26 julio, 2016

Notas sobre los deberes futbolísticos: Esteban Marín Ávila

Notas sobre los deberes futbolísticos

Por Esteban Marín Ávila[1]

Estadio_Morelos_LetraFrancaHay un aspecto bastante atractivo del futbol sobre el que no se reflexiona muy a menudo. Me refiero al hecho de que un partido o un torneo de este deporte pueden dar motivo a un número inconmensurable de críticas en muy distintos aspectos. Es innegable que parte del placer de reunirse con amigos a ver un partido de futbol consiste en hacer crítica en torno al entrenador, los jugadores, el técnico, el torneo, los directivos del equipo, la afición misma, los organizadores del torneo y el árbitro, entre otros. Y como el concepto de crítica es inseparable del deber, podemos decir que el análisis crítico del futbol puede servir de hilo conductor para un análisis de distintos tipos de deberes. En las siguientes líneas intentaré esbozar algunos rasgos de uno de ellos.

Si todos los deberes remiten a bienes entendidos como cosas o situaciones que se estiman valiosas, entonces podemos hablar de los deberes respecto al buen juego, como el deber del árbitro de ser equitativo y de no interrumpirlo más de lo necesario, o el deber de los organizadores de torneos de implementar de un modelo de competencia atractivo. (Deber incumplido por los federativos en México, donde sólo alrededor de dos meses al año hay algo así como un torneo, y uno bastante malo). También podemos hablar de los deberes respecto al buen deportista, que debe de ser entregado y honesto, entre otras cosas, porque se considera que estas actitudes son valiosas para el buen juego y porque se considera que el deporte tiene una función educativa y que los deportistas profesionales deben de ser ejemplos. También están, desde luego, algunos otros muchos deberes que se refieren a bienes o males derivados del juego mismo, como el deber de evitar que las prácticas comerciales de la FIFA tengan consecuencias sociales negativas en los lugares donde se organizan los principales torneos.

En esta ocasión voy a referirme a los deberes que se refieren al equipo mismo y a la identidad de sus integrantes. Un equipo de futbol es concebible independientemente de su conformación jurídica y de su inscripción en cierta liga. ¿Qué es un equipo de futbol cuando nos quedamos con sus elementos más básicos? Podríamos decir que es un grupo de personas que colaboran para hacer realidad una meta que consiste en vencer a otro grupo de personas en una competencia determinada, llamada partido de futbol, que tiene ciertas reglas. Dado que el ganador de la competencia es aquél equipo que haya anotado más goles, se puede decir, simplificando, que la meta de cada equipo es anotar el mayor número posible de goles y recibir el menor número de anotaciones de parte del equipo adversario. Esta meta volitiva es lo que define a un colectivo de personas como un equipo de futbol y lo que lo distingue de una horda de personas que corren absurdamente alrededor de un balón. Y es también esta meta volitiva la que da la pauta para entender la forma en que los miembros del equipo pertenecen a él. Por lo demás, cabe precisarla de distintas maneras: ganar partidos jugando bonito, o jugando de tal o cual manera. Conforme cambian o evolucionan estas metas, cambia o evoluciona la personalidad de los equipos mismos.

Si centramos nuestra reflexión en esta meta podemos analizar a los miembros del equipo en términos de cómo contribuyen a hacerla realidad. En este sentido todos los miembros del equipo son funcionarios de la meta volitiva que lo define. Podríamos decir, de nuevo simplificando el asunto, que el centro delantero es un tipo de miembro de un equipo de futbol que pertenece a él en calidad de alguien que contribuye a hacer realidad su meta al esmerarse en anotar goles en la portería contraria; un medio, en calidad de alguien que se propone facilitarle al delantero tener el balón; un defensa o un portero, en calidad de alguien que trata de evitar que caigan goles en la portería propia; un director técnico, como alguien que aspira a organizar a los jugadores de una manera eficiente y a estimularlos, etc. Con excepción del portero, que cuenta con atribuciones especiales, la identidad de los jugadores viene definida exclusivamente por su comportamiento en la cancha; esto es, por el lugar que ocupan en la cancha y por las tareas en las que se empeñan principalmente. El técnico puede gastar su último cambio en poner a alguien con la instrucción de desempeñar la función de un defensa, pero éste puede hacer caso omiso de la instrucción, pasarse a la zona de ataque, empeñarse en meter goles y convertirse con ello en delantero. (Algo así solía pasar en los noventas cuando Jorge Campos dejaba de ser portero y se convertía en delantero durante los últimos minutos del partido, muchas veces sin que se designara a un nuevo guardameta).

