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SELECCIÓN DE POEMAS
IR DEL SILENCIO A LA PALABRA
Secretaría de Educación en el Estado (SEE)
Centro de Desarrollo Infantil No. 7
Recital, jueves 12 de junio de 2014
Mtro. Leopoldo González
Cuando la poesía baña el lenguaje con el agua lustral de un decir forjado en el silencio, y crea, así, un territorio de refundación de la palabra, ese territorio se vuelve un referente de luz capaz de iluminar el universo en un instante.
MUJER LEJANA
Esta mujer cabe en mis manos.
Es blanca y rubia, y en mis manos la llevaría como a una cesta de magnolias.
Esta mujer cabe en mis ojos.
La envuelven mis miradas, mis miradas que nada ven cuando la envuelven.
Esta mujer cabe en mis deseos.
Desnuda está bajo la anhelante llamarada de mi vida y la quema mi deseo como una brasa.
Pero, mujer lejana, mis manos, mis ojos y mis deseos
te guardan entera su caricia
por que sólo tú, mujer lejana, sólo tu cabes en mi corazón.
Pablo Neruda
Para nacer he nacido, 1975
UNA MUJER RESUELTA EN SOMBRA
Estoy aquí, contigo, en tu costado, en la arteria central de tu corazón, por dentro de tu esperanza, a cierta hora del mundo, como un destello de presencia.
Soy lo que no acaba de irse en los dientes de la palabra “adiós”.
Soy el guardián de cada uno de tus recuerdos; el centinela fiel de tu huella y tus pasos; la armadura que cuida los misterios de tu cuerpo; la mojada caricia que te hizo tocar las plumas del más alto viento.
Soy el tejido de un sol municipal, que forjó el sentido de ciertas e ignoradas palabras en tu lenguaje de leona en celo.
Estoy aquí, en la orilla de tu piel –casi tocándote en llamas- para ayudarte a ser, para conjurar en ti los peligros de un mundo como éste, y sofocar –si es posible- el ruido metálico del llanto.
Mientras permanezca a tu lado, como un signo o un destello de presencia, nadie podrá contra ti: ni la ciudad, ni una lágrima, ni tu sombra, ni el olvido.
Leopoldo González
Inédito, 2012
DE NUEVO
De nuevo llegas a mi casa.
Conoces el camino
y sabes que mis cosas
se han amoldado a ti.
En el espejo
queda tu reflejo.
En la tarde de la ciudad,
bajo las máquinas;
en la tarde amarillenta
sucia, habitada de sombras,
manchada por las prensas,
vociferante río de niebla
hacia la noche del tumulto;
en la tarde tus cabellos
serán un recuerdo presente.
Yo estaré junto
a tus dieciséis años
y junto a tu fracaso,
y a tus cansados días
vividos bajo el humo de la ciudad.
Estaré junto a tu voz pasada
escuchando tu voz presente.
Leeremos nuestra historia
en el libro cerrado
de tu vientre.
Hugo Gutiérrez Vega
Resistencia de particulares
Ediciones Era, 1974
VOY POR TU CUERPO COMO POR LA VIDA
Por las paredes de tu cuerpo
me deslizo ciempiés casi araña,
me deslizo caimán casi escorpión
buscando deletrear,
en las frondas ariscas de tu piel,
lo que puede un insomnio vivo
bajo el alba,
extraviado
en la mansa combustión de los oráculos del sueño.
Por los muros frontales de tu cuerpo
me deslizo gorrión casi abejorro,
casi delfín en ósculos de sombra,
para llenar de una presencia viva
la noche inmensa en que descansas sola,
sin Dios ni prójimo, sin un motivo,
en la memoria gris e irrevocable
de tu silencio herido.
Por los pilares de tu cuerpo voy
mudo e interrogante,
y amanecido en ti,
estreno el juego simple
de tatuar volcanes.
Voy por tu cuerpo como por la vida
acumulando asombros
en el pasmo sin fin de la mirada,
sencillamente alegre al tacto
de saber que pudimos,
sin los falsos venenos del instinto,
ponerle un cascabel de sombra a nuestros besos
y arrinconar la noche,
en la penumbra en que amasamos solos
-tu en mi cuerpo, yo en el tuyo-
el pan del alba.
