Por Leopoldo González
El mundo vive un periodo de agitación y cambio caracterizado por dos constantes: la caída de corruptocracias por el brío y la pujanza de la Generación Z, como han sido los casos de Nepal, Bulgaria, Serbia y Portugal, y el retorno de algunos países a la derecha después del fracaso de la izquierda en el ejercicio del poder.
Desde 2021, la generación Z ha salido a las plazas y las calles con singular fuerza y, en su devenir, ha tumbado más de 10 gobiernos, entre regímenes dictatoriales y burocracias de izquierda y de derecha.
La sorpresiva incidencia política de los jóvenes es determinante y se ha vuelto un fenómeno mundial que está tumbando gobiernos aliados con el crimen y kakistocracias de incompetentes. Los jóvenes son un faro de luz en democracias marchitas y frente a regímenes que llevan a los países por sendas de oscuridad.
Después de un marasmo de varias décadas, la derecha en el mundo y en Latinoamérica ha comenzado a despertar de un prolongado letargo. Si en Europa le ha arrebatado el gobierno a izquierdas débiles e ineficaces, en Latinoamérica ha recuperado el protagonismo que perdió hace un cuarto de siglo.
El apogeo de la derecha en Latinoamérica no se explicaría sin un factor clave: el ascenso de Trump a la Casa Blanca en 2016, y luego, tras el tibio y gris mandato de Joe Biden, su regreso al vértice del poder en Washington en 2024.
El triunfo de Javier Milei en Argentina, en 2024, fue clave como palanca de impulso para generar una sinergia de retorno de la y las derechas al ejercicio del poder.
En 2024, además de Trump y Milei, la órbita de la derecha se hizo del poder en República Dominicana, Panamá y El Salvador (donde fue confirmada en las urnas), sin contar la victoria arrolladora de la oposición venezolana frente a la dictadura, que en ese tiempo no pudo hacer valer su triunfo en ese país, porque los órganos y las instancias electorales estaban bajo el control total del populismo autoritario.
En 2025, cuatro países del hemisferio se sumaron a la ola de retorno de la derecha al ejercicio del poder, en sólo unos cuantos meses: Ecuador (que fue confirmado en las urnas), Bolivia, Honduras y Chile.
¿Qué ocurre ahí donde la izquierda es incapaz de mantenerse en el gobierno? ¿Qué lleva a las sociedades a sacudirse a la izquierda en el poder? Sin duda, los factores y razones que sacan a la izquierda del poder varían de un país a otro, pero el denominador común es que a la izquierda la caracterizan la ineptitud, las uñas largas y la mediocridad en el ejercicio del poder.
El populismo zurdo no es la más verdadera y auténtica de las izquierdas, sino una de sus expresiones menores y la más conceptualmente pobre de todas. Esto no implica que la derecha sea un modelo de virtud y de eficiencia, pero es menos peor a la hora de ejercer el poder y de dar resultados concretos a la población.
La izquierda es el sentimiento, o incluso la premonición, de que un día las cosas van a mejorar y a estar bien. El problema de esta utopía es que su sustento es de aire, y nadie en la tribu ni en la clase dirigente sabe cuál es el modo o el método que conducirá a que las cosas sean mejores y estén bien un día.
Otro problema de la izquierda en el poder consiste en que no suele distinguir lo que es hacer grilla y política de lo que es hacer gobierno. Esto la conduce a dos distorsiones: a creer que el ejercicio de gobierno es una prolongación de la campaña electoral y, asimismo, a creer que la eficacia de un gobierno se muestra en su capacidad propagandística y publicitaria.
Un problema adicional de la izquierda es creer que el partido es la nación y la visión del partido la única verdad probada, de aquí al cielo y de regreso y en trecientos kilómetros a la redonda. En este caso, el partidarismo deviene sectarismo dogmático que termina por separar la mentalidad partidista de la realidad real.
Todo esto, con mucha frecuencia, conduce a la izquierda a ser un rotundo fracaso en el ejercicio del gobierno, en la materia de análisis que se escoja para examinarla.
En resumen, en su realidad paralela y encapsulada en la visión ideal que tiene de sí misma, la izquierda es lo mejor que podría ocurrirle a cualquier país. Sin embargo, en la realidad real de cualquier país, lo peor que puede ocurrir es apelar a la izquierda como una alternativa de solución: no lo es.
Esto explica, en buena medida, el giro a la derecha que viven una gran cantidad de países en el mundo, incluida Latinoamérica.
Pisapapeles
El día que se invente un sistema político híbrido y ambidiestro, que comprenda todas las mescolanzas ideológicas posibles, será porque el mundo padezca una dislocación de la racionalidad.
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