por televisión, a la permanencia sempiterna de un partido (no de un hombre) que permite la disidencia (mientras no lo perjudique) y que recluta voceros –incluso intelectuales– creadores de una retórica de izquierda incapaz de lograr justicia social. Hasta del pasado indígena –señalaba Vargas Llosa– se ha asistido el PRI para eternizarse. Recuerdo que de inmediato saltó don Octavio Paz para precisar que no se trataba de una dictadura ni de una dictablanda, sino de un sistema hegemónico de dominación. Pero a la mona, aunque la vistan de seda, mona se queda.
Los eufemismos son siempre el mejor amigo del político: no vivimos en un país lleno de pobres, sino en “un conglomerado humano en donde sí, efectivamente, existe un estrato social que carece de recursos”; no nos está llevando entre las patas el demonio de las pugnas y purgas del narcoestado mexicano, sino que “por momentos, en algunas zonas del territorio, se ha visto ciertamente afectado el tejido social”. Y no había visto nada el genial escritor peruano. La dictadura resultó tan perfecta que luego de otros diez años más en el poder permitió, con la entrada del nuevo milenio, un par de sexenios panistas; tan solo para retomar fuerzas y evitar más desafueros y consignaciones penales; para cubrir las huellas del elefante enloquecido con la amnesia del tiempo; para volver, en un acto de magia artística, a tomar el poder.
Aparece ahora don José Antonio Meade Kuribreña, un exquisito producto del refinado sistema mexicano de ejercicio del poder. Muy inteligente (el hombre es una lumbrera) Meade se declara ajeno al PRI, partido en el cual nunca militó, aunque este y el verdoso y el de la maestra Elba Esther (agrupados en la triple alianza Todos por México) lo declaran su legítimo candidato. Meade fue nada más y nada menos que Secretario de Energía y Secretario de Hacienda con don Felipe Calderón y Secretario de Hacienda, Secretario de Desarrollo Social y Secretario de Relaciones Exteriores con don Enrique Peña Nieto; ¿qué tal? Representa Meade la personificación del prianato (espantoso neologismo que define a la no muy pulcra alianza del PRI con el PAN). Total, que todos se agarran de la mano con todos con tal de no soltar el poder. Como decía don Teofilito, ya no hay moral. Aquí se trata de jugar aquel jueguito de párvulos de A la vívora de la mar: “los de adelante corren mucho y los de atrás se quedarán; tras, tras, tras, tras”.
No podía faltar “ya sabes quién”; el político tabasqueño que se lanza, hoy como ayer, a la Presidencia gracias al partido que fundó y junto con el del Trabajo y el de Encuentro Social, en la coalición Juntos Haremos Historia. Invitado por tercera ocasión a los comicios presidenciales, no se puede afirmar que le falte experiencia en estas lides, y si gana no será tanto por sus propios méritos sino por el voto útil de los millones de militantes de otros partidos que se sienten traicionados por sus dirigencias. Y les asiste la razón, pues como hemos visto, en el nubarrón oscuro que levantó la polvareda de alianzas, compadrazgos, amiguismo y favoritismo, el más chimuelo masca rieles. El votante ya no distingue quién es quién y se siente engañado por estos politicazos profesionales expertos en ocupar curules y puestos gubernamentales porque, como sabiamente dijo un compadre de don Miguel Alemán, el también veracruzano César Garizurieta: “Vivir fuera del presupuesto, es vivir en el error”.
Lo bueno de si gana “ya Chávez quién”, es que tampoco le faltaría experiencia como Jefe de la Nación. No hay que olvidar que el 20 de noviembre del 2006 juró en pleno Zócalo ante sus partidarios como Presidente legítimo, ¡faltaba más!
Como en toda elección que es seria y formal, no pueden faltar las comparsas; en esta ocasión aparece la exprimera dama, doña Margarita Zavala, quien nostálgica de la residencia de Los Pinos ahora se lanza, acompañada de suspirantes a puestos de su hipotético gabinete, por “la silla grande”, aquella que ocupara su marido en el tristemente célebre sexenio que 2006-2012. Su primer acto ya como candidata oficial independiente ha sido el de correr al ejército de colaboradores que le consiguió las tan ansiadas firmas para su registro formal. Mal empieza la semana para quien ahorcan el lunes.
Otro necio es don Jaime Rodríguez Calderón, el buen “Bronco”. Priísta de corazón, gobernador con licencia del estado de Nuevo León y animado por haber escapado ya a dos atentados en su contra, el expresidente municipal de Garza García ha sido calificado como “incompetente, ignorante y misógino”, nada más por decir que las adolescentes embarazadas son “las niñas gordas que nadie quiere”. A él en su casa no lo quieren porque a su esposa prometió “llevarla al cine mañana y no la voy a llevar”. Espero que a la señora no le falten amigas para ver La forma del agua.
Hasta atrás está el original de Tecpan de Galeana, Guerrero, don Armando Ríos Piter; estudioso y trabajador, ha sido diputado y senador. Renunció a su militancia partidista como una crítica al sistema de partidos; claro, después de que le resultó muy criticable que no lo hayan elegido en el lugar del joven Anaya.
Bueno, en tiempos de don Miguel Alemán, cuando la dictadura apenas empezaba a perfeccionarse y los candidatos no tenían rivales registrados a la hora de las elecciones, dicen que en las boletas la poca gente que votaba lo hacía, en su mayoría, por Cantinflas. Ahora tampoco tenemos a un cómico que merezca nuestras confianzas pero esperemos que todo esto cambie para bien, porque las cosas son como son, duran hasta que se acaban, y hay cosas que ni pa’ qué.
Raúl Casamadrid
Morelia, 7 de Marzo de 2018.