DONALD TRUMP Y EL DELIRIO DE GRANDEZA
Por Héctor Ceballos Garibay
De manera somera me referiré a las perspectivas sociológicas luego de que Donald Trump asumió la presidencia de Estados Unidos el pasado 20 de enero. Mi objetivo no es otro que suscitar una reflexión sobre un tema crucial que tendrá efectos planetarios.
- En su discurso de toma de posesión, el magnate ofreció un discurso que corrobora lo que será su gestión en la Casa Blanca: una política centrada en el proteccionismo, el nacionalismo, la supremacía estadounidense, la intolerancia, la bravuconería y la vuelta a la prepotencia imperialista. Desafiante el tono mesiánico y muy peligroso el delirio de grandeza del nuevo gobernante.
- El gabinete de Trump está conformado por magnates de Wall Street y multimillonarios petroleros, por ultra conservadores enemigos de los derechos civiles y opuestos a las energías limpias, por individuos que rechazan la inmigración y odian las conquistas liberales e igualitarias.
- En su primer día de trabajo el nuevo presidente visitó las oficinas de la CIA y ahí dijo que el error de Estados Unidos cuando invadió Irak fue el no haberse apropiado del petróleo, lo que confirma su ánimo guerrerista y su falta de respeto a la soberanía de los pueblos.
- Frente a esta funesta realidad, hay varios puntos que permiten vislumbrar cierto optimismo. El primero de ellos: la gran marcha, de cerca de dos millones de personas, que salieron a protestar en las principales ciudades del mundo, principalmente en Washington, de cara al talante autoritario, excluyente, megalómano, misógino e indecente de Donald Trump. Se trata de una contundente advertencia que anuncia la combativa resistencia que brotará cuando el presidente comience a imponer sus políticas retrógradas.
- Las crisis también producen respuestas positivas y enriquecedoras como son la unión y la cohesión de una sociedad antes apática y escindida, todo lo cual se traduce en la renovación de los valores éticos y políticos y en el renacimiento de lo mejor que habita en la sociedad civil local y mundial. La ultraderecha también crece y se moviliza, pero ni por asomo alcanzará el vigor que mostraron ayer sábado las multitudes que repudian la regresión civilizatoria que pretenden imponer los líderes populistas y dictatoriales (Erdogan, Putin, Trump, etc.).
- Las políticas del empresario comenzarán pronto a toparse con la cruda realidad: no se pueden bajar los impuestos a los más ricos y al mismo tiempo hacer grandes obras de inversión en infraestructura. De inmediato se disparará la inflación y crecerá el endeudamiento público de la nación. Resulta una locura imponer altos aranceles a los productos que importa Estados Unidos de todo el mundo, pues entonces tendrá que enfrentar una respuesta similar por parte de los países afectados. La guerra comercial, el encarecimiento de las mercancías y las protestas de los consumidores estadounidenses se volverán pesadilla. Es contraproducente, asimismo, obligar a los corporativos norteamericanos a que inviertan en su propio país pues ello encarecerá el precio de los bienes, afectando el bolsillo de los consumidores e impidiéndoles tener acceso a infinidad de mercancías extranjeras que ya forman parte de su vida cotidiana. La producción industrial está globalizada y por ello proponer el regreso a un esquema concentrado y centralizado saldrá demasiado costoso. Los empresarios perderán dinero y el consumo se desplomará. La desaparición de los empleos continuará porque es un fenómeno que obedece a la renovación tecnológica que fatalmente desplaza mano de obra. Un problema adicional: la difícil sustitución de los trabajadores ilegales debido a que los gringos no aceptarán los pésimos sueldos que se les paga a los inmigrantes. Todo apunta, pues, a una decepción a corto plazo de los votantes de Trump y a una inminente debacle financiera como la padecida en 2008.
- El presidente tiene demasiados frentes abiertos: internamente, con la mayoría de los medios de comunicación, con el Partido Demócrata, con su propio partido republicano (que en varios puntos no siguen al presidente), con las minorías étnicas y raciales, con el grueso de los actores de Hollywood, etc.; externamente, con China, Irán, Cuba, México, los países árabes, los del Alba…Al debilitar a sus socios comerciales y a sus aliados europeos de la OTAN, Estados Unidos se quedará aislado políticamente y perderá poder e influencia en un mundo que ahora es multipolar y demasiado complejo, y donde ya no cabe el viejo imperialismo a la usanza de la segunda posguerra. Lo terrible es que la retórica nacionalista y extremista de Trump favorecerá el terrorismo islámico, la multiplicación de guerras regionales y el riesgo de una confrontación atómica con China. Tantos enemigos y dificultades pronostican que Trump tal vez no logre terminar sus cuatro años de gobierno.
- Fincarle un proceso legal de destitución como presidente será la mejor forma de terminar con sus amenazas a la democracia, la ecología y la estabilidad política y económica mundiales. Son numerosos los conflictos de interés del magnate por el hecho de ser alto funcionario y al mismo tiempo dueño de las empresas que ostentan su nombre. Otra gran ventana de oportunidad surgirá si se demuestra que gente cercana a él estuvo confabulada con los rusos a fin de perjudicar a Hillary y favorecer su triunfo electoral. Esta guerra a favor del futuro apenas está comenzando.