18 diciembre, 2025

Letras de coyuntura: El fascismo hoy

Por Leopoldo González

Entre las muchas confusiones de nuestra época, sobresale una: la de llamar fascista al disidente de un régimen, al opositor, al crítico o a quien piensa diferente respecto al orden establecido, sólo para lincharlo, ningunearlo, descalificarlo o restarle validez a su postura, sin saber en realidad la naturaleza del fascismo y qué significa ser fascista.

Las palabras tienen un significado que sólo la docta ignorancia se atreve a ignorar, y de ahí surge, del significado preciso de las palabras, la lingüística ideológica que conocemos del siglo XX a nuestros días.

Por esto ocurre, habitualmente, que alguien use el término “fascista” en un sentido denostativo y peyorativo contra otro, sin saber que a quien realmente está definiendo como fascista es a él mismo.

El término fascismo viene del latín, fasces, que significa “fajo y haz de ramos”, el signo de los lictores romanos que simbolizaba la fortaleza de la Comunidad frente al Individuo. En este sentido, el fascismo es anticapitalista y su exaltación de la comunidad lo acerca a la noción de comuna: lo vuelve pariente cercano de las creencias comunistas anteriores a la Segunda Guerra Mundial.

El fascismo es un movimiento social y político de carácter totalitario, creado y desarrollado por Benito Mussolini en Italia en los años 20, que se caracterizó por la concentración de poder, el corporativismo popular y la exaltación nacionalista.

Su propensión al caudillismo hizo de Mussolini un mesías, una figura de culto popular que instauró una dictadura personalista en Italia en 1922, y que no tuvo fin sino hasta la conclusión de la Segunda Guerra, en 1945, cuando mordió el polvo el eje Roma-Berlín-Tokio.

En ciertos medios de izquierda, está muy extendida la creencia de que el fascismo es la derecha en acción o encarna a la ultraderecha. Esa idea es imprecisa y errónea, cuando por conveniencia se olvida que “los extremos se tocan”, pues con el fascismo ocurre lo mismo que con el marxismo: si bien sus orígenes son distintos, ambos tienen herederos e intérpretes que han trascendido su origen y fundado nuevos “ismos”.

El franquismo fue un fascismo de derecha, en España, pero el estalinismo fue un fascismo de izquierda, en la exURSS. El primero se sostuvo en un militarismo de derecha y el segundo en un militarismo de izquierda.

El fascismo tiene la funcionalidad del juego del yo-yo, que lo mismo se juega con la izquierda que con la derecha. ¿Hay un fascismo bueno de izquierda y un fascismo malo de derecha? No, en absoluto, pues los dos son intrínsecamente perversos y tóxicos, dañinos para la sociedad y lesivos para el individuo. Si alguien se come el cuento de “un Castro bueno” y “un Pinochet malo”, no solamente peca de ignorancia sino de fanatismo.

Es decir, tan malo el pinto como el colorado, aunque el colorado pretenda insultar nuestra inteligencia haciéndose pasar por santo, progresista, impoluto, celestial.

El fascismo se asegura el control total del poder, por eso desaparece la democrática división de poderes; hace de la ley su ley; cancela los tribunales independientes y autónomos; toma el control corporativo de los sindicatos y las organizaciones sociales; crea siervos para no tratar con ciudadanos críticos y despiertos; devalúa y relativiza la verdad; hace del lavado de cerebro (generalmente “mañanero”) un instrumento de manipulación de masas; distorsiona y politiza la historia y hace del poder un proyecto transexenal a perpetuidad.

La esencia totalitaria del fascismo claramente lo denuncia como un fenómeno político contrario a la dignidad humana, a la libertad y a la democracia. Por esto, quien se opone al fascismo populista de nuestros días no es conservador, ni reaccionario ni agente de la derecha, sino un demócrata consciente y racional que advierte la deriva autoritaria hacia la cual se lleva al país.

Un fascista no atiende el fondo y la sustancia de las ideas, porque no las tiene; un fascista es un animal amaestrado desde el poder para las consignas ideológicas y los eslógans propagandísticos, pero nada más.

Por tanto, quien desde cierta “izquierda” acusa a otro de fascista, es porque no se ha visto mucho en el espejo.


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Un fascista es aquel al que no le importan la realidad ni la verdad, sino sólo la victoria de su fanatismo.

leglezquin@yahoo.com

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