La segunda llegada del presidente Trump a la Casa Blanca significa riesgos para México y también el mundo.
En el meollo de su discurso de toma de posesión, Donald Trump fue fiel a la idea que tienen de sí los Estados Unidos: ser ellos mismos y hacer de su paso por la historia un signo de grandeza. De ahí la expresión de que el país ingresa “a la era dorada de su historia”.
Por lo que se ve, el segundo ascenso de Trump a la Casa Blanca será una tentativa de depuración y purificación del sueño americano, en la que se acentuarán sus fortalezas y se harán a un lado sus manchas y debilidades.
Trump es un populista de derecha y encarna, como ningún otro presidente en la historia de aquel país, la vocación imperial de Estados Unidos. Hay dos riesgos en esta visión, que es necesario señalar a tiempo: que Trump se sitúe más cerca del “sueño americano” que de la democracia liberal, haría de él y de su gobierno una amenaza real para la democracia en su país; que Trump llegue a revelar semejanzas estructurales y de identidad con el pangermanismo de Adolfo Hitler, ahora que recién fue recordado el centenario del golpe en la cervecería de Munich, sería deplorable para EU y una maldición para el mundo.
El peligro de que el fascismo de izquierda o de derecha encarne en un personaje autorreferencial y en unas siglas, ha estado presente en el mundo desde la culminación de la Segunda Guerra, y sigue latente. Lo que puede salvarnos de ese peligro es no dar tanto poder a los tribunos de la plebe y elevar el nivel de conciencia de las masas.
En el caso de México, la distinción es obligada: una cosa es ser sociedad y otra, muy distinta, es ser gobierno.
Hay países que son generadores de problemas y los hay que son partidarios y generadores de soluciones. Entre los primeros México se pinta solo. Entre los segundos Estados Unidos no es el paraíso ni la Tierra Prometida, pero es una democracia estable y una potencia económica: prueba de ello es que la migración global no busca alojo en la épica tercermundista, en democracias subdesarrolladas ni en economías periféricas, sino bajo el cobijo del “sueño americano”.
México, que ya tiene bastantes y suficientes problemas para entretenerse en este momento, suma ahora uno sumamente severo, que ya ha desestabilizado y que podría descuadrar la visión de gobierno de la 4T: Donald J. Trump.
En un sentido estricto, el presidente Trump no es el responsable del revuelo y la agitación que causaron en México su triunfo electoral y su posterior toma de posesión, pues con la misma legitimidad con que cualquier gobierno está priorizando lo que llama interés nacional, Trump hace lo propio al colocar en un nivel superior el interés de su país.
El nacionalismo es un tema muy serio e importante, como para mezclarlo con asuntos y revolturas de la geografía del fango.
Ni el pueblo norteamericano tiene una narcocracia en la cima del gobierno ni el presidente Trump llegó a la Casa Blanca como resultado de una narcoelección. Si el tema y el contexto de lo que se habla son importantes, también lo es el lenguaje.
La preocupación por Trump y por lo que pueda pasar en los próximos años, es totalmente justificada y legítima, debido a que el regreso del magnate a la Casa Blanca, por su radicalismo y su estilo rudo, augura no pocas tempestades dentro y fuera de la unión americana.
Si México tiene contradicciones y disfunciones a nivel político y social, es mejor que proceda a arreglarlas y a ordenar sus ruidos internos, en lugar de desgastar la retórica del “villano externo” y de hacer del nacionalismo un escudo de humo.
Los problemas que México haya creado y consecuentado por propia voluntad en su fuero interno, son problemas de México y no de Estados Unidos.
Resolver los males que tiene nuestro país exige autocrítica, lucidez, valentía, honestidad y altura de miras en la clase política y en la sociedad. Sin estas cualidades y un poco de sentido común, ningún caso tendrá hacerse ilusiones sobre el futuro inmediato.
Pisapapeles
Con Trump en la Casa Blanca sólo hay dos alternativas: ir del síncope al ´séiscope´ cardiaco o, en su defecto, hacer frente a una “Trumpbosis” cerebral.
leglezquin@yahoo.com