Un grito de alerta por la ciencia
Por: Francisco Viveros Dávalos
La pandemia originada por el Sars-Covid-19 y la presente crisis climática por la que atraviesa el planeta nos han traído demasiadas reflexiones. Una de ellas, sin duda, es el hacer énfasis en el papel que ha cobrado la ciencia para hacer frente a dos fenómenos complejos que enfrenta la humanidad en el Siglo XXI.
Sin embargo, el quehacer científico aún tiene varias adversidades, a nivel internacional y en México, las que trataré de exponer brevemente en las siguientes líneas.
Uno de los principales obstáculos para gobiernos de distintos países (algunos de “primer mundo” como Estados Unidos y Europa Occidental) es la desconfianza de sus habitantes a participar en las jornadas de vacunación, motivados por el denominado movimiento negacionista. Dicha corriente, asociada a organizaciones políticas de extrema derecha en el viejo continente y al ex presidente estadounidense Donald Trump, ha revivido un debate que a finales del siglo pasado parecía haber sido dirimido: cuestionar la pronta aplicación de las vacunas para la prevención de diversas enfermedades. Un verdadero dolor de cabeza para profesionales de la medicina y las ciencias biológicas que han empeñado su esfuerzo en desarrollar la cura contra un padecimiento que ha cobrado millones de vidas en todo el mundo.
La misma suerte ha corrido la agenda sobre cambio climático en la escena internacional: fuertes incendios forestales, inundaciones y sequías sin precedentes han azotado regiones enteras en Europa y Norteamérica, al mismo tiempo que, con incredulidad, algunos de sus habitantes tildan a estos fenómenos naturales como una farsa o escenarios montados por poderosos magnates para desestabilizar a los gobiernos que, supuestamente, comparten ideales de ultraderecha. Esta situación representa un contratiempo para los esfuerzos de la comunidad internacional por ajustar políticas y medidas económicas con el afán de revertir el aumento de la temperatura global y la acelerada degradación de recursos naturales para el año 2030.
El último reto que enfrentamos a nivel global, es la aparición del discurso ecofascista producto del esparcimiento del coronavirus: Ideas como “Los humanos somos el virus” y “El coronavirus dio un respiro a la naturaleza” impiden ver la degradación de los ecosistemas, el tráfico ilegal de vida silvestre y la pauperización de los sistemas de salud en los últimos años, como las verdaderas causantes de la expansión del virus y las respectivas muertes que ha dejado a su paso.
Por otro lado, si bien en México el escepticismo de estos fenómenos es por fortuna compartido por un bajo porcentaje de la población, el mayor desafío para la ciencia es el desdén que ha sufrido en los últimos años por la clase política.
Los recortes presupuestales para actividades de investigación se aprecian a partir la segunda mitad de la administración de Enrique Peña Nieto, periodo en el cual también se privilegió a empresas transnacionales bajo el pretexto de fomentar la innovación.
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador, por su parte, también ha contribuido al deterioro de la ciencia y la tecnología, despareciendo fideicomisos destinados a este sector y castigando a estudiantes becarios del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) como parte, según él, de la llamada “Austeridad republicana”. Tan grave se ha tornado la situación que, recientemente se han podido percibir en redes sociales numerosas denuncias de académicos con posgrado y años de experiencia, que actualmente no encuentran empleo. Por si fuera poco, la criminalización de la actividad científica en las conferencias mañaneras de López Obrador y el acoso que han sufrido diversos investigadores por parte de la Fiscalía General de la República, dan un mensaje muy alarmante sobre el diálogo entre el Ejecutivo Federal y la comunidad científica.
El panorama no es para nada optimista. Sin embargo, algo tenemos qué hacer. Una buena manera de iniciar es, sin duda, fomentando la educación y la formación de personas en la ciencia. Acercar a las Universidades y demás instituciones que se dedican a la investigación a todos los sectores de la sociedad por todos los medios posibles (medios de comunicación, redes sociales, cafés científicos, charlas, talleres, etcétera.) Pero quizás lo más urgente es hacer un llamado a los tomadores de decisiones de nuestro país a que dejen de lado el analfabetismo científico y recapaciten que, en adelante, será aún más necesario apoyarse de la comunidad científica para dar atención a las problemáticas que nos aquejan.
Francisco Viveros Dávalos. Egresado de la Licenciatura en Ciencias Ambientales de la UNAM-ENES Morelia. Interesado en temas de Políticas Ambientales y Comunicación Ambiental.