El gobierno del ´cuatrote´
Por Leopoldo González
Fiel a su “idea” de instaurar una dictadura populista en México para asegurar la presidencia transexenal, ya sea en sus propias manos o en la línea de mando que él designe, López Obrador quiere controlarlo todo, absolutamente todo.
Esto explica su ocurrencia mañanera del pasado lunes: la de erigirse en “guardián” y “árbitro mediático” del proceso electoral de 2021, sin tener vela constitucional en ese entierro.
Para extender su manipulación o su poder de veto a cada órgano del Estado, ya se metió -sin tener facultades para ello- con distintas dependencias e instituciones constitucionales, en las que ha dejado caer la tenaza de un control autoritario.
Bajo el pretexto de presunta corrupción, que no prueba y que usa como arma de disuasión e intimidación, ha debilitado y/o cooptado a organismos como la CRE, la CNDH, el INAI, y más recientemente a la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas y al CONAPRED, para tener ahí amanuenses que se le humillen y sigan el juego a sus caprichos.
En otras ocasiones, sin causa real pero sí pretextando inutilidad o que se trataba de instituciones “con mucho personal” y que consumían “demasiado presupuesto”, se lanzó contra organismos como el Consejo de Promoción Turística, la Suprema Corte, la COFEPRIS y otros, para eliminarlos, someterlos o uncirlos a su visión y capricho, sólo porque respetar campos de atribución de otros y entender que el gobierno se ejerce delegando funciones no es lo suyo.
Su afirmación en el sentido de que los entes autónomos “crecieron como hongos”, olvida el hecho esencial de que, por una tendencia innovadora del derecho constitucional y de reingeniería del Estado en los noventa, los organismos autónomos fueron creados y proliferaron no como bolsa de trabajo, sino para complementar y eficientar y ejercer funciones de contrapeso del Estado contemporáneo.
Ahora, con la ocurrencia matutina del lunes anterior, de volverse “guardián” o “supervisor” del proceso electoral que viene, López Obrador asesta un golpe más a otro organismo autónomo, el INE, y da una vuelta de tuerca a sus aspiraciones dictatoriales.
¿Qué pretende el inquilino de Palacio? El gobierno total y la presidencia ad perpetuam, ni más ni menos.
Desde el inicio de su gestión, por el tono y el desdén con que varios personajes se referían al INE, quedó claro que tarde o temprano irían por la anulación o captura de los órganos electorales.
El 28 de febrero, con la alegre complacencia de los serviles legisladores de Morena, se formalizó la creación de una entelequia llamada Comité Técnico de Evaluación, con el inefable John M. Ackerman -reputado experto en Adulación Pública- a la cabeza, que se encargará de ser el primer filtro de los próximos integrantes del Consejo General del INE, quienes durarán en su encargo nueve años.
El 26 de mayo, mediante una treta legaloide, se hizo evidente que el obradorismo blandía una espada envenenada contra el INE, al publicar en el DOF un “aviso de consulta pública para el proyecto Norma Mexicana de Organización de Elecciones”, en el que, sin pies ni cabeza respecto a lo que son la tradición, los fundamentos y potestades del constitucionalismo electoral, aventuran la creación de una Norma Electoral Mexicana.
Con estos órganos decididos y conformados al gusto y capricho de Morena, queda claro que lo que busca con tanto afán el titular del Ejecutivo es secuestrar al INE sembrándole consejeros a modo; después, facilitar el regreso a los procedimientos anteriores a la Reforma Político-Electoral de Jesús Reyes Heroles, cuando privaba un sistema de autocalificación electoral en manos del gobierno y, por último, imponerle al país una dictadura populista en línea casi dinástica y transversal de la peor calaña.
Algunos -que no somos pocos- lo venimos denunciando al país y al mundo hace meses o años: México ya cayó en un bache histórico, pero está a punto de ingresar en una época de oscuridad en la que no cabrán puntos de fuga, filtros de luz ni retornos fáciles, porque el sectarismo de los perversos y malvados envolverá el cielo de la República.
Más vale ver de frente -sin autoengaños- el riesgo histórico que se cierne sobre el país, y conjurarlo a tiempo.
Pisapapeles
Es mejor impedir a tiempo la instalación de un yugo nacional, que intentar librarse de él cuando ya sea demasiado tarde. En la relación costo-beneficio es preferible lo primero.