En el 2º. Congreso Nacional Ordinario del Partido del Trabajo (PT), el pasado fin de semana, Gerardo Fernández Noroña dejó, oficialmente, de ser pueblo.
De pronto, el eslogan que lo había hecho producto de masas y de mercado: “Noroña es pueblo”, acuñado por el PT, se desvaneció hasta quedar en el calcio de los huesos.
En el presídium, solamente apoyado por el oportunista y logrero que es Alberto Anaya Gutiérrez, Fernández Noroña hacía esfuerzos inauditos por hacerse escuchar, pero las masas inflamables del PT no querían ni oírlo.
Mientras se desgañitaba, tratando de apagar con gritos el grito estentóreo de los congresistas, soltó una frase que lo dibuja y dibuja a esa fuerza de cuerpo entero: “Un enemigo fundamental de nuestro movimiento es el sectarismo”.
Dicen sus amigos y cercanos que a Noroña le gusta cultivarse; que no es tan sangaruto como parece; que tiene inteligencia teórica y que frecuenta las buenas lecturas. Yo, en primera instancia, lo dudo.
La formación académica, la cultura y el estudio afinan a las personas y suavizan su sensibilidad y estilo: las cambian desde adentro, las dotan de una sutil disposición al diálogo razonado y de modales tersos que de otro modo no podrían adquirir ni incorporar a su personalidad.
Nada, nada de esto veo en Gerardo Fernández Noroña: el estilo patarato y barbaján que lo ha hecho notoriamente visible en Morena y en la política mexicana, es como una peca en el cuerpo de un pecoso y parece la cruz de su parroquia. De este modo, el señor Noroña que era pueblo ya no lo es.
¿Entiende Fernández Noroña lo que es el sectarismo? Definitivamente no, pues, si lo entendiera, no afirmaría socarronamente, como lo hizo, que “un enemigo fundamental de (la causa en la que cree) es el sectarismo”.
Según la RAE en línea, “el sectarismo es la intolerancia, la discriminación y el odio que surgen de dar importancia a las diferencias percibidas entre grupos sociales, políticos o religiosos”. Si esto es el sectarismo, de acuerdo con la definición académica de la Real Academia Española, entonces el partido-movimiento más políticamente sectario en el México de hoy es Morena. ¿Alguien, con un mínimo de formación, tiene interés en debatir racionalmente el asunto?
Si, como dicen algunos, Noroña es muy dado a cultivarse y a frecuentar a los grandes autores, ¿por qué será que no entiende lo que es el sectarismo? ¿Por qué será que no entiende ni quiere entender lo que es el fanatismo?
La gente que se cultiva tiene flexibilidad mental y no es cabeza dura. En el sector intelectual se puede encontrar a gente apasionada en la defensa de sus ideas, pero no a gente necia, ciega, aferrada o sectaria. El contacto con el conocimiento da una gran solidez de criterio y brinda una apertura mental reservada a muy pocos.
El Noroña que habla en el Senado, y que cada vez que habla cree poseer la verdad absoluta, ¿es tolerante y es capaz de un mínimo respeto hacia el punto de vista ajeno? Ninguna de las dos cosas: para Noroña, el único punto de vista válido es el suyo y el de sus colegas de bancada; los disidentes y opositores, por neuseabundos, ni siquiera deberían tener derecho a un punto de vista.
El sectarismo antisectario de Noroña es como el de un bulto de la izquierda petrificada de los setenta: la razón jurídica y política la tenemos nosotros, ¡los demás que se vayan al carajo!
El fanatismo antifanático de Noroña, propio de terraplanistas, podría resumirse en una sola postura: ¡para nosotros la tierra es plana… y háganle como quieran!
Es decir, este cabecita cuadrada es insolencia en despoblado, porrismo de alcantarilla, grito destemplado, prepotencia, ruido verbal, despotismo y rufianería: todo lo que no es la política como ciencia del buen pensar y el buen comportamiento.
Pisapapeles
Así de descompuestas como están las cosas en nuestro país, bastan dos Noroñas para tener cinco partidos de la peor izquierda en México.
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