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12 enero, 2024

Vincent Van Gogh

 

La vida de Vincent Van Gogh es de las más apasionantes e interesantes del arte europeo del siglo XX.

Su obra artística es una calca y un eco de su vida: abundancia de talentos y de corazón para ver la vida con mirada amorosa, junto a una gran escasez de condiciones materiales para hacerla posible. Difícil no recordar a Santo Tomás de Aquino: “Para el ejercicio de la virtud se requiere un mínimo de bienes”.

Un creador, un autor, un artista, son él y su obra: ambos se corresponden dándose peso y levedad. Lo que con frecuencia olvida el creador de una obra artística, es la simbiosis que debe establecer entre él y su contexto, pues aparte de ser él y su obra, es también él y su tiempo.

La concentración en el desarrollo de su íntima vocación y quizá mantener su obra lejos de la mercantilización del arte, pues en vida Van Gogh vendió sólo un cuadro, fueron las razones que hicieron del artista holandés un pintor huraño, solitario, aislado, silencioso, que sólo quería -según su expresión- “conmover a la imagen con mi arte”.

Cualquiera que vea las pinturas de Van Gogh, “Los girasoles” o “La noche estrellada”, por ejemplo, descubrirá que los colores y las formas cobran una intensidad distinta en él, no sólo por el trazo impresionista rápido y nervioso, sino porque su lenguaje pictórico parecía hecho de pedazos de alma y trozos de corazón.

El arte pictórico consiste en pintar con los colores del espíritu las entrañas de la materia y en dar forma áurea o en insuflar de ánima el tosco acontecer del hombre sobre la tierra. Vincent Van Gogh logró la difícil perfección formal que se espera en un cuadro, porque su sensibilidad de hombre sufriente y doliente no parecía de este mundo.

Abandonó Holanda para acentuar y afinar, en contacto con otras corrientes y estilos, su afición y devoción por la plástica, porque “siempre sintió que su única vocación era pintar y revolucionar la pintura”.

Del centro de su alma noble y atribulada, salió varias veces una voz de urgencia que se decía a sí misma y decía a los otros: “¡Quiero que todos digan: él siente profundamente; él siente tiernamente!”. Fue de un corazón tan sensible y un alma tan apasionada, que puede decirse: fue un poseído y un militante de su propio sentir.

La sinestesia es una condición del artista verdadero y el verdadero poeta, porque radica en la capacidad poco común de oír y sentir el mundo.

Un día, tras una acalorada discusión, Van Gogh dijo a Gauguin algo que lo pinta de cuerpo entero: “¡No quiero pintar fríamente! ¡Quiero pintar en el calor de la excitación! ¡A eso vine a Arles!”.

Otra ocasión, en una reunión en París a la que asistieron Theo, Pére Tanguy, Toulouse Lautrec y otros pintores, buscando cada cual la manera de vender su obra, se trazó la estrategia conjunta de: “En lugar de luchar cada uno por nuestro lado, podríamos presentar un frente único”. Esto tampoco les funcionó, por lo que Van Gogh siguió dependiendo de su hermano Theo.     

La pasión del solitario y apestado del mundo es una llama invertida o una pasión que se consume hacia adentro. Es conocido el episodio de la oreja derecha de Van Gogh.

La mujerzuela pidió a Van Gogh, a cambio de los cinco francos que este no tenía, una oreja en prenda.

-“Si no tienes dinero, ¿quieres cortarte la oreja y regalármela? Me agradaría tenerla; la pondría sobre mi escritorio y jugaría con ella todas las noches.

Van Gogh “elevó la navaja, sintió el frío acero contra su cuello. Le pareció oír extrañas voces. De un golpe seco se cortó la oreja derecha. (Hay ocasiones en que la sangre no es sangre, sino lágrimas rotas de una vida malograda). Tomó luego la oreja, que había caído en la palangana, la lavó bien y la envolvió en varios pedazos de papel de dibujo”, y la entregó en manos de la mujerzuela.

Van Gogh es el referente simbólico de lo que el francés Antonin Artaud llamó “el suicidado de la sociedad”. Esto habría que discutirlo mucho más y con mayor sustancia, pues lo que describe Artaud con esa expresión, ciertamente trágica, podría ser la proyección de su propio calvario emocional, de su enorme lista de demonios interiores.

Vincent, sin atributos de vendedor e imposibilitado para colocar su obra, casi siempre vivió a expensas de la economía de su hermano. El crítico y biógrafo Irving Stone ve en este hecho la causa del suicidio de Van Gogh, porque “sus necesidades y la verdad de su arte atormentaban a Theo”. Por ello, para no ser una carga ni una mortificación para nadie, decidió decirle adiós al mundo.

En su oración fúnebre, Gachet pronunció estas palabras: “Vincent no está muerto. Nunca morirá. Su amor, su genio, la gran belleza que ha creado seguirá eternamente enriqueciendo al mundo. (…) Cayó mártir de amor por el arte”.

Seis meses después de la muerte de Van Gogh falleció su hermano Theo. En el versículo de Samuel quedó escrito: “Y la muerte no los separó”.


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No muere realmente aquel a quien sobrevive el aura de su genio creador.

leglezquin@yahoo.com

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2 COMENTARIOS
    Noe Cambron Rosas

    Excelente biografía para recordar al artista.
    Que ironía ser más importante de muerto que de vivo….Su legado vive en muchos lectores y artistas..

    Juanita Romero

    Gracias Polo por todo lo que compartes. Sin duda interesantes todos los temas. Siempre te leo.Saludos cordiales

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