Sufrir en cuarentena
Por Leopoldo González
A Héctor Ceballos Garibay,
que supo bien el daño que hacen
a los pueblos los demonios de la ideología.
El gobierno mexicano cree saber a dónde va: el populacherismo como forma de gobierno le seduce; le parece lo más cercano y parecido al ideal democrático.
Pero no sabe, en realidad, a dónde va ni a dónde lleva al país.
Hoy, con un Producto Interno Bruto a la baja, sin superávit en las finanzas públicas, con cero creación de infraestructura productiva, con un mercado interno deprimido y sin una balanza comercial favorable, lleva al país a la ruina.
Las señales de alarma se han acumulado desde 2018, con la caída continua de casi todos los indicadores del comportamiento de la economía, pero es cosa de tiempo para que comencemos a ver a una sociedad desarticulada e insatisfecha, quiebres masivos de empresas y pequeños negocios, desempleo abierto y economías familiares en bancarrota.
¿Cuál es el problema con el actual gobierno?
El problema con el actual gobierno no es uno, es una confederación de problemas: algunos graves y otros aún más graves.
El comercio, a los gobiernos de MORENA, les causa urticaria y lo ven como una lepra social que debe ser erradicada. Además, fueron los antiguos fenicios a los que Jesús echó del templo. Golpear al comercio es un problema, y Morelia lo sabe.
El libre mercado es una cosa demoníaca y deleznable, no sólo porque es hijo del liberalismo económico de Adam Smith, sino porque es -dicen ellos- la careta de la burguesía y el mecanismo que hace más ricos a los ricos, más “fifís” a los “fifís”. Luego, la conclusión extraída con gran déficit neuronal es obvia: acabemos con el libre mercado. Golpear al mercado es un problema, y todo México lo sabe.
El gobierno federal, y los gobiernos de MORENA diseminados por todo el país, tienen fobia al capital y sobre todo al “gran capital”, sin detenerse a distinguir entre riquezas bien habidas y mal habidas, legítimas e ilegítimas, ni a considerar que es el dinero el lubricante y engranaje esencial de todos los sistemas económicos, sean estos del color que fueren. Por tanto, golpear al capital a tontas y a locas es otro problema.
Todo esto que se cree a pie juntillas en los vertederos del populismo radical, son versiones tardías del marxismo descontinuado de fines del siglo XX. El marxismo-leninismo diluido en formol conceptual les quedó grande, y sólo heredaron la resaca.
Los problemas con el actual gobierno no acaban aquí.
Con motivo de la crisis de salud pública que tiene en vilo al mundo, no sólo el FMI y la Banca Mundial han ideado programas de protección al empleo y rescate de la microindustria; también países de Latinoamérica han dispuesto diversos apoyos fiscales para amortiguar el golpe y detener la caída de la economía. El gobierno mexicano no -dicen sus voceros- porque “ya no es como antes, primo”. Este, el del delirio ideológico elevado a estilo de gobierno, es otro problema.
El presidente de la República -que cree que sabe de economía y finanzas-, si no sabe manejar una lancha de remos, menos sabrá manejar un barco de ocho turbinas. Y la tempestad ya asoma en el horizonte. Este, el de la arrogante ignorancia, es el meollo de los problemas.
Si el año pasado el gobierno despidió a 126 mil empleados federales, según cifras del INEGI, y en el primer trimestre de 2020 ya perdieron su empleo 346 mil mexicanos, de acuerdo con datos de STyPS, ello quiere decir que la economía mexicana ha ingresado a un territorio infectocontagioso, y que requiere con urgencia un golpe de timón en materia económica.
Tanto la economía populista como lo que Gabriel Zaíd llamó “la economía presidencial”, llevan a la ruina a las naciones. Por ello, urge que la economía nacional la manejen los economistas, guiñándole un ojo a lo que harían los keynesianos en circunstancias como las actuales.
La disyuntiva es ética: es salvar la presidencia de un hombre o salvar la viabilidad y permanencia de una República. No es más que eso, pero tampoco, nada menos que eso.
Pisapapeles
La mejor manera de conocer un país es observarlo en una crisis, decía Pierre Chaunnu.
leglezquin@yahoo.com