El lunes después del mediodía, se supo la noticia de que había muerto Francisca Viveros Barradas, más conocida como “Paquita la del Barrio”.
La mujer que cargó a medio país emocional en sus canciones por más de cinco décadas y le dio voz estética al silencio del mujerío, es digna de reconocimiento y homenaje.
El pueblo donde nació el 2 de abril de 1947, Alto Lucero, en Veracruz, es el pueblo que tiene el nombre más poético de México, aunque también debe decirse que el humor sagrado de la tierra prefigura en algunos de sus hijos la predestinación de cierta altura y cierta luz. Al diminutivo de Paquita, y además del Barrio, le sienta muy bien el luminoso y proverbial nombre de Alto Lucero.
La mujer que mira hacia adelante y ve el horizonte de grandeza que le espera, es grande. Pero no es menos grande la mujer que trastoca su pasado y su presente en un sueño posible.
“Paquita la del Barrio” llegó de Alto Lucero a la CDMX en 1970, acompañada por su hermana Viola y con un montón de sueños por realizar. Se diría que el arraigo que dejó atrás, el peso de la pérdida y un dolor enquistado en el corazón le dieron fuerzas para seguir adelante, pues a los pocos años creó la “Casa Paquita” en la colonia Guerrero, el bar donde afinó el compás musical y comenzó su carrera como cantante. Ella pagó su primer disco en 1984, hasta que un promotor musical la hizo tocar el cielo de la fama.
El fenómeno musical de “Paquita la del Barrio”, por lo que cantó y cómo lo cantó, es la mejor explicación y la más pedagógica del país que llevamos en el corazón y en las venas. Es decir, una buena explicación sobre el ser del mexicano no puede prescindir de El laberinto de la soledad, de Octavio Paz, de Pedro Páramo, de Juan Rulfo, y de la discografía irónica y divertidamente pendenciera de “Paquita la del Barrio”. Las claves de la psicología del mexicano están en el contenido latente de estas tres obras.
Arrastrar un pasado de estrecheces económicas, de adversidad existencial y sueños rotos fue la escuela de vida que hizo de “Paquita la del Barrio” una mujer de armas tomar, una canta-autora de vena festiva y guerrera y una intérprete que -como pocas- se echó a la bolsa al país de los “machos” y al sector masculino contra el que cantaba.
Guardadas las proporciones entre una y otra, el feminismo mexicano tiene una línea de continuidad que viene de Sor Juana Inés de la Cruz y desemboca en Francisca Viveros Barradas.
México tiene, como país, un perfil psicológico y características sociológicas que explican el surgimiento y el éxito de una figura disruptiva como “Paquita la del Barrio”: es el país del padre ausente y la geografía en que al “macho” se le permiten toda clase de sabrosuras y liviandades, incluida la infidelidad. Por ello, buena parte de su éxito radica en que visibilizó con humor la rabia contenida de la mujer burlada y dio voz de guitarra y canción al despecho y al sentir más profundo de la mujer mexicana.
Si Pancho Madrigal echó a circular sus Corridos pendencieros, con el ilustrado humorismo de vena popular que lo caracteriza, “Paquita la del Barrio” es el troquel y la horma que forjó en la música popular mexicana el subgénero y molde del ´bolero pendenciero´, junto a Norberto Herrera Toscano, su compositor de cabecera.
Aunque rechazó ser un ícono del feminismo y referente de la resistencia y el empoderamiento de la mujer frente a la cultura machista, “Paquita la del Barrio” se instaló en el corazón femenino y popular como la reina del pueblo, la guerrillera del bolero y el símbolo del despertar de la mujer a una nueva época por canciones como “Rata de dos patas”, “Cheque en blanco”, “Tres veces te engañé” y la expresión más viral de su metralla verbal: “¡¿Me estás oyendo, inútil?!”.
Hace unos años declaró en una entrevista: “Hubo épocas donde el hombre se sentía muy fregón, pero ahora les estamos dando clases”. Dado que hay una feminización creciente en el aire y en la cultura de México, me imagino que no hay o hay muy pocas objeciones ante dicha aseveración.
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Lo que acaba en una vida como la de “Paquita la del Barrio”, es la parte esencial del México que amanece.
leglezquin@yahoo.com