Si las tendencias no mienten ni fallan, y si además revelan una solidez aritmética fuera de duda, Xóchitl Gálvez, la candidata de Fuerza y Corazón por México, será la próxima presidente de la República.
Su candidatura se parece mucho a su vida: surgió de la nada, como muchos mexicanos, y al poco tiempo conquistó tal reconocimiento ciudadano que el mismo régimen populista del obradorato puso mil obstáculos a su persona y su candidatura, que no lograron mermar su fuerza ni frustrar el empeño de la sociedad por tener a una candidata con la que sí se identifica.
Si una frase puede definir la voluntad de hierro y el afán de salir adelante de una mujer como ella, esa frase es de Friedrich Nietzsche: “Lo que no me mata me fortalece”.
A su vez, la frase que por contraste define a los millones de ciudadanos que la siguen en todo el país, es del gran libertario que fue Mahatma Gandhi: “Lo malo de las cosas malas de la gente mala, es el silencio de la gente buena”. La gente buena que respalda a Xóchitl Gálvez decidió no callar ni hundirse en el silencio, porque el silencio ayuda al opresor y hunde aún más al oprimido.
Si nos guiamos por lo que dicen las tendencias de opinión, es muy probable que el partido marrón se lleve más de una sorpresa en todo el país el 2 de junio, y que la candidata de Fuerza y Corazón por México, respaldada por PAN, PRI y PRD, se alce con la victoria el próximo domingo.
Yo confío en las encuestas, aquellas que tienen un diseño científico consistente y cuentan con una metodología que no miente al extraer un trozo de la realidad para examinarla y fundar una aproximación a la verdad objetiva.
Sin embargo, no creo ni confío en las encuestas sesgadas: aquellas que eligen el nicho de mercado en el que triunfa quien pagó la encuesta; las que diseñan muestras con trampa para conseguir resultados tan dudosos como tendenciosos; aquellas en las que preguntas “amañadas” conducen a respuestas “amañadas”. Hay varias empresas de estas, que por vergüenza tendrían que desaparecer después del 2 de junio.
Hace seis o hace siete meses todo parecía perdido para la oposición y Xóchitl Gálvez no era, en la perspectiva del marketing, ni un producto de batalla ni un producto de mercado: era poca cosa como firma electoral y sólo podía aspirar a crecer, y crecer, y crecer, y crecer. Lo hizo y en poco tiempo echó por tierra el mito de que la elección del 2 de junio sólo sería un “trámite”.
Hoy Xóchitl Gálvez trae una realidad y unos números que la favorecen, pues es la única que en seis meses registra una tendencia de crecimiento sostenida y constante, mientras la otra, la candidata de la cola de caballo arropada por el autoritarismo, se ha estancado o cae irremediablemente en encuestas.
La semejanza fundamental entre las elecciones de México y las más recientes de Argentina, probablemente radica en esto: Javier Milei se hizo competitivo en la primera vuelta, y luego en la segunda creció tanto y de forma tan significativa, que nadie pudo quitarle en la cita de las urnas la victoria que no le daban las encuestas.
La otra tendencia que podría ser premonitoria, de acuerdo con estudios, es que la oferta de gobiernos de copia y continuidad es poco atractiva, frente a la opción de cambiar para experimentar algo nuevo y diferente y que sí de resultados.
Fenómenos de rechazo a la continuidad y de opción por el cambio los ha habido en meses recientes en gran parte del mundo: Holanda experimentó un viraje al centro-derecha, el año pasado, en unas elecciones en que las encuestas no daban a la oposición ni el 30 por ciento de la preferencia electoral; a Milei le daban las encuestas 38 por ciento, y terminó captando 55.6 del voto popular; a Noboa, en Ecuador, las encuestas le daban 41.1 por ciento, y coronó su triunfo con el 51 por ciento; en Turquía, en elecciones parlamentarias, las encuestas atribuían a la oposición 33 y a Erdogan 67, pero triunfó la oposición con el 64.5 por ciento; en los Países Bajos, con todas las encuestas en contra, el centro-derecha conquistó la mayoría parlamentaria frente a los socialistas en el poder.
Los casos más recientes e ilustrativos son Portugal y Panamá: en el primero, el centro-derecha obtuvo la mayoría parlamentaria, pese a que los pronósticos de las encuestas vaticinaban un resultado muy inferior; en el segundo, donde las encuestas no veían competitivo a Raúl Murino, este ganó la elección presidencial y la mayoría en el Congreso.
Los ingredientes básicos de este rechazo a la continuidad son tres: los ciudadanos dieron forma al torbellino del voto oculto y silencioso, muchas veces determinado por temor o miedo; hicieron del hartazgo por la corrupción y la ineptitud un voto de castigo, para despedir a los socialistas del poder; por último, decidieron abrazar la esperanza de un futuro diferente, para no seguir patinando en las aguas turbias y revueltas de quienes sólo le ofrecían la idealización del pasado.
México aún está a tiempo de transitar ese camino para salvarse a sí mismo, a condición de que la mayoría salga a votar con instinto histórico y responsabilidad.
Pisapapeles
Lo que puede salvar a México es la X en la frente a la hora de votar.