28 abril, 2023

Luis Alfonso Martínez Montaño: Un oscuro objeto del deseo en La gota de agua de Vicente Leñero

En el interior de esa galería interesante y diversa de escritores mexicanos, es posible señalar que José Revueltas “transcribió” de manera eficaz sus vivencias y que Vicente Leñero (1933-2014) no le va a la zaga. Incluso pese a sus formaciones disímiles, el primero fue un autodidacta que concluyó por sí solo la secundaria y el segundo estudió Ingeniería en la UNAM,[1] es reconocible que en ambos resultó vital la experiencia de primera mano para alimentar los mundos ficcionales que construyeron.

Además, para la crítica Vicente Leñero es una suerte novelista católico que se mantuvo al margen de los grupos y las obsesiones propias de escritores contemporáneos, pues “él se ciñó a un minucioso realismo, no sin recibir las influencias benéficas de la novela católica, el nouveaux roman y el nuevo periodismo”.[2] En términos más simples, la obra del autor, tomando en cuenta ese tipo de realismo, refleja de manera verosímil sus experiencias ingenieriles.

En este orden de ideas, Leñero en dos de sus propuestas mira aquéllas desde dos perspectivas diferentes: trágica, en Los albañiles (1970, la pieza teatral), y cómica, en La gota de agua (1983), en una lo religioso adquiere relevancia y en otra lo absurdo de lo cotidiano es risible y grotesco, pese a que no se trate de asuntos dignos de mofa, ya que se revelan problemas complejos.

Respecto a Los albañiles la intensidad de los personajes, cubiertos de cierta aura trágica, permite evocar a esos seres humanos llenos de incertidumbres y cuyos deseos y motivaciones son oscuros. Aun el mismo autor en la introducción a su obra teatral manifiesta su predilección por el realismo.

Vale la pena mencionar que la trama de esa pieza bien puede ser de una novela policiaca, ya que conlleva una anécdota propia de la nota roja: se investiga el asesinato brutal de un velador, llamado don Jesús, que se asemeja a la oveja que debe ser sacrificada ante una deidad para que los demás limpien una culpa; dicho nombre posee una carga simbólica religiosa.

Precisamente, uno de los posibles culpables, en ese conjunto de personajes, es Federico Zamora, un joven ingeniero incapaz de ejercer su profesión porque es un ignorante de la misma y que obtiene el beneficio de trabajar en una obra porque recibió el favor de su padre, el Ingeniero Zamora.

Ese profesionista inexperto, en concreto un simulador, se inserta en una minisociedad representada por el edificio en proceso de levantamiento donde conviven diferentes maneras de pensar y de sobrevivir. Asimismo, es corrupto, pues ignora “voluntariamente” el robo de material de construcción. Ese defecto deviene en un motivo para matar al velador.

Si en la obra referida hay una visión desencantada y pesimista, para la novela La gota de agua, que en este 2023 cumple treinta años de publicada, hay sitio para el humor que sirve como medio de crítica de lo que no funciona en la realidad objetiva. La obra posee una trama en apariencia simple, pero que considera una problemática relevante: la falta de agua y las molestias que genera. En este sentido, el protagonista debe conseguir a toda costa un tinaco para resolver el inconveniente y a su vez representa un trasunto del propio autor de carne y hueso, pues se trata de un Vicente Leñero propio de la ficción.

Desde el cierre del primer capítulo de la novela ese protagonista-narrador devela pronto ese comportamiento cínico e irónico, ya que desea el agua a pesar de que afectará a otros:

–¿No te da vergüenza andar peleando a los pobres y a los enfermos una pinche pipa? –y se rió.

No era en verdad cosa de risa: tenía razón, estaba en lo cierto. Yo sufría la escasez pero al menos tenía agua en la llave de la toma y la posibilidad de ducharme a jicarazos. Los marginados, los enfermos nada tenían quizá. Sedientos, formados en colas interminables con sus cubetitas […] aguardaban con desesperación la pipa salvadora cuyo rumbo yo trataba de desviar abusando de mis influencias periodísticas.[3]

 

También ese llamativo protagonista cuenta al lector sus experiencias como egresado de Ingeniería Civil y le confiesa sobre su negligencia en ejecutar su oficio. Los trabajos y las peripecias de Leñero ficcionalizado despiertan simpatías, pues las desventuras de este ingeniero mueven a cierta compasión por el entorno calamitoso que lo envuelve. 

De hecho, el lector se ve “obligado” a saber que ocurrirá en el relato para que el protagonista consiga su agua anhelada, problema cuya solución requiere de un oscuro objeto del deseo: un tinaco-cisterna. Mismo que debe instalarse en su casa, tarea que necesita ejecutarse a la par que intenta escribir una novela; este es otro aspecto destacado de la obra, se alude a su elaboración.

No obstante, una vez que consigue el objeto, al poco tiempo se rompe; resolver la tragedia del tinaco quebrado se vuelve algo kafkiano. Aun los demás personajes con los que convive el protagonista y que podrían ayudarle, lejos de poseer un aura de santidad son grotescos e inútiles. Aquella cosa en su personificación cobra elocuencia para el lector: “[…] Ese tinaco me está matando. No puedo dormir, no puedo escribir, no puedo trabajar, no puedo pensar. He perdido el apetito, tengo torzones en el cuello, me sangran las encías” (117).

Como solución temporal el protagonista consigue un nuevo tinaco, pero también se quiebra. A él no le queda más remedio que “jugársela” y repararlo por su cuenta para recobrar su tranquilidad y así continuar con la escritura de su obra. Cabe señalarse que la novela que culmina Leñero “[…] logra una intensidad narrativa que obliga al lector a devorar el texto, como si se tratara de la más intrincada y rítmica de las novelas policiacas. La gota de agua es una fina burla de la vieja ‘nueva’ novela francesa”.[4]

La comparación es entendible, pues si en Los Albañiles se busca resolver un crimen, en la otra obra el protagonista busca a toda costa adquirir un objeto preciado: un simple tinaco; y con ello conseguir de nueva cuenta la serenidad perdida.

Para terminar, las dos propuestas de Vicente Leñero reflejan de forma creíble su experiencia como ingeniero. Aun lo interesante recae en el hecho de que esa vivencia la mira desde dos diferentes perspectivas que no dejan indiferente al lector, es decir, una donde impera la tragedia y otra donde el humor tiene cabida.

En particular llama la atención la problemática retratada en La gota de agua, ya que permanece vigente,[5] este aspecto lo confirma la escasez de agua que sufrirá la Ciudad de México y otras localidades durante 2023. Y valga reiterar que la obra muestra ese indisoluble vínculo entre la literatura y la realidad.

 

[1] Vicente Leñero también estudió periodismo en la escuela Carlos Septién García.

[2] Christopher Domínguez Michel, Diccionario crítico de la literatura mexicana, p. 310.

[3] Vicente Leñero, La gota de agua, pp. 25-26. En las siguientes citas textuales solo se indicará el número de página entre paréntesis en el cuerpo del texto.

[4] Christopher Domínguez Michael, id.

[5] En un número anterior de la revista se aborda el grave problema de la escasez del agua. Mismo que actualmente causa conflictos comunitarios a nivel local y mundial. Véase Letra Franca correspondiente a julio de 2022.

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