16 junio, 2023

Leopoldo González: Los populismos

Los populismos que hay hoy en el espacio latinoamericano, tienen semejanzas y similitudes que los vuelven únicos. Una breve descripción de algunas de ellas podría revelar su esencia.

Todos tienen el eje vector de un culto a la personalidad, frecuentemente encarnado en un supuesto líder “providencial”, mezcla de caudillo y mesías en el que se debe de creer a pie juntillas y sin chistar.

Indubitablemente, tanto por la cepa ideológica cubana como por el pacto a que llegaron en el Foro Social de Sao Paulo, su “mata” y meta irrenunciable es la izquierda en clave latinoamericana, recargada en el peso real y simbólico de los militares.

Todos prometen hacer de su país una democracia perfecta y casi el paraíso, pero terminan multiplicando a los millones de pobres que existen y hundiendo a sus naciones, para que sea el “voto cautivo” de sus marginados y miserables el que los mantenga en el poder.

Invariablemente, de acuerdo con la teoría del enemigo “interno” y “externo”, todos responsabilizan al neoliberalismo y culpan a conservadores sin rostro de todo aquello que les sale mal, sin atribuirlo a su falta de aptitud y eficacia para el ejercicio del poder.

Todos procuran desgastar, cooptar o anular a los organismos autónomos diseñados para poner límites al abuso de poder, porque lo que desean son organismos débiles y quebradizos para dar rienda suelta al ego y a su amor por el cash y la chequera.

Todos, ante la evidencia de que no saben gobernar ni dar resultados reales, gobiernan con saliva y “palabreo” (no ideas), el método propagandístico favorito del demagogo desde la Grecia antigua, como supo y explotó muy bien Fidel Castro.

La desventura de estos pueblos (Cuba, Venezuela, Nicaragua, México, Colombia, quizás Chile) tal vez podría explicarse si analizamos el contenido del proverbio que en China se atribuye a Kuan-Tseu, y que dice: “Si quieres darle de comer a un hombre un día, dale un pescado; si quieres darle de comer toda su vida, enséñale a pescar”.

Este proverbio chino, fruto de la filosofía profunda de aquel país y concebido sin astucia ni ventaja de ningún tipo, ha sido trastocado para mal por los populistas latinoamericanos y aplicado con dolo, debido a que han hallado en él el núcleo de una estrategia social y política perversa, capaz de contaminar a las sociedades y de llevar a la ruina a las naciones.

Este proverbio, independientemente de la sabiduría de vida que transmite y de la buena fe de su autor, es la fuente de inspiración del populismo del mal, porque en él está la clave de la polarización que alientan y que divide a las gentes de un país en “buenos” y “malos”, aunque también está el motor de la dádiva asistencial que crea dependencia y la ´obediencia asegurada´ de las masas ignorantes hacia el hombre fuerte (sic).

Si se conoce y se interpreta bien la teoría general del Estado, su función y misión no consiste en curar y resolver las crisis y los problemas particulares de cada ciudadano, sino en aliviar y resolver los desajustes y problemas de la sociedad en general. La distorsión ética central que el Estado unipersonal populista introduce en la teoría política y en la teoría del Estado, radica en no enseñar a pescar a nadie sino en diseñar “redes clientelares” de hambrientos y necesitados, para ponerlos al servicio del ego enfermo, caprichoso y desfasado en el que creen. Esto es no sólo maquiavélico: es criminal.

Dar de comer a un hombre un día, es un asunto coyuntural de compasión y caridad entre iguales, que por ninguna razón debe verse como tarea de gobierno o asignatura de Estado. El valor que aquí está en juego es la ética de la bondad hacia el otro, y nada más.

El rol lógico y constitucional de un Estado es enseñar a pescar al mayor número de ciudadanos, y en facilitarles los medios e instrumentos para que resuelvan sus necesidades por su cuenta y por sí mismos se hagan cargo de su vida.

En otras palabras, el Estado no es ni debe ser “recargadera” de ningún parasitismo social y su función no es fomentar la medianía y la holgazanería de una parte de la sociedad a expensas de la otra. Como ente histórico-jurídico, el Estado está para servir a todos y no únicamente a las redes de incondicionales.

Por tanto, distorsionar el principio de “dar un pescado a un hombre para que coma un día”, haciendo de él la regla permanente de un sexenio y de un proyecto transexenal, es un recurso de mala entraña acuñado por grillos para que triunfen la astucia y la maldad sobre las ideas.

Cuando se le da al que no emprende, no proviene de la cultura del esfuerzo y no tiene aspiraciones, en realidad se está premiando al que no produce sobre el que produce, pero además se atenta contra su dignidad y contra los merecimientos de los otros, generando una sociedad en desequilibrio poco apta para el estudio y el trabajo.

Un gobierno que propone la ruina y la fatalidad como destino no le conviene a ninguna sociedad, salvo que esa sociedad viva enajenada o padezca un masoquismo incurable.


Pisapapeles

Bien leído y certeramente operado el proverbio chino, puede servir para empoderar a toda una sociedad; mal leído y operado con astucia, puede ser el oráculo incandescente de una casta de bribones.

leglezquin@yahoo.com

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