Leopoldo González
La palabra posible
Ediciones poesía volante, 2007
Un inédito de Juan Bautista Villaseca
Anotación, 26 de agosto*
A unas horas de ti,
desde el junco y el trigo
hoy te presienten todos los molinos,
los caserones de la geografía,
la plantación del mar
en los cruceros llegando a la pezuña de las islas,
el vegetal arrodillado
bajo la militancia del otoño,
el abanico de los pájaros
doliendo como llovidas mandolinas,
el pecho como un sur de enredaderas
donde me vas a anclar,
los climas donde tejes tu tubería de río,
los trenes donde pasa soltero tu galope,
el portaviones gris de la ceniza
donde vuelan los días,
las fábricas
donde un sábado aroma su salario,
mi flor que ya gobiernas,
mi flor que gobernabas,
ay flor de flor que pones
coronada de niños
en la solapa amarga de la tierra.
*Del volumen inédito: Diario para María Azhar, compilado por el escritor, poeta y editor José Manuel Recillas, en la ciudad en la que tanto padecer y desconsuelo sufrió su autor. México, D. F., 2013.
INTERLUDIO DE PAZ POR LOS AMANTES
A Elizabeth, a Brando,
en otra orilla del tiempo.
Los amantes son seres que vienen de otra parte
a veces ebrios de noche y distancia
especialistas en buscar lo imposible
Los verdaderos amantes
son los locos cuerdos de esta historia
Se ocultan tras la luz que los vuelve invisibles
hacen de la noche día con la linterna del corazón
succionan la humedad del universo en cada aurora
se van a otra parte desde la fuerza de su amor
eufóricos y dichosos como golondrinas salvajes
Con palabra y silencio alimentan
una mirada que todo lo devora
bajo las sábanas frescas del deseo
No comprenden que el amor
-el que forjó la soledad irrevocable de sí mismos-
hizo en ellos el experimento jamás logrado:
un lenguaje que dijera todo en las llamas de la caricia
Una sola gota de miel apaga su locura
y lleva plenitud a su alma
En el sueño
–tan sueño para un solo ser-
atesoran, los amantes, una poética del otro
escrita en compases de adiós y salmodias de luna
para que la música de los sentidos
sea un betabel de cola larga por si las dudas
Los amantes nacen crecen
se reproducen y nunca mueren
porque el amor es la coartada perfecta
para asegurar la perpetuidad de la sangre
Los amantes, errantes ostras de silencio
son seres distintos bajo el encierro del mundo
alguien que se saca los ojos y tiembla
para reconocerse afín en los pasos del otro
Los buenos amantes son cosa juzgada
En los desvelos de la memoria
permanecen más allá del bien y el mal
perfectos de humedad y silencio
No hay amante que resista
la acidez inevitable del mundo y sus juegos de fantasmas
Los amantes, los verdaderos amantes
urden el total abandono de sí mismos
en la plenitud estratégica del otro
sin mirada triste ni aire de vino tinto
Los amantes, los verdaderos amantes
oscura hiel de ser la herida de otra voz
precipicio de luz en los naufragios del ojo
sombra apolínea en la sangre de los locos
llevan en el deseo la flor de incendio
de los pecados silenciosos de la carne
Leopoldo González
Hora temprana
Lord Byron Ediciones,
España, 2014
NOCTURNA
Tengo una mujer ardiendo en la memoria
la beso cada noche
la pongo sobre las sábanas
como un navío que zarpa
no importa su nombre
arde siempre
Neftalí Coria
Revista Fragmentario,
Encuentro de poetas del mundo latino, 1992
DE LO RICO QUE HUELEN LAS MAMÁS
Las mamás huelen a sopa y
Uno quiere a su mamá porque huele a sopa
Primero de muy niño uno quiere a su mamá
porque huele a leche
A leche, y a miel
Luego las mamás huelen a jabón porque nos bañan
Y despuesito las mamás huelen a verdura fresca
