Hace días surgió la precandidatura presidencial de Samuel García, como si se tratara de alguien con estatura y capacidad que realmente puede venir a salvar a México.
Se mencionan como cualidades y atributos del personaje varias cosas, entre las que figuran algunas de carácter dudoso y otras que, en rigor, no hacen de él un político serio y confiable.
Se explota y vende propagandísticamente la novedad del personaje, diciendo que llegó a la gubernatura de Nuevo León muy joven y que su edad le ha permitido conectar bien con los jóvenes y otros sectores de nuestro país, al grado de que en sus cuentas de Faceboock e Instagram recibe miles de “likes” y tiene muchos seguidores.
Se dice, también, como si fuese un atributo “femenino” suyo y no de su esposa, que Mariana Rodríguez es mujer, que es “influencer” exitosa y que cualquier estampa o fruslería de la vida familiar que suba a redes confirma su popularidad: la de Mariana, no la de él.
También, como si ser tiktokero fuese una virtud y ser “popular” en el kiosco cibernético una garantía de probidad y capacidad para gobernar, se insiste mucho que el joven Samuel y su agraciada esposa, recién iniciada la contienda, ya se adueñaron de las redes sociales y bajarlos de ahí será punto menos que imposible.
En fin, sobre Samuelito y su muy agraciada consorte se dicen y se reiteran muchas cosas; tantas, que la borrachera mediática del sonsonete naranja llega un momento en que distrae y aturde, impidiendo ver el fondo de los asuntos públicos y de lo que verdaderamente está en juego para el país.
En la era del homo videns, que el pensador Giovanni Sartori puso de moda, se remplaza la democracia por la telecracia y por la videocracia, al punto de que cualquier contienda electoral acaba siendo imagen y percepción, más que palabra, y el quehacer político una continuación de la sociedad del espectáculo: personajes que se venden al postor electoral no por su formación, experiencia y autenticidad, sino por su facilidad para hacer de la política un chiste, una trampa que vende al elector la idea de que no se haga ilusiones ni forje esperanzas de humo, pues la búsqueda del poder -ellos dicen- no es sino el juego de la frivolidad.
Samuel, Samuelito, este norteño bueno para acuñar “puntadas”, es un experimento de Dante Delgado y MC para burlar y estafar al electorado mexicano: por eso, cabe muy bien en la “técnica del señuelo” que maneja el neuromarketing, que consiste en marear electores indecisos y en desanimar a otros, para que triunfe alguien más en la cita electoral, pero no precisamente Samuelito.
Para entendernos: la “técnica del señuelo” que hoy emplea el joven Samuel es la “técnica del disfraz”, de la mentira y la intención retorcida, del mexicanísimo dar “gato por liebre” que tanto han hecho funcionar tantos políticos a placer. Escribió Elena Garro: “En la profundidad de la mentira siempre hay algo perverso”.
Ahora que Samuelito trae tufos de novedad y una estructura en la capital del país pretende vendérnoslo como el candidato de los jóvenes y las redes sociales, convendría preguntarse si como gobernador fue congruente en Nuevo León, si culminó el sexenio o no y si pudo resolver los problemas de inseguridad y de crisis del agua en su entidad.
Enviar a Samuel García a la contienda, cuando al mismo tiempo se dice que Mariana Rodríguez es su consorte, que es la que lo hace fuerte y es su principal promotora, lo que nos dice es que el joven García no brilla ni pesa por propios méritos, sino que quizás vale y pesa en función de quienes hacen de él una marioneta.
Por supuesto, MC no le va a decir al pueblo de México que la de Samuel es una precandidatura arrancada bajo presión, para impedir que vayan a la cárcel Dante Delgado y otros por el fraude a SEGALMEX de más de 15 mil millones de pesos.
El MC tampoco va a decir a su audiencia que Nuevo León es una de las entidades más inseguras del país y que su inversión extranjera, pese a la presencia no concretada de Tesla, no es mejor que la que se tenía antes de Samuel García.
Samuelito es un joven junior que ha hecho y logrado cosas al amparo del bolsillo de papá, pero que no ha conseguido distinguirse por sí mismo ni empezar a brillar con luz propia. En la Sultana del Norte hay un político más joven y confiable, con más méritos que él y que viene de “la cultura del esfuerzo”: Luis Donaldo Colosio Riojas.
Samuel García no intenta escribir un capítulo luminoso en la historia de la democracia en México, sino ser una punzada para la oposición al régimen y un esquirol al servicio de otros intereses.
Esta es, a grandes trazos, la breve historia de un norteño al que podemos llamar Samuelín Canallín.
Pisapapeles
No entender la complejidad y trascendencia de lo que está en juego en el país, es una prueba de analfabetismo político.
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