Ahora bien, hay muchas formas de criticar a los miembros de los equipos de futbol en calidad de sus funcionarios. Por un lado podemos decir que el director técnico, delantero, medio, defensa o portero no está cumpliendo la función que se espera de él. Cuando el delantero no convierte las oportunidades en goles podemos decir que es un mal delantero, pues no contribuye al cumplimiento de la meta del equipo de la manera diferenciada en que se espera que lo haga. Una crítica en este sentido podría dirigirse a alguien que recibió la instrucción de desempeñarse como delantero y que no se empeña preeminentemente en meter goles, sino en pasar el balón a otras personas. O también a alguien que no tiene la aptitud para desempeñarse en la posición que le fue encomendada: juzgamos que alguien no debe de jugar como delantero porque no tiene aptitudes para encarar al guardameta, aunque es hábil para prestar el balón a otros jugadores.

Lo que quisiera destacar aquí es que la crítica y el ulterior reclamo sobre lo que un miembro del equipo debe o no debe hacer no proviene de un sentimiento de empatía que esté a la base de la pertenencia al equipo, sino de la forma deficiente en que contribuye a realizar la meta volitiva que define al equipo mismo. Veamos esto con un poco más de detalles.

Entre los tipos de miembros más generales que cabe señalar en un equipo de futbol están el director técnico, los diferentes tipos de jugadores y la afición. Quizá parezca extraño que incluya a la afición entre ellos en vista de la definición que recién hice de los miembros del equipo como personas que contribuyen a hacer realidad la meta inherente al mismo. Si ser miembro de un equipo de futbol significa contribuir de alguna forma a hacer realidad la meta del mismo, ¿cuál es esta forma de contribuir en el caso de los aficionados? Aquí me permito indicar que ningún aficionado se considera a sí mismo como alguien que meramente simpatiza con el equipo. Por el contrario, se considera a sí mismo como alguien que lo apoya; esto es, como alguien que de alguna manera contribuye a que el equipo gane. Probablemente la forma más tangible en que puede contribuir, y una de las pocas efectivas, consiste en asistir al estadio para insultar al rival y al árbitro con el propósito de presionarlos para sacar ventaja. Por su parte, los jugadores, el técnico, los asistentes y los directivos tienden también a considerar a los aficionados como miembros del equipo porque contribuyen a que gane, así sea asistiendo al estadio, o mediante procedimientos mágicos, transmitiendo sus vibras, gastando su dinero en él, o por lo que se quiera. Por ello cabe criticar al aficionado cuando desempeña deficientemente su función y no apoya a su equipo.