y a frutas de la estación
Las mamás huelen en el recuerdo durante toda la vida de los hijos
Porque las mamás huelen en la piel y en la memoria
Huelen a sopa, dije, a leche, a miel y
a hierbabuena huelen
Las mamás
Muchas mamás
Casi todas
Huelen a fresas recién cortadas
Y las hay que huelen a guayaba
y a ciruela y a melocotón
y a frutos que aún
no se nos ha ocurrido inventar
Y las hay, hermosísimas
que huelen exclusivamente a mango
Pero eso sí
que nadie diga que las mamás no huelen
porque
nomás cerrar los ojos
y saber que este mundo huele bien todavía
porque las mamás son las dueñas del aroma:
por donde pasan su olor hace
crecer las flores
resurgir el oxígeno
salir recién bañado el aire fresco
Todo el tiempo que viven
y luego cuando ya no
las mamás se la pasan
metidas
con su olor en el olfato
de nuestro pensamiento
Nada, sino la propia muerte,
nos quita de la piel el olor de mamá
Y las mamás huelen a miel
y a leche
y a sopa
y al jabón que nos baña
y a la fruta fresca
de cuando éramos hijos
El olor a mamá originó la vida en el planeta.
Dante Medina
Revista LETRA FRANCA
Mayo, 2013
Los abuelos o el síndrome de la casa vacía
En los últimos 50 años, nuestro estilo de vida familiar cambió drásticamente como consecuencia de un nuevo sistema de producción. La inclusión de la mujer en el circuito laboral llevó a que ambos padres se ausenten del hogar por largos períodos, creando como consecuencia el llamado “síndrome de la casa vacía”.
El nuevo paradigma implicó que muchos niños quedaran a cargo de personas ajenas al hogar o en instituciones. Esta tercerización de la crianza se extendió y naturalizó en muchos hogares.
Algunos afortunados todavía pueden contar con sus abuelos para cubrir muchas tareas: la protección, los traslados, la alimentación, el descanso y hasta las consultas médicas. Estos privilegiados chicos tienen padres de padres y lo celebran eligiendo todos los apelativos posibles: abu, abuela/o nona/o bobe, zeide, tata, yaya/ opi, oma, baba, abue, lala/ mamá grande o babi, o por su nombre, cuando la coquetería lo exige.
Los abuelos no sólo cuidan, son el tronco de la familia extendida, la que aporta algo que los padres no siempre vislumbran: pertenencia e identidad, factores indispensables en los nuevos brotes.
La mayoría de los abuelos siente adoración por sus nietos. Es fácil ver que las fotos de los hijos van siendo reemplazadas por las de éstos. Con esta señal, los padres descubren dos verdades: que no están solos en la tarea y que han entrado en su madurez.
El abuelazgo constituye una forma contundente de comprender el paso del tiempo, de aceptar la edad y asumir la esperable vejez.
Lejos de apenarse, sienten al mismo tiempo otra certeza que supera a las anteriores: los nietos significan que es posible la inmortalidad. Porque al ampliar la familia, ellos prolongan los rasgos, los gestos: extienden la vida. La batalla contra la finitud no está perdida, se ilusionan.
Los abuelos miran diferente. Como suelen no ver bien, usan los ojos para otras cosas: para opinar, por ejemplo, para sugerir un abc del vivir o para recordar.
Como siempre están pensando en algo, se les humedece la mirada; a veces tienen miedo de no poder decir todo lo que quieren.
La mayoría tiene las manos suaves y las mueve con cuidado. Aprendieron que un abrazo enseña más que toda una biblioteca.
Los abuelos tienen el tiempo que se les perdió a los padres; de alguna manera pudieron recuperarlo. Leen libros sin apuro o cuentan historias de cuando ellos eran chicos. Con cada palabra, las raíces se hacen más profundas; la identidad, más probable.
Los abuelos construyen infancias, en silencio y cada día. Son incomparables cómplices de secretos. Malcrían profesionalmente porque no tienen que dar cuenta a nadie de sus actos. Consideran, con autoridad, que la memoria es la capacidad de olvidar algunas cosas. Por eso no recuerdan que las mismas gracias de sus nietos las hicieron sus hijos. Pero entonces no las veían, de tan preocupados que estaban por el trabajo o por cómo educarlos. Algunos todavía saben jugar a cosas que no requieren aparatos o no se “enchufan”.
Son personas expertas en disolver angustias, cuando por una discusión de los padres, el niño siente que el mundo se derrumba. La comida que ellos sirven es la más rica, incluso la comprada. Los abuelos huelen siempre a abuelos. No es por el perfume que usan, ellos son así. ¿O no recordamos su aroma para siempre? La suya es la fragancia de la edad y de los años.
Los chicos que tienen abuelos están mucho más cerca de la felicidad. Los que los tienen lejos, deberían procurarse uno: siempre hay buena gente disponible.
Finalmente, para que sepan los descreídos: los abuelos nunca mueren, sólo se hacen invisibles.
Enrique Orschanki
Revista LETRA FRANCA
Junio, 2014
RECURSOS PROPIOS
En los vericuetos de la lírica
retumban los cantares:
Nadie, sino el individuo,
habla la lengua
que las generaciones generan.
Y no es que el particular
levante la voz
como estandarte de la callada muchedumbre,
pues igual la padece:
el solitario
no puede más
que hablar de sí mismo.
Ser, se sufre.
Ramón Méndez Estrada
Revista LETRA FRANCA
Mayo, 2014
ASÍ VIVIMOS
Con tantos sucesos aquí
juntos todos al ras del hombre
se hizo insoportable tanta ruina
tanta destrucción que surca el aire
Parió la peste de la muerte muchos hijos
le nacieron vientres de sal a la tragedia
sólo por unas balas que cobijó la noche
bajo el silencio ruin y cómplice de tantos
En pócimas sabor amargo
entre aire caliente y un poco de sudor
el negror de los días no es fuego que claudique
aquí el llanto del polvo es guarida de muerte
El mismo sol de todos
el que aprieta los frutos y entibia las palabras
es más caliente aún en el abrazo del polvo
más quemante que nunca en las navajas del trópico
Vino la tempestad
un drama largo y triste con uñas afiladas
entró en la voz la sangre la memoria del otro
vino y fue grito mudo en el semblante pálido del alba
Esto no puede durar
no puede ser que aniden en el aire
como suspiro de lágrima en la hiel
los despojos de tantas primaveras
Mañana se vestirá de fiesta
mañana será cosa de ayer haber vivido
y aunque la oscuridad nos sigue muy de cerca
una luz tenue basta para encender el trigo
Leopoldo González
Hora temprana
Lord Byron Ediciones
Madrid, España, 2014
ASÍ MORIMOS
Morimos porque sí,
porque al fin
tras la senda conclusa del último oxígeno
la muerte es la única salida de la vida.
No hay otro cuerpo ni otra hora
para empacar el hechizo del mundo
y salir corriendo de uno mismo.
Morimos tan de pronto,
tan repentinamente,
que un día –sin consultarnos-
alguien transforma nuestro rostro
en cosa parecida a lo que fuimos,
en llanto capital de la memoria,
en una vertical señal de humo,
en fugitiva voz de redes sociales,
en esquela oficial al gusto del periódico,
en silencio ignorado de unos libros,
en esto o en aquello
o en sonido de viento a la deriva,
mientras alguien prepara nuestros pasos
-en redobles de adiós o soledad amarga-
para el juicio final de los iguales
en la desconsolada luz que aún permanece.
Nada es ya lo que fue
en horas despobladas de uno mismo.
El tiempo es la estación más cruel:
llama sin fin de lo que vive y pasa.
Al término de todo,
cuando la vida no nos pertenece
y en nada le pertenecemos,
morimos hacia adentro
y el epitafio nos libra de la muerte póstuma:
aquí yace alguien que niega
cualquier relación de parentesco con el mundo.
Leopoldo González
Revista Letra Franca, marzo, 2014
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