Viaje alrededor del poema
Por Gonzalo Trinidad Valtierra
I
Para señalar la poesía
con el dedo índice de los acusados.
Para poder decir: ahí hay un poema,
hay que conocer el vacío ignorante
que amarra las palabras,
que muerde el entrecejo
de alguna verdad vertida como cera.
Para conocer el corazón de un poema
habré de ahogar mi propio corazón.
Tendré que ser un asesino de albas;
de tigres, domador;
maquinista de trenes sin retorno.
Con las mismas manos que ayer usé
para curarle la nostalgia,
habré de construirle un palacio
con las arenas de la tarde.
Que luego el tiempo destruirá
sin darse cuenta: como un niño
o como el mar.
Porque los castillos hechos de poesía
son igual que las estrellas: se apagan
y solo el aliento añejo en el corazón nos queda.
Para saber que ahí hay un poema
tendré que abordarlo
como un barco en llamas,
como las batallas perdidas
antes de pelearlas.
II
Conquisté un poema:
que escalé una tarde.
Era la más alta
la más larga
la más ancha
la más montaña
de todas las montañas.
Mientras escalaba el aire me agotó
y las estrellas se volvieron fardos
sobre mi espalda.
En mi ascendida
escuché el rumor de las montañas
bajo sus faldas,
y pensé:
Madre, no quiero morir.
Pero así se conquistan las montañas
o los poemas
esperando que funcionen como alas
o escaleras
o lianas
para columpiarse sobre las fauces de las selvas.
Arte Poética