Intensidad y oficio
Martín Urieta o los motivos del corazón
Por Omar Arriaga Garcés
En sus 70 años y más de 28 como compositor, Martín Urieta ha destacado por ser el autor de algunos de los temas más cantados, noche tras noche y en muchos de los rincones del país, e incluso más allá de nuestras fronteras; una carrera por la que ahora es reconocido en su tierra, pero, ¿se trata sólo del sentimiento que despierta en quien escucha sus composiciones o hay algo más detrás de éstas?
Hace no mucho tiempo, apenas unos cuantos meses, antes de cumplir los 70 años, que recién en noviembre 11 festejó, el oriundo de Chumbítaro, municipio de San Lucas, Michoacán, compositor de uno de los éxitos más sonados de la canción popular, que en voz de Vicente Fernández se ha vuelto de rigor cuando de tragos se trata (tanto como “La vida no vale nada”, o “Tu recuerdo y yo”, de José Alfredo Jiménez); estoy hablando de Martín Urieta Solano y de sus “Mujeres divinas”, quien dijo que morirá “trabajando y componiendo canciones”.
Aunque quizá la comparación suene algo desmesurada, si bien no lo es tanto cuando quien compone es considerado un poeta por su propio pueblo, cuyas canciones desde ya apuntan a quedarse un buen tiempo entre nosotros, la declaración de Urieta Solano, para el que la inspiración se construye con base en las vivencias y el trabajo diario, recuerda las palabras de cierto poeta francés del siglo XIX, quien refirió que si la inspiración le llegaba, ésta lo encontraría, ciertamente, escribiendo; porque más que inspiración, lo que se ocupa es oficio.
Claro que si alguien que se dedica a la poesía o a la composición de canciones, no tiene la almendra de oro, como al parecer aludía al talento el escritor mexicano Ricardo Garibay, pues por mucho empeño que le ponga no podrá escribir más de tres o cuatro versos bienhadados, pues para los autores románticos (estoy hablando del romanticismo alemán, no de José José o Armando Manzanero, compositores de otro tipo de romanticismo) no existe una receta para generar la pasión y revivir las emociones vividas, aunque tampoco es cierto que todo sea de una vez y para siempre inspiración desbocada, sin brida ni forma.
Es más: lo que se precisa es una mezcla bien equilibrada entre oficio y ardor. Ardor para suscitar pasiones; pasiones que no se desbaraten apenas salidas del ronco pecho del cantor, ya que de nada servirían si éstas se desvanecieran en el aire apenas emanadas, o si no adquirieran una forma tal que las protegiera de la inexorable disipación que amenaza a todo cuanto existe.
Por ello, más allá de la intensidad que transmiten las canciones del llamado “Rey del sentimiento”, que cuenta en su acervo más de 200 temas, además de afirmar que guarda todavía más de 30 que nadie ha interpretado, hay que destacar un rasgo en su faena, ahora que la Universidad Michoacana y su pueblo, el de Huetamo, le rinden homenaje con motivo de sus siete décadas de vida y su fructífera carrera como compositor: la elaboración de sus canciones.
No es un secreto que a Martín Urieta se le considera, tanto como él se considera a sí mismo, un autor que rebosa sensibilidad (no en vano cuenta que el sufrimiento de sus años mozos y los continuos reveses en cuestiones de amor, son los que han brindado prima materia a sus versos; incluso, ha llegado a responder con valentía y sin ambages, que cuando ha sido necesario requirió de amores a más de una mujer de la vida galante, aparte de aceptar la melancolía y la tristeza como partes integrantes de su tono al componer); sin embargo, nada sería de esta sensibilidad si el ex profesor de secundaria no hubiera tenido cierto manejo del metro y la rima y, en general, de las nociones de la composición, como su amigo Bulmaro Bermúdez Gómez descubrió desde pronto en sus primeras canciones sobre el campo y el paisaje, que éste le recomendó cambiar por otras en las que se abordara la mujer y el amor, lo que sin dudado lo ha posicionado donde ahora se encuentra.
¿Qué habría sido de Urieta Solano si no hubiese cambiado el tema de sus composiciones? Acaso seguiría dando clases. Y con todo, no es que el autor de canción ranchera y popular sea muy prolífico; de hecho, éste lo sabe: “Un compositor que trasciende gana bien y sí puede vivir de su obra. La ejecución pública, a pesar de la piratería, puede dar todo siempre y cuando el compositor mantenga la calidad de sus letras”. Éste es el asunto: que para mantener esa calidad, mezcla de ardor y delirio por una parte, y de oficio y trabajo por la otra, la elaboración de las piezas conlleva un poco más de tiempo.
Y con este comentario quiero cerrar este reconocimiento a los más de 28 años de trayectoria de Martín Urieta, sin olvidar que el compositor michoacano es héroe para gran parte de su pueblo, y que intérpretes como Vicente Fernandez, Antonio Aguilar, Los Tigres del Norte, Gerardo Reyes o Pepe Aguilar, son sólo algunos de los pocos que han cantado sus canciones, entre las que descuellan, sobre todo, “Urge”, “Acá entre nos”, “Qué de raro tiene”, “La jaula dorada” y, por supuesto, “Mujeres divinas”, de la que su propio autor ha contado el nacimiento.
Estaba cantando “Te me vas al diablo” y alguien le recriminó por “ofender a las mujeres” con sus canciones. Urieta Solano le contestó que quizá a él nunca le habrían lastimado tanto las mujeres, por lo que afirmaba tal cosa; pero el susodicho le respondió que, muy al contrario, “a mí siempre me han hecho pedazos el alma, ¡pero no voy a andar de chillón!, ¡tú bien sabes que los momentos más bellos nos los han dado las mujeres!”, motivo por el que Martín Urieta compuso más tarde la canción que lo ha encumbrado y que ha hecho célebre, verdaderamente célebre, a Vicente Fernández.