Tenemos entonces que quienes se asumen como miembros de un equipo de futbol lo hacen porque aspiran a hacer algo en conjunto con el resto de los miembros del equipo: ganar juegos o torneos. Esto supone que los que forman parte de él se exponen a que sus empeños se frustren a causa de errores no sólo suyos, sino también de sus compañeros. Esta vulnerabilidad es la contraparte del empoderamiento que da a cualquier persona el pertenecer a un colectivo social. Y esta especie de vulnerabilidad es lo que hace posible un tipo de reclamo que creo que se puede denominar reclamo social. Una serie de personas consideran que es valioso tomar parte en el juego del futbol y ganar, y consideran además que la realización de este propósito valioso no depende únicamente de ellos, sino también de otras personas. Con ello el resultado de la crítica de sus propios empeños y de los empeños de sus compañeros en tanto que funcionarios del equipo adquiere un carácter peculiar. Cuando se trata de la acción de elegir las mejores frutas del mercado, el jugador o el aficionado se puede equivocar, y esto sólo significa que su acción es susceptible de crítica en la medida en que no realizó el bien que pretendía. De esta crítica puede surgir la conciencia de que debe ser más cuidadoso en adelante a la hora de hacer sus compras. Pero el jugador o el aficionado al futbol pueden también criticar sus propias acciones en tanto que miembros del equipo, esto es, las acciones que debían realizar la meta del equipo. Al hacerlo son conscientes de que sus torpezas no sólo no realizaron el bien que pretendían, que era ganar los partidos, o ganarlos jugando de tal o cual forma, sino que fueron causa de que los empeños de los demás miembros del equipo se frustraran. Esta circunstancia confiere a los demás el derecho a reclamarle y a él la obligación de responder a estos reclamos. En contraste, la crítica a la acción de comprar frutas sirve para perfeccionar la acción misma, pero no confiere a otras personas derechos a reclamar, ni a quien la lleva a cabo la obligación de responder a reclamos.

El derecho al reclamo y la obligación de responderlo se hace particularmente patente en el caso de los abusos. Me refiero a los casos en los que alguien actúa de tal manera que impide por desconsideración o sabotaje el cumplimiento de la meta del equipo. Piénsese en Javier Aguirre, el técnico de la selección mexicana durante el mundial de Sudáfrica 2010, quien alineó en este torneo a ciertos jugadores con el presumible propósito de promocionarlos y hacer negocio. El reclamo que un jugador o un aficionado puede hacerle a este sujeto es distinto del que puede hacerle a un árbitro que hubiera afectado con sus decisiones el desarrollo de un partido y el resultado de su equipo. El abuso por parte de un miembro del equipo destruye el vínculo social que une al equipo mismo, hace que los empeños de los miembros del equipo dejen de formar parte de una acción colectiva que les da sentido. Los abusos de Aguirre hicieron que los aficionados se sintieran un poco como un gentío arrejuntado sin sentido observando a una horda de personas corriendo sin sentido sobre una cancha de pasto sobre la que un balón rodaba azarosamente de un lado a otro. Si la eliminación de México de aquél mundial se hubiera debido a malos arbitrajes, entonces la afición habría sido consciente de que la meta de su equipo había sido frustrada injustamente, pero no de que sus acciones y las de los jugadores carecían de sentido.

Por último, quisiera enfatizar que este reclamo social no proviene del sentimiento de empatía, sino del rompimiento de un vínculo social. Todo vínculo social supone un acuerdo de hacer algo en conjunto. Y tal parece que estos vínculos sociales se pueden rastrear a formas basiquísimas de interacción, como promesas, órdenes y peticiones, entre otras. Si esto es el caso, cabe hacer también análisis más complejos de diversas formas de interacciones sociales, empezando por las más básicas: ¿Qué tipo de funcionarios se constituyen en el acto de ordenar y de aceptar una orden? ¿Es distinto el tipo de persona que se constituye como autoridad al dar una orden de aquella de que lo hace al aceptar una petición? ¿No pierden sentido las acciones que derivan de una promesa o de la aceptación de una petición cuando alguien rompe la promesa o traiciona la palabra en uno y otro caso? Tal parece que el tipo de deber específicamente social se puede encontrar donde quiera que haya vínculos sociales.

Todo deber es deber de realizar algo que se estima valioso, esto es, deber de hacer de este mundo uno más valioso. En este sentido, los deberes futbolísticos de los que aquí he hablado son deberes con relación a un deporte cuyo valor sólo se puede apreciar jugándolo y observándolo: un deporte que, por momentos, es capaz de formar vínculos sociales entre personas completamente ajenas entre sí en todo lo demás.

[1] Candidato a Doctor en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México y profesor de asignatura en el departamento de Filosofía de la Universidad la Salle, Campus Ciudad de México

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