En busca de un modelo económico
Por Leopoldo González
El presidente Andrés López pretende un país sin un sistema económico neoliberal, porque cree que el neoliberalismo constituye dos cosas: una “pesadilla” insufrible y el peor de los mundos posibles.
A cambio de la ruta neoliberal, el inquilino de palacio ofrece lo más cercano a un galimatías para darle rumbo al país: un populismo económico orientado a fortalecer el mercado interno en el que no hay planteamiento teórico, prospectiva estratégica, planeación democrática, diseño de escenarios ni nada por el estilo, sino sólo valoraciones subjetivas ancladas en los “pálpitos del corazón” que, por supuesto, nada o muy poco tienen que ver con economía y finanzas públicas.
Respecto al modelo populista, basta volver la vista a lo que ocurre en Venezuela, Nicaragua y Cuba, y leer sin ofuscación ni apasionamiento los datos de la realidad, para darse cuenta de que no mienten los críticos de ese modelo: mienten sus élites y sus beneficiarios.
Con relación al objetivo aspiracional de fortalecer el mercado interno, tiene una connotación impecable y una retórica de “Las mil y una noches”; en el fraseo, la intención no parece nada descabellada y hasta podría pensarse que, con ella, México podría dejar de ser la economía del “ya merito”.
A mayor abundamiento, puede decirse que un entendimiento correcto de cómo funciona la economía, aunado a una buena implementación y operación de la idea de fortalecer el mercado interno, podrían conducir al país a ser el mejor modelo económico de Latinoamérica, capaz de competir y hablarse “de tú a tú” con las economías fuertes de la economía-mundo. ¿Acaso a alguien no le gustaría que México fuese, desde el punto de vista económico y financiero, una especie de “dragón” criollo o el ´tigre mayor´ de las Américas?
El problema con los planteamientos económico-financieros de la 4T son varios: el populismo no constituye una respuesta racional -ni económica ni financiera- a los desequilibrios y desajustes introducidos por la economía de libre mercado, entre otras razones, porque pueden más en él la pulsión destructiva y las fobias antineoliberales que lo que verdaderamente se propone construir en términos de un modelo económico alternativo, si es que alguno tiene.
Pretender fortalecer el mercado interno con decisiones equivocadas, de la mano de un nacionalismo económico mal entendido y descontinuado, conlleva varias aberraciones: creer que la “economía presidencial” de un solo hombre (la expresión es de Gabriel Zaid) se sitúa, en automático, por encima de la economía como ciencia general; estimar que cancelando obras de gran calado y agrediendo a los inversionistas se va a estimular la inversión privada nacional y extranjera; considerar que la manipulación de cifras por la SHCP y el asignar obras sin concurso a los incondicionales, enviará señales de certeza y confianza al mercado de bienes y capitales; por último, plantear una conducta de rijosidad, altanería y conflicto con las calificadoras y organismos financieros internacionales, lejos de atraer flujos de inversión frescos contribuirá a ahuyentarlos. O sea que, por donde se la mire, la 4T no da una en materia de economía y finanzas.
La aseveración categórica, que suele aplicarse en la vida y a cualquier disciplina de conocimiento, es válida -sobre todo- en economía: siempre que se parte de premisas erróneas se llega, inevitablemente, a conclusiones erróneas.
Tener la intención de cambiar el modelo económico neoliberal por otro, sin introducir matices en la interpretación crítica del mismo y sin haber definido, con verdadero rigor, el modelo de remplazo, equivale a no saber lo que realmente se quiere, y peor: equivale a no saber lo que realmente se puede.
Si en el primer mes de ejercicio de la actual administración el gasto público disminuyó un 25 por ciento, ello puede atribuirse a muchos factores: a que los actuales funcionarios iban llegando, a que no sabían cuáles eran las prioridades de su sector o a que esperaban “línea” presidencial para orientar el gasto. O también: a que les hacía falta saber lo que es planeación y programación del gasto público.
Si en lo que va del actual gobierno se han ido del país, según estimaciones del Banco de México (Banxico), poco más de 13 mil millones de dólares de “capitales golondrinos”, ello no sólo es síntoma de incertidumbre, también implica una señal de desaprobación hacia el experimento populista que se nos vino encima.
Conviene que se entienda de una vez por todas: las estructuras de una economía abierta, como es la nuestra, difícilmente pueden convivir con las estructuras de una economía cerrada, como la que pretende implantar en México el obradorismo. Si esto no se entiende y se frena a tiempo, le esperan a México una eclosión de sistemas económicos y un trauma generacional. Al tiempo.
Pisapapeles
La economía es la premisa sobre la que se erige el éxito de una administración gubernamental y de una sociedad. Si alguien no puede o no quiere entenderlo, peor para él.
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