23 enero, 2019

El retorno de Elba Esther: Leopoldo González

Partido Redes Sociales Progresistas

El retorno de Elba Esther

Por Leopoldo González

A la altura de la condición humana, el poder, en cualquiera de sus formas, es el banquete mejor apreciado y el fenómeno más irresistible que hayan concebido las civilizaciones y las culturas sobre el planeta.

Es el poder el que explica, entre otras cosas, el surgimiento de “El Leviathán” de Hobbes, la concepción de “El Contrato Social” de Rousseau, “El espíritu de las leyes” de Montesquiu y todo lo que hay de pasión -sana o malsana, moderada o incontrolable- en la ciencia dura y desnuda de los intereses humanos que es la política.

Vienen a cuento estas breves reflexiones sobre el poder, precisamente porque es el poder la clave biográfica esencial de ciertos personajes de nuestra vida pública, como es el caso de Elba Esther Gordillo Morales, aquella modesta joven de Comitán, Chiapas, que a finales de los sesenta salió del caserío a oscuras, como de mujer fantasma, para ingresar a la Escuela Normal Superior de México, de donde egresó en 1970 como profesora de primaria especializada en historia.

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CIUDAD DE MÉXICO. Absolution/Absolución-Elba Esther Gordillo.- Elba Esther Gordillo, ex lideresa del Sindicato de Trabajadores de la Educación (SNTE), ofrece mensaje a medios de comunicación en el marco del regreso a clases en la educación básica. Asegura que en su caso hubo “persecución política”. Foto: Agencia EL UNIVERSAL/Iván Stephens/EELG

Su carrera política comienza en un Congreso de los que hacía el SNTE a la vieja usanza, con todo bajo control. La profesora participó en él como oradora, haciendo sentir una relativa inconformidad y cierta audacia crítica frente a la línea sindical que se seguía. Fue entonces cuando, según lo refieren varios de sus biógrafos, Carlos Jonguitud Barrios le ordenó tajante a uno de sus subordinados: “¡Tráiganme a esa flaca”!

Desde entonces, “la flaca” comienza a desarrollar una carrera sindical y política relampagueante, meteórica, deslumbrante, siendo de todo en el organigrama del poder de 1973 al tercer lustro del siglo XXI, hasta que en 2013 es detenida y conducida a prisión, acusada de malos manejos en el sindicato, lavado de dinero y defraudación fiscal.

Apenas el 7 de agosto de 2018 se decretó el sobreseimiento (suspensión del proceso) de la causa penal en su contra, y quedó libre, ya en su casa, “la flaca” a la que contribuyeron a encumbrar Carlos Jonguitud Barrios, Carlos Salinas de Gortari, Felipe Calderón Hinojosa y dos de los partidos que dieron cuerpo y rostro a casi un siglo de historia política en México.

Si el poder es, en el corazón del hombre, el hambre radical que no cesa y la herida ontológica por la que sangran las sociedades en el curso de su historia, en una mujer como Elba Esther Gordillo el poder es un indicio, apenas la mínima evidencia de las grandes insatisfacciones emocionales y espirituales que la pueblan.

El sábado anterior, en un salón del Centro de Convenciones del Hospital Español, en Polanco, repleto de “profesores leales”, dirigentes y exdirigentes sindicales a los que no cansa la brega “por un México mejor”, resentidos del último combate, arribistas del temple clientelar de la política mexicana y oportunistas del último vagón, la familia Gordillo, integrada por ella como figura tutelar, Fernando González Sánchez (el yerno), René Fujiwara (el nieto) y Juan Iván Peña Neder (muy ligado a ellos), anunció la creación de un partido político denominado Redes Sociales Progresistas, en el que de entrada no hay coherencia programática, no hay filiación ideológica clara ni un planteamiento estratégico alternativo, sino un mero afán de desplegar las velas del arte del acomodo y el realineamiento político según los aires dominantes que circulan por el país.

Un primer acierto de este partido en formación es su nombre, que lo coloca no sólo en la cresta del movimiento ascendente y sin rostro de los “millenials”, sino, además, como punto de fuga o puerto de llegada de los arrepentidos y desencantados que eventualmente abandonen la causa de MORENA, cuando vean que el experimento sui géneris de Andrés López habrá de desembocar -más temprano que tarde- en el precipicio del caos, en una fatal encrucijada o en un autoritarismo sangriento. Ojalá me equivoque.

Un segundo acierto de este partido es su afán de convertirse en zona de encuentro e instrumento ideológico-político de las clases medias, que a pesar de haber sido uno de los soportes fundamentales de las revoluciones en México, del Movimiento de Independencia para acá, no sólo han padecido la insensibilidad del Estado respecto a su tamaño y a su peso económico, sino también el olvido de los partidos políticos.

En este contexto, no hay nada más atractivo y tentador en el espectro socio-político de hoy, que la posibilidad de llegar a tener un partido político en el que convivan los sueños de los jóvenes y las esperanzas de las clases medias. Su existencia podría llegar a ser inédita en la historia política de nuestro país.      

   Sin embargo, ya desde el anuncio de su creación el Partido Redes Sociales Progresistas presenta ciertos inconvenientes y algunos “peros”, relacionados con el gen familiar y la trayectoria política de sus fundadores, pero, asimismo, con el espíritu de “partido bisagra” o “partido veleta” que subyace en los criterios latentes de su fundación.

Cualquier partido, desde su nacimiento y bautizo, tiene la opción de presentarse a los ciudadanos como la reivindicación de un árbol genealógico, definido en su centro por una apuesta a favor del propio ADN, en una búsqueda frenética y desesperada por lograr -con métodos y fines no biológicos, sino políticos- la añorada “perpetuidad de la sangre”. Pero esto, ¿no sería acaso una prueba de inmoralidad y falta de ética, en un país donde circula profusamente la “Cartilla Moral”, escrita hace 74 años por Alfonso Reyes?

Cualquier partido, desde que nace, tiene derecho a desplegar una postura de total concordancia con el gobierno federal en funciones e, incluso, a integrarse a la quema de copal e incienso para apuntalar la escenografía colectiva de un culto a la personalidad. No obstante, quizás ello subraye su falta de brújula ideológica y de personalidad propia, que en las condiciones actuales del país lo harían aparecer como lo más cercano a una estafa.

Hay que tener cuidado, como lectores y electores, ante cualquier proyecto que se presente como una “barca de salvación” popular, cuando lo que en realidad encubre es un hambre insaciable de poder.

Pisapapeles

Habrá que leer y escuchar lo que diga, en su próxima reaparición pública, el exgobernador Jesús Reyna García. Puede que sus palabras digan más que sus silencios, o que sus silencios digan más que sus palabras.

leglezquin@yahoo.com

 

 

 

    

  

  

 

 

 

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