Las palabras compuestas que indican un origen ilícito o bajo sospecha, una procedencia obscura o innoble e incluso una estructura encubierta, son ya muchas en México, pero su proliferación y apogeo se ha vuelto espectacular de 2018 a la fecha.
La denominación y categoría de delincuencia organizada nace prácticamente con el siglo XXI, pues en los años previos no había sino delincuencia convencional (común o de pacotilla), que con el paso de los años cedió su lugar a las estructuras tentaculares y multimodales que hoy conocemos.
Cinco características permiten distinguir a la delincuencia organizada de la que no lo es: se ha generado o intenta generarse una base social; se concibe como una rama productiva y un negocio multinivel; se asegura y consolida -mediante el poder del dinero- una fuerte vinculación con el poder público; por último, cuenta con un equipo financiero experto en inversiones y en mecanismos del lavado de dinero.
Es decir, la criminalidad organizada no es ya la resaca marginal del suburbio, tampoco los chicos melenudos antisistema que hacían del romanticismo callejero una treta existencial, ni los “fumaderos de opio” al menudeo del legendario Barrio Chino, pues su negocio ahora es multinacional y su valor agregado es de más de 500 mil millones de dólares anuales en el mundo, según la experta Magdalena Galindo.
Estas corporaciones se originan en un término estrictamente económico -cártel, que viene del alemán y significa acuerdo entre vendedores o productores para fijar precios, cuotas, ganancias- y su objetivo es el control y sometimiento de los países por medio de las tácticas y estrategias criminales producidas en su propia escuela.
A la luz de esta sencilla explicación, que puede ser verificada en diversas fuentes, no es creíble que las remesas de mexicanos en el exterior -particularmente de EU- se hayan incrementado en los últimos años como resultado de un inusitado y milagroso amor al desarraigo y al trabajo, ni como producto de una hiperquinesia sui géneris de activismo laboral y financiero.
Ni en su propia tierra ni en la ajena, los mexicanos migrantes son magos del ahorro y la inversión, mucho menos alquimistas de finanzas personales. Sería magnífico que lo fueran, pero no lo son.
Por eso, cuando el vocabulario tradicional es insuficiente para captar y reflejar la realidad que se intenta nombrar, surgen los neologismos, las palabras compuestas y los vocablos que se acuñan en la entraña del pueblo, para poner nombre a las cosas y a los fenómenos sociales.
Esto explica, quizás como rebote proyectivo de una suerte de Estado dopado, que hayan surgido entre nosotros vocablos como narco-candidato, narco-partido, narco-siglas, narco-gobierno y narco-Estado, para insinuar una captura perversa e ilegal del poder político en México, a través de estructuras ligadas al “blanqueo” de dineros mareados y de recursos de procedencia ilícita.
Como la gente “bienpensada” y bienpensante sabe, el dinero bien habido no necesita la publicidad del espectáculo, ni fiestas de inflamado oropel verbal ni comilonas de órdago. La virtud de lo bien habido son la mesura y la discreción.
Por esto, resulta particularmente sospechoso que el titular del Ejecutivo aparezca inusualmente radiante y feliz, cuando anuncia los miles de millones de dólares en remesas provenientes del exterior. ¿Será por esto que Washington investiga y tiene vetado al Banco del Bienestar para el envío de remesas? ¿Será por esto, también, que se investiga en EE.UU al holgazán de José Ramón López Beltrán?
Signos Vitales, un Centro de Estudios de Datos que agrupa a investigadores de la vida pública en México, señala que el 8 por ciento de los US$ 58 mil millones de dólares que en 2022 los mexicanos enviaron a sus casas en México, parece estar relacionado con un conjunto de actividades ilícitas, incluido el lavado de dinero.
Tanto el Departamento de Estado de EE.UU como la organización Signos Vitales, han detectado transferencias multimillonarias del Banco del Bienestar a Cuba, Nicaragua y Venezuela, presuntamente con el propósito de apuntalar al llamado “eje del mal” en Latinoamérica.
Otros estudios de Signos Vitales muestran la desproporción que hay entre el número de migrantes en algunos estados de la unión americana y la cantidad de remesas provenientes de ahí, como si el plan del populismo mundial fuese vencer al “sueño americano” mediante la invasión de opioides sintéticos, incluido el fentanilo que se elabora con ácido muriático, sosa cáustica y otros químicos altamente peligrosos.
Al margen de que la sociedad estadounidense tiene muchas disfunciones y contradicciones que debe resolver en su interior, parece que a Vladimir Putin y a sus aliados menores, tras comprobar que ni con ideas ni con visión económica han podido vencer al pensamiento liberal, no les ha quedado más alternativa que recurrir al veneno y al dinero envenenado del narco, para intentar someter y controlar lo que por medios lícitos y correctos no han podido.
Pisapapeles
Rusia es un país clave para el entramado populista internacional, pero sin los adláteres y los aliados de poca monta con que cuenta en el hemisferio, ni Rusia ni Putin son nadie.
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