Por Leopoldo González
Los tiempos complicados que vive México hoy, si no se encausan con sensibilidad, tolerancia e inteligencia política, podrían tensar aún más el ambiente y crear un clima de riesgo nacional.
Para evitar una atmósfera de puños en alto e impedir otra noche de los cuchillos largos, lo cual es muy aconsejable, se ocupa achatar los filos de la palabra presidencial y que lime su soberbia el poder, porque su desgaste de aquí en adelante puede ser creciente y letal y más tarde no podrá arreglar el desarreglo causado por él mismo.
En el fondo, lo que está en juego es que la administración gubernamental lo sea para todos y sirva realmente a la población, no sólo a los que la aplauden. Si el Estado complica y no resuelve la problemática que adoptó según el mandato de las urnas, el problema es del Estado, no de los ciudadanos.
El modelo de la señora Sheinbaum es ideológico, no científico, y funciona como un dogma religioso, por decirlo elegantemente: sus creyentes y prosélitos deben asumir el modelo como un padre nuestro, una camisa de fuerza obligatoria que no se equivoca, una bendición que ha de salvarlos y proteger a toda la prole.
Esto, entender así la realidad de un país desde el poder, es no entenderla. Cuando no se entiende ni se atiende al cuerpo social que se pretende gobernar, lo natural es que surjan campos de tensión y de conflicto como los que ahora mismo atraviesan y desgastan a la República.
En otras épocas y latitudes, esto parecería un milenarismo fachista o un fascismo populista, pues querer abolir la protesta legítima y que todos pensemos igual que el usuario sexenal del poder, aquí y en otras partes del globo se llama pensamiento único de tipo autoritario y, si vamos más lejos en el concepto, totalitarismo.
La élite política y Morena, por supuesto que tienen derecho a pensar como les parezca conveniente; nadie los censura ni les prohíbe un alineamiento ideológico con el pensamiento duro. A lo que no tienen derecho, ni ellos ni nadie, es a obligar a todo el país a que adopte un credo autoritario que riñe con la tradición democrática y constitucional del pueblo de México.
Tenemos que razonar con la cabeza fría, darle una oportunidad a la mesura y la moderación, reivindicar la esencia de la política, reconocer que sin diálogo y acuerdo no hay orden público, aceptar que ningún gobierno y ninguna sociedad pueden abrirse paso a navajazos o en la confrontación permanente.
La señora Sheinbaum y la señora Brugada, junto con los secretarios de Seguridad Pública y de Gobierno de esta última, han adoptado, frente a la movilización plural del 15 de noviembre, una narrativa que no sólo no corresponde a la verdad que todos conocemos, sino que estimula y azuza, con imprudencia e irresponsabilidad, el odio y la confrontación entre mexicanos.
Hace todavía unos días, la señora Sheinbaum y la línea dura del poder pudieron haber adoptado una actitud de flexibilidad, tendiendo la mano a la agenda legítima de quienes marcharon el 15 y convocando a dialogar.
No lo hizo, pese a que está cercada por un país en descomposición y en llamas, lo cual crea sospechas fundadas sobre a quien realmente sirve como titular del Ejecutivo.
En lugar de eso, que habría sido la alternativa prudente y estratégica aconsejable, con la que además reduciría la oleada de críticas que la sigue a todas partes y enviaría un gesto de sensibilidad y empatía a todo el país, la inquilina de Palacio prefirió denostar al movimiento, descontextualizar lo que realmente ocurrió el 15 en el Zócalo e insultar la inteligencia de millones de mexicanos.
La postura presidencial no parece la más fría, la más cuerda, la más inteligente y estratégica que cabía esperar, porque la narrativa ha sido desafiar a la ´Generación Z´ y provocar aún más a millones de mexicanos que sólo desean ser escuchados y atendidos.
Pese a que nuestras coincidencias con el modelo Sheinbaum son pocas, a nosotros, en realidad, no nos interesa que le vaya mal o que muerda el polvo el proyecto de la 4T. Mal que bien, ahí va.
La preocupación es de índole distinta y tiene que ver con México y su futuro, porque una vez echadas las cartas sobre la mesa el juego no tiene reversa.
Sin quererlo, quizás con la postura que adopta frente al movimiento social la señora Sheinbaum está colocando en riesgo la continuidad y el sello de su sexenio, y tal vez abra la puerta al México de que habla el Dr. Mora en su magnífica obra “México y sus revoluciones”, que fue el peligro que quiso conjurar Reyes Heroles con la reforma político-electoral de 1977: impedir, a toda costa, el despertar del “México bronco”. Ojalá no ocurra, por el bien no de unos cuantos, sino por el bien de todos.
Pisapapeles
La soberbia y una radical desconexión con la realidad son los demonios de los que debemos cuidar al poder hoy en día.
leglezquin@yahoo.com

