22 diciembre, 2016

Los estridentistas y su incursión en el Modernismo

Los estridentistas y su incursión en el Modernismo

Luis Alfonso Martínez Montaño*

En años recientes el Estridentismo ha sido centro de una constante revaloración por parte de la crítica literaria, aspecto que se corrobora con la frecuente celebración de coloquios y conferencias que tienen como pretexto a los autores y a las obras que dieron cuerpo al peculiar movimiento de vanguardia[1] que se originó en nuestro país.

Sin embargo, resulta de interés comentar que algunos de los estridentistas no fueron tan “ruidosos” en sus inicios, pues ellos abrevaron del manantial literario denominado Modernismo para la elaboración de sus primeros poemarios; luego se adhieren al proyecto que fundó Manuel Maples Arce con el lanzamiento del primer manifiesto estridentista en 1921.

Un primer ejemplo del señalamiento anterior lo podemos encontrar en Arqueles Vela, ya que su obra El sendero gris y otros poemas (1919-1920) acusa la innegable influencia del Modernismo. Preciso que el poemario abre con “Introito”, un soneto que alude en su segundo cuarteto a un tema recurrente para los poetas modernistas: la melancolía. Al respecto, los versos de dicha estrofa son elocuentes: “Mi canto es el fruto de la melancolía / que floreció en las rosas celestes de mi infancia / sus recuerdos me traen esa dulce fragancia / que en mi huerto interior deshojaron un día”; huelga decir que el resto de las composiciones, denominadas por Vela como “Canciones”, se configuran a partir del tema señalado.

Otro ejemplo, por demás relevante, reside en la figura de Salvador Gallardo Dávalos, autor cuyo primer libro de poemas revela influencias de autores modernistas como Julio Herrera y Reissig y Rubén Darío (autores originarios de Uruguay y Nicaragua respectivamente). Dicho poemario denominado El huerto de las tentaciones (1917-1919) se integró de sonetos en los que se pueden reconocer temas y motivos modernistas. En este sentido, los siguientes versos del poema “Primera tentación” son ilustrativos: “Cruzamos por la senda florecida / siguiendo a nuestras sombras enlazadas / un fulgor renaciente en las miradas / y un penar por la fruta prohibida”. Por otro lado, el siguiente cuarteto de la composición “Halo lunar” presenta un motivo imprescindible para los poetas modernistas, es decir la luna:[2] “Como tenue gasa, neblina difusa / luz de luna octante desdora y tamiza / y entre zarzales sostienen confusa / plática los grillos con mordiente brisa”. No está de más señalar que el motivo tiene una fuerte presencia en los poemas estridentistas que Gallardo Dávalos elabora para El pentagrama eléctrico (1925).

Un tercer ejemplo recae, hasta cierto punto, en el más emblemático de los estridentistas, a saber Maples Arce, poeta que exhibe (a veces de manera velada) la influencia del Modernismo en sus poesías. Aclaro que Maples no realiza un poemario de carácter modernista como tal, no obstante, llama la atención que uno de sus tres libros de poemas estridentistas, Poemas interdictos (1927), presente títulos y versos que mantienen un vínculo inocultable con el Modernismo. De hecho, ya desde el epígrafe de Goethe[3] que abre el poemario en cuestión, se remite al lector a una figura señera de los modernistas mexicanos: Manuel Gutiérrez Nájera, autor que profesaba gran admiración por el autor alemán.

A propósito del poemario de Maples Arce, el hálito modernista se halla en la composición “Primavera” cuyas primeras líneas declaran: “El jardín alusivo se envaguece de esperas / y el corazón despierta a las últimas cosas”. Asimismo, lo encontramos en “Puerto” y su última estrofa que concluye con estos versos: “y los adioses surcan nuestros pechos / y en la débil memoria de todos estos goces / sólo los pétalos de su estremecimiento / perfuman las orillas de la noche”.

Respecto al apartado “Poemas de la lejanía” creo que el título mismo hace evocar la melancolía de los modernistas. Precisamente, el tono apesadumbrado no se aparta de los títulos de las composiciones y mucho menos de los versos, por ejemplo, “Evocación” abre con el siguiente terceto: “Al final de este viaje / he inclinado mis sueños / sobre la barandilla de su nombre”. Por otra parte, el poema “Saudade” sigue en ese mismo tono que se marca desde el inicio: “Estoy solo en el último tramo de la ausencia / y el dolor, hace horizonte en mi demencia”.

