Mentirocracia
Por Leopoldo González
No una, en varias ocasiones se ha sostenido en esta columna que el presidente de la República miente de forma sistemática y consistente.
Ya sea que se hable de economía, ciencia política, inseguridad pública, austeridad “republicana”, del precio de los combustibles en el mercado interno, de historia o del ´caso Ayotzinapa´, la tónica invariable es la mentira patológica como forma de gobierno.
Los asuntos de la historia, a propósito del mes que transcurre, los abordaremos más adelante en este mismo artículo, debido a que México -¡quién lo diría!- vive el peor periodo de su historia en la relación bilateral con Estados Unidos.
En aspectos importantes de la vida nacional, mascaradas y distractores y fintas presidenciales pretenden que creamos que vivimos en el mejor de los Méxicos posibles; esto, porque la principal falacia es el cliché “teórico” de que vamos viento en popa hacia la Cuarta Transformación: los enterados -que no son pocos- dicen que México avanza a grandes zancadas hacia una monumental “regresión histórica”, y que, en el mejor de los casos, lo que se cocina día a día es “una Transformación de Cuarta”.
Con mucha frecuencia, lo más grave de mentir radica en la mentira misma. Pero en el caso de que se trata hay otras agravantes: el peso mediático del que miente, la significación pública de la mentira y el que una legión de fanáticos caiga en el garlito del que miente.
En incontables ocasiones, por ejemplo, el inquilino de Palacio se ha referido a la división de poderes en términos elogiosos, agregando que los asuntos que competen a otros poderes “son, exclusivamente, asuntos que atañen a su autonomía”. Esta postura, sin embargo, es falsa: apenas el domingo se supo que “AMLO presiona a jueces y magistrados que atienden amparos contra Santa Lucía”. ¿Dónde queda la autonomía del Poder Judicial? La doble cara del presidencialismo, hoy, lo que dibuja -con sobrada evidencia- es a una víctima de fariseísmo político.
Si la verdad hace ciudadanos libres (“Verita veritas liberatum”), la mentira crea, recicla y perpetúa súbditos y esclavos.
Aprovechando los “embotamientos” y atolondramientos mentales de estos días, Alfonso Durazo, el titular invisible de la seguridad pública en el país, declaró que “Gobernación se achica frente a la poderosa Secretaría de Seguridad Pública (…) de Durazo”, refiriéndose al Arturo del Partenón, al legendario “negro” Durazo (sonorense como él). Bravo por la liposucción y entallamiento corporal de la dependencia, pero sería más plausible y recomendable que el gobierno a que sirve diera resultados frente al clima de violencia y descomposición nacional que vivimos.
Sobre el caso Ayotzinapa, que abordaremos en el siguiente artículo, el presidente de la República tiene cinco años mintiéndole a la opinión pública, afirmando sin pruebas y con absoluto desparpajo que aquello fue un “crimen de Estado”. Ahora que está situado en el vértice del poder, la naturaleza constitucional de su encargo lo emplaza a que se conduzca con verdad, lo mismo ante los padres de los 43 que frente a la opinión pública nacional e internacional.
Ahora, en el instante en que el país conmemora las festividades cívicas del mes de la patria, conviene tener presentes varios hechos: uno es el de que llegando a la presidencia -según él- pondría “parejo” a Trump y lo convencería de que su visión de los migrantes era equivocada; otro es el de que, como buen mexicano, no dejaría pasar un solo agravio ni una sola afrenta de los supremacistas blancos hacia ningún connacional. Como filosofía de dientes para afuera, la prédica presidencial podría sonar muy patriótica y casi impecable. Pero la realidad dice otra cosa.
No es noticia el pavor secreto (en ocasiones no tan secreto) que en su fuero interno abriga el presidente hacia la CNTE y frente a Trump. Dejando de lado a la CNTE, es claro que el presidente Trump le ha impuesto a México una agenda a la que no ha sabido responder con altura y eficacia diplomática el gobierno mexicano.
La agenda de Trump, fundada en el cálculo electoral de su permanencia en el poder, incluye un muro que está en construcción, una estrategia para limpiar de “latinos indeseables” a EEUU, una visión punitiva de la migración y el establecimiento de aranceles al acero y otros productos mexicanos, por el simple hecho de pasar por la aduana comercial estadounidense.
Frente a esa actitud imprudente del inquilino de la Casa Blanca, la respuesta del obradorismo ha sido la peor que podía esperarse de presidente alguno: por un lado, la retórica inflamada parecería digna de un Churchill batiéndose a esgrima de alto pelo ante el rival; por otro, la actitud lo retrata de cuerpo entero: sumiso, servil, obsequioso, lacayuno. Es decir, la doble cara que le negará un pedestal en la historia de los grandes a Andrés López.
Pisapapeles
Es hora de advertir las consecuencias devastadoras a que arrastran tanto la autoafirmación fanática como la entrega fanática a una causa.