12 mayo, 2019

La mal llamada 4° Transformación

La mal llamada 4° Transformación

Por Leopoldo González

El fin de semana pasado se produjeron dos hechos que evidencian dos cosas: por un lado, que las corrientes de simpatía hacia el presidente Andrés López están disminuyendo y, por otro, que los índices de aprobación que lo respaldaban se sitúan ahora, a cinco meses del inicio de su gestión, en su nivel más bajo.

A los tres últimos presidentes que lo antecedieron en el cargo les ocurrió, aunque por razones distintas, lo mismo: en la medida en que comenzaron a detectarse fallas y errores, el pueblo les retiró su apoyo.

Hasta hace dos meses parecía que con Andrés López sería distinto: una militancia morenista “ladina” y maleada y millones de seguidores poco informados, impacientes, fanatizados y con el espíritu crítico adormilado, parecían la mejor garantía de que no habría fisuras en el culto al ídolo y de que sus niveles de respaldo seguirían la lógica de la espiral del estruendo. Ya no es así. Ya comenzó el despertar y, con él, el amargo desencanto hacia la mal llamada 4T.

Los indicadores muestra de la incredulidad y decepción que empieza a rodear al presidente y su partido, están en las manifestaciones que tomaron la calle el pasado domingo en el país y en la encuesta que publicó el diario “El economista”. Las manifestaciones y la encuesta se convirtieron en evidencia empírica de una verdad: millones de mexicanos no están dispuestos a seguir siendo engañados por el que les prometió bajar el cielo a la tierra.

En las frases impresas en lonas de pequeño formato, se pudieron leer el domingo al mediodía, algunas de las señales inequívocas del malestar social. La lona principal compendiaba la irritación con la demanda “#AMLORENUNCIA”, en tanto que el resto de las exigencias eran, además de ganchos al hígado presidencial, la portentosa descripción de un gobierno al que no le da pena la mediocridad: “¡QUE RESPETE A LOS MEXICANOS!”, se leía en una de las proclamas, a la que le seguía otra: “¡LAS CONSULTAS AMAÑADAS SON IGUAL A CORRUPCIÓN!”, y una más: “¡SI NO PUEDES CON LA CHAMBA… ¡RENUNCIA!”. En otras frases se consignaba el rechazo a la cancelación del Aeropuerto de Texcoco, se señalaba que decisiones económicas erradas pueden llevar al país a la quiebra y se advertía el grave riesgo de instaurar en México modelos educativos viejos, caducos, inservibles, ya superados.   

Por su parte, la encuesta publicada entre el domingo y el lunes sitúa el nivel de aprobación de Andrés López en un 55 por ciento, después de haber tenido hasta un 84% de la población encuestada a su favor, lo cual indica dos tendencias: por un lado, que el inquilino de palacio trae una caída sostenida desde que inició el año y, por otro, que esa caída está relación directa con su afán de imponer la Guardia Nacional, con los deslices y despropósitos que ha cometido en materia de política exterior, con el tratamiento poco serio del tema educativo-sindical y con la masacre de Minatitlán.

No es extraño que, como resultado del sorpresivo despertar y de la reactivación de la conciencia crítica de miles y miles de mexicanos, el primer mandatario caiga en encuestas y comience a decepcionar a millones de mexicanos, algunos de los cuales votaron por él. Acudir a las urnas a votar por una fantasía que parece cierta o por una quimera que parece verosímil, es tan peligroso como enrolarse en una aventura incierta, sin saber a dónde conducirá.

Las cifras y los porcentajes del México real subrayan por qué se resquebraja la popularidad del presidente y, peor aún, por qué comienza a dejar de ser visto como el “salvador” de la patria en tinieblas. El gasto público gubernamental disminuyó un 25% en el primer mes de la actual administración, lo cual implicó una ligera contracción del mercado interno y parálisis de la obra pública; la violencia sin control, en el primer trimestre del año, cobró más víctimas que en el primer trimestre de los tres gobiernos que precedieron al actual; en el mismo trimestre, el Producto Interno Bruto (PIB) creció apenas un 0.2%, lo cual significa que si se mantiene el actual ritmo de crecimiento, México -contra los pronósticos gubernamentales más halagüeños- no crecerá ni al 1% en 2019.

Por lo que toca al clima de inversión, las cosas no pintan mejor. Mientras el director de la OCDE, José Ángel Gurría, exhorta al gobierno a restaurar con urgencia la salud financiera de PEMEX, porque la deuda de la paraestatal “pone en peligro la estabilidad del país”, el presidente de la República saca a relucir lo que mejor sabe hacer: responde con denuestos, epítetos y descalificaciones, en lugar de hacerlo con la seriedad y estatura de un verdadero estadista. De acuerdo con un estudio en manos de Banxico, que contiene la visión de 39 grupos de análisis financiero privados, apenas el 5 por ciento de la IP considera que es buen momento para invertir en México, en tanto que el 16% confía en que mejore el clima de negocios en los próximos seis meses.

Si se toma en cuenta que la recaudación tributaria, la inversión pública, la inversión privada y una programación eficiente del gasto son los principales factores que hacen andar a una economía, ya podemos tener una idea precisa, medible y sólida del “crecimiento” económico que tendrá México en este y en los próximos años. Es una lástima, como ocurre siempre que se desinflan una ilusión o una esperanza, que un tiempo nublado se sobreponga a un tiempo luminoso.

Estas son, entre otras, algunas de las razones por las que la simpatía y la aprobación hacia Andrés López disminuyen o se adelgazan. Si así seguimos, México experimentará pronto el vértigo de sentir que toca el borde del precipicio.

Pisapapeles

En la democracia, cada elector y cada pueblo tienen la oportunidad de hacerse cargo de la decisión electoral de la que son responsables.

 

 

 

 

  

 

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