Puntualizo que la persistente influencia modernista continúo dos décadas después de la publicación de los Poemas interdictos, ya que Maples Arce con su obra Memorial de la sangre (1947) incluye una composición titulada de la misma forma que uno de los sonetos de Los doce gozos de Lugones, me refiero a “Oceánida”, más allá de la similitud nominal, resulta pertinente mencionar que el poeta mexicano configura su composición basándose en un color modernista por excelencia: el azul.

Y considero oportuno comentar que Enrique González Martínez, figura esencial en la poesía mexicana de la primera mitad del siglo XX, fungió como un guía (maestro sería el término correcto) en la etapa modernista de Vela y de Gallardo Dávalos. Declaro lo anterior pues ambos autores realizaron composiciones que dedican al autor jalisciense. Para el caso de Vela aludo al poema “Contemplado el paisaje”, mientras que para Gallardo Dávalos me refiero a su poemario Parábola de los tres caminos (1953).

En relación con Maples Arce preciso que no hay un reconocimiento explícito de la influencia de González Martínez, pese a lo anterior, ambos poetas entablan un diálogo (otra similitud nominal) a través de una composición cuyo título es la abreviatura de telegrafía sin hilos. Por un lado, “el hombre del búho” realiza la brevísima “T.S.H.”, de Las señales furtivas (1925), que declara: “Telegrafía sin hilos… / ¿Qué va a ser de los pájaros / que anotan la música de los caminos?…”. Por otro lado, Maples hace una estridente “T.S.H.”[4] que se publica en sus Poemas interdictos. Composición que inicia con los siguientes versos: “Sobre el despeñadero nocturno del silencio / las estrellas arrojan sus / programas, / y en el audión inverso del / ensueño, / se pierden las palabras / olvidadas. / T.S.H. / de los pasos / hundidos / en la sombra / vacía de los jardines”.

Es posible advertir en el diálogo, a través de los poemas, el contraste de las estéticas que defendían los autores señalados. No obstante, hay un aspecto curioso en González, ya que él no pudo sustraerse al empuje de la poesía estridentista y se “da el lujo” de hacer un poema que sin dificultades tiene ecos de la poesía ruidosa.

La afirmación es osada y se apoya (en cierto sentido) por lo que dice el “Radiograma”[5] del poeta jalisciense: “Una estrella canta / en el cielo / su sonata / de luz y silencio. / Millones de estrellas lejanas / repiten a un tiempo / el nocturno radiograma / del lucero… / Y la antena fina y alta / que es el alma del romero, / siente y capta / los giros concéntricos / que le mandan / las lumínicas ondas del silencio…”. Claro está que el apreciable lector tendrá el mejor juicio sobre si el poema pertenece o no a la singular veta de la poesía del estridentismo. En otras palabras, dirá si el más célebre de los modernistas se aventuró a deambular, por un instante poético, en los ruidosos paisajes que culminaron los estridentistas.


 

* Especialista en literatura mexicana del siglo XX y ensayista.

[1] Movimiento que hacía mofa de la poesía de la época y que proponía una revolución poética que celebraba a las máquinas del mundo moderno, por ejemplo, la presencia de locomotoras, trasatlánticos o aeroplanos, aun puentes y fábricas. Asimismo, algunos de sus célebres representantes fueron Manuel Maples Arce (artífice de Vrbe. Súper-poema bolchevique en 5 cantos), Arqueles Vela (creador de la novela El café de nadie) y Germán List Arzubide (autor del Viajero en el vértice).

[2] La afirmación se puede comprobar a través de la lectura del Lunario sentimental, obra a cargo del poeta argentino Leopoldo Lugones.

[3] “El estremecimiento es la parte mejor de la humanidad”.

[4] Vale la pena recordar que Maples escribe el poema antes de 1927. Además, él realizó la lectura de su texto para la primera emisión radiofónica de la estación “El Universal Ilustrado-Casa del Radio”, emisión que se realizó el 8 de mayo de 1923 a las 20 horas.

[5] Telegrama que se transmite por radiotelegrafía (sistema de comunicación telegráfica sin hilos que utiliza las ondas radioeléctricas o hertzianas para la transmisión de señales).

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