7th

marzo
7 marzo, 2024

Tres poemas de Paola Lucarini

Poeta y escritora italiana, Paola Lucarini (1942-2024) colaboró en revistas como «Hellas», «Firme nostri», «Città di vita», también participó activamente en el teatro. Sus libros de poesía (Seme di ulivo, 1981; Dei massimo la neve ardente, 1983; Fiori dalle pond d’ink, 1985) obtuvo importantes premios y reconocimientos, entre ellos el Tarquinia-Cardarelli, el Barbi Colombini, también destaca su libro San Miniato al Monte (2019), premio Camposampiero, entre otros.

Sobresale en su poesía un fuerte rastro místico; su experimentación poética que toma rasgos de viaje espiritual cercano a la gran tradición de nuestros mexicanos, Carlos Pellicer, Concha Urquiza y Elsa Cross. Tal como lo señala el escritor Carmelo Mezzasalma: “Paola Lucarini vivió siempre esta pasión por el conocimiento, aquí más que en otro lugar, en su San Miniato al Monte, pronuncia, con la fuerza de lo inevitable, el nombre feliz de aquello que custodia el tiempo, su profunda e intensa búsqueda poética: el respiro de Dios en el mundo”. Esta búsqueda incesante del soplo divino en los lugares cotidianos a través de la palabra, deja sin duda, un legado importante a la genuina tradición poética. Descanse en paz esta trascendente poeta de la bella provincia de Ancona, y cuyo funeral se llevo a cabo este día en la Certosa di Firenze; hoy, de luto.

Paola Lucarini
(tres poemas)

Comunidad del corazón de María 

La extraordinaria extraña emoción 
del verte arrodillado en oración
blanca figura en el huerto de los olivos, 
dice que un tiempo ya habíamos visto 
esta hora juntos

quizá era una hoja plateada, 
una pequeña piedra, un hielo de hierba, 
una mariposa o el perro que pasa 
a un lado en su movimiento fugaz 
mientras tú la eternidad contemplas 
pero esta poca memoria 
es también eterna, como nosotros,
en gracia tuya estamos. 


Como es fácil fatigarse 

Como es fácil fatigarse 
-y fatigarse en vano- más bien 
de recoger el regalo de la vida 
en simple corazón que reconoce 
así el hombre se niega a horizontes de gratitud 

presume de ser en sí y para sí 
ciego de estima vidente 

Al fin qué una mano la aferra 
La clava al salvífico parto,
rompe lo cerrado de las valvas
flotando la luz
cualquiera pare 
con sufrimiento de amor
su perla de cielo. 



Una mujer mortal 

Una mujer mortal 
te acompaña aquí, 
esclava y dueña dentro de la casa
donde vive tu cuerpo 

Yo soy otra, dimensión 
invocada del eterno sueño 
Mientras desde el pasado se prolonga 

Mírame en el brillo de la fuente, 
inocente sapiente, y reconóceme:
yo soy tú, tu secreto brota. 

Versiones de Carlos